Con alegría, con optimismo, con transparencia, sin odio en su corazón, sin amargura, habiendo demostrado su capacidad para convertir las adversidades de la vida en razones positivas de lucha, Rodrigo Lara Sánchez acaba de saltar a las grandes ligas de la vida nacional como fórmula vicepresidencial de Fico Gutiérrez.
Nada, ni siquiera su apellido, reclamado gracias a las pruebas de ADN practicadas en el Instituto de Genética de la Universidad Nacional, le ha quedado fácil en la vida a Rodrigo Lara, a quien le tocó llorar casi en solitario y a distancia, siendo un niño, la transmisión televisiva tras el magnicidio de su padre.
Aunque apenas con verlo sobraría cualquier prueba de genética para encontrarse con el retrato modelo 2022 de su padre, Rodrigo Lara Bonilla, amable, sonriente, carismático, valiente, él se ha labrado su camino a pulso, con sus propias luchas, con su propio esfuerzo y con sus propios sacrificios. Basta con ver las expresiones sobre Rodrigo Lara de quienes lo conocen en las más diversas toldas políticas para confirmar sus méritos.
En la Colombia de hoy, cuando algunos tramitan su camino al poder con discursos que fragmentan, que rompen, que siembran odios, que destruyen instituciones, que satanizan y estigmatizan, Rodrigo Lara aparece para recordarnos a todos que hay rebeldías constructivas, pacíficas, que nunca han apelado a la violencia ni a las armas y que con la fuerza de las convicciones y la disciplina de la acción cotidiana logran grandes transformaciones sociales y de equidad por el bien de sus conciudadanos.
Ese fue precisamente su ejercicio en la alcaldía de Neiva, a donde llegó mediante una convocatoria ciudadana independiente el médico Rodrigo Lara, especialista en tórax, que un día –imagino yo– sintió el llamado de su gente y de su tierra para hacer por Colombia lo que los narcos impidieron que su padre lograra.
Su designación no solo da cuenta de la independencia de Rodrigo Lara, quien dio sus primeros pasos en política cerca de Mockus, sino que, además, confirma la independencia del propio Fico, del mismo Fico que un día decidió enfrentar simultáneamente a los dos hombres más prestigiosos y poderosos de la política paisa de entonces –Álvaro Uribe y Sergio Fajardo– en su aspiración cívica a la alcaldía, y a la postre no solo salió triunfante, sino que los invitó luego a trabajar en llave por Medellín.
Hoy en Colombia necesitamos unirnos en torno de los grandes propósitos nacionales. De la lucha anticorrupción. De la lucha contra la pobreza. De la lucha por la equidad. De la lucha por la fraternidad. De la salud y la educación, y ello solo es posible a partir de proyectos de unión y no de odio, de construcción y no de destrucción, de reconciliación y no de ira. Y eso es lo que encarna Rodrigo Lara como colombiano del común, como hombre hecho a sí mismo, como profesional honrado, como servidor público exitoso reconocido como uno de los mejores alcaldes del país.
Queda claro también que ni Fico ni Lara son de nadie. De ningún expresidente. De ninguna rosca. De ninguna camarilla. Así, representan inclusión política y social, región en un país de regiones, conocimiento en la era del populismo, firmeza ante los vientos de anarquía y experiencia con pulcritud administrativa.
Restan pocas semanas para las votaciones de una primera vuelta que ya parece la segunda. Colombia se está jugando su futuro. Quiera Dios que el debate tenga altura, que se pueda garantizar la seguridad de todos, que los colombianos podamos votar con total libertad, sin interferencias de los violentos ni de dineros y agentes extranjeros y que, aprendidas las dolorosas lecciones recientes, con plena transparencia electoral, se declare ganador de las elecciones a quien legítimamente haya obtenido la mayoría en las urnas.
https://www.eltiempo.com/, Bogotá, 27 de marzo de 2022.