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Jaime Arizabaleta     

Más allá de pretender generar una falsa sensación de triunfalismo, recuerdo con esperanza aquella frase de la hípica la cual señala que ‘el caballo que alcance el lote, sale ganador’. La máxima cae como anillo al dedo en estas elecciones presidenciales en las que los demócratas tenemos el deber moral de provocar la victoria de quien es prenda de garantía para la estabilidad institucional: Fico Gutiérrez.

Este es un buen momento para mostrarle al país un contraste de hechos para que nos formemos un criterio sobre los perfiles de quienes se disputan la presidencia. Mientras Petro forjó su personalidad en la clandestinidad, portando armas, y militando en un grupo terrorista que torturaba, secuestraba y asesinaba, Fico crecía en una familia trabajadora de la clase media colombiana, aprendiendo que el inconformismo se debe tramitar dentro del marco de la legalidad y no a través del uso de la violencia.

Al llevar a cabo el comparativo entre un candidato que se movió en los oscuros laberintos de la clandestinidad con uno que siempre ha estado en el marco de la institucionalidad, se nota una profunda diferencia en situaciones puntuales como los atentados del ELN en el último año y el paro nacional. Con respecto a los primeros, Petro se ha abstenido de hacer condenas vehementes. Con ocasión del reciente ataque terrorista en Cali, escribió “El ELN quiere aprovechar el sentimiento de rechazo de la juventud hacia el gobierno por la masacre que desató. A la juventud popular le solicito no caer en esa trampa. No son las armas, son las urnas las que pueden producir el cambio. Las armas sólo profundizan los problemas”.

En cambio, Gutiérrez expresó: “Definitivamente sí quieren acabar con el ESMAD, pero acabando con sus vidas. Desgraciados terroristas. Mi solidaridad con ellos, sus familias y nuestra @PoliciaColombia Colombia no cede ante el terror”. Dos reacciones dramáticamente opuestas.

La diferencia grande entre uno y otro quedó marcada durante el brutal paro decretado por la extrema izquierda. Petro, como candidato de la clandestinidad y del vandalismo, instó al caos que desembocó en el bloqueo del país, acción demencial que causó daños enormes.

La contracara la encontramos en Federico Gutiérrez quien acertadamente se puso del lado de la ciudadanía afectada y no vaciló en rechazar la actitud incendiaria de Petro, comentando: “Colombia vive hoy su peor momento desde que empezó la pandemia…y justo en ese momento aparece de nuevo Gustavo Petro, incitando a que la gente salga a las calles, solo por satisfacer él un deseo personal político. Pone en riesgo a toda la ciudadanía, eso no puede llamarse de otra forma sino indolencia e irresponsabilidad”.

No tengo duda alguna de que esta campaña presidencial no es una emulación de programas políticos, sino una confrontación entre el bien y el mal, entre la legalidad y el terrorismo, entre la libertad democrática y la tiranía socialcomunista. Nuestro país está lesionado. La pandemia, el narcotráfico, la violencia desatada por el petrismo, lastimaron gravemente a la nación, razón por la que en poco más de dos meses los colombianos amantes de nuestro modelo republicano tenemos el deber histórico de concurrir a las urnas con el propósito de cerrarle el paso al vocero de la violencia a través de la elección de un hombre decente, preparado, sensato y con una inmensa capacidad gerencial como efectivamente es Fico Gutiérrez.

Que la corrupción y la falta de transparencia entronizadas en la Registraduría no apague nuestro espíritu de combate político y, antes bien, lo avive y nos motive a dejar el 29 de mayo una constancia histórica que se vea reflejada en millones de votos por el candidato que garantiza la estabilidad democrática.

@jarizabaletaf

https://www.losirreverentes.com/, Bogotá, 19 de marzo de 2022.

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