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Sergio Araújo Castro 

Una izquierda que nunca se desapegó del credo de la tercera internacional; la izquierda populista.

Así como desde lejos es imposible apreciar los relieves de un paisaje, hay que adentrarse en los meandros de la izquierda latinoamericana para darse cuenta de que está lejos de representar un todo homogéneo. Una izquierda que tomó en algún momento las armas y creyó en la revolución; una izquierda que nunca se desapegó del credo de la tercera internacional; la izquierda populista, que llegó al poder para quedarse. La nueva izquierda.

Pero lo que un examen cercano mejor nos deja ver es la división entre izquierda autoritaria e izquierda democrática. Entre la que considera anatema todo lo que se oponga a la hegemonía de un solo partido o de un solo líder y la que busca rescatarse a sí misma afirmando su fidelidad a la democracia sin apellidos. Ni democracia proletaria ni democracia burguesa. La democracia.

“Izquierda cobarde”, llama Nicolás Maduro a esta izquierda que se atreve a desembarazarse de los ropajes del pasado que huelen a naftalina. Y la invasión de las tropas rusas a Ucrania ha servido para dejar patente esta diferencia fundamental, que desde las concepciones ideológicas del poder se extiende a los alineamientos geopolíticos. Lo vemos mejor al comparar las declaraciones de Evo Morales con las de Gabriel Boric.

“Rusia ha optado por la guerra para resolver conflictos. Desde Chile condenamos la invasión a Ucrania, la violación de su soberanía y el uso ilegítimo de la fuerza. Nuestra solidaridad estará con las víctimas y nuestros humildes esfuerzos con la paz”, escribe Boric en un tuit. En otro tuit, Morales escribe: “Hacemos un llamado a una movilización internacional para frenar el expansionismo intervencionista de la OTAN y EE. UU. La humanidad clama por pacificación, la conflagración no es la solución. La hegemonía armamentista e imperialista pone en riesgo la paz mundial”.

El lenguaje de Evo Morales es una herencia de la Guerra Fría, cuando la izquierda latinoamericana creía su deber militante no apartarse del evangelio del Kremlin. Cuando en 1968 las tropas del Pacto de Varsovia invadieron Checoslovaquia, Fidel Castro, que entonces representaba a toda la feligresía revolucionaria, respaldó la intervención apelando a los intereses supremos del socialismo mundial. Solo había un imperialismo, el de los Estados Unidos; la Unión Soviética y el Pacto de Varsovia defendían la paz mundial. Evo Morales, medio siglo después, no se aparta de ese guion.

Por una suerte de artilugio ideológico, Putin encarna a ese mundo soviético anterior a Gorbachov, el de los desfiles militares que cerraban los cohetes cargados con ojivas nucleares, las mismas con las que Putin amenaza hoy al mundo si no le dejan consumar su conquista de Ucrania.

Putin, cuyo apoyo político se teje en una red de organizaciones ultranacionalistas y antisemitas, padrino de una mafia de oligarcas multimillonarios que se apropiaron de los despojos de la era soviética, y decidido a reconstituir la vieja Rusia de los zares, es para los nostálgicos de la vieja izquierda uno de los suyos.

Lula da Silva, sin señalar quién invadió a quién, declara: “Gobernantes, bajen las armas, siéntense en la mesa de negociaciones y encuentren la salida del problema que los llevó a la guerra”. Y nada más. Muy cerca, quién lo diría, de Bolsonaro: “No tomaremos partido, seguiremos siendo neutrales”.

Boric, al contrario, recuerda que las guerras de agresión son un crimen. Quien no puede quitarse las telarañas ideológicas de los ojos para ver los bombardeos sobre la población civil, los ataques aéreos contra hospitales, el éxodo de millones de seres humanos obligados a buscar refugio en los países vecinos huyendo de la destrucción y la muerte demuestra su fidelidad a la izquierda jurásica, o se ha quedado perdido en los vericuetos del cinismo y la dualidad.

Un científico social argentino de izquierda opina en un diario de Buenos Aires: “Las apariencias no siempre revelan la esencia de las cosas, y lo que a primera vista parece ser una cosa –una invasión–, mirada desde otra perspectiva y teniendo en cuenta los datos del contexto puede ser algo completamente distinto”. Igual que Mario Moreno, Cantinflas: “Ni lo uno ni lo otro, sino todo lo contrario”.

www.sergioramirez.com

https://www.eltiempo.com/, Bogotá, 16 de marzo de 2022.

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