El cinismo de la gente de las Farc no tiene nombre. Con base en la información pública se podría decir que no han entregado las rutas de narcotráfico. No han entregado todos los bienes para reparar a las víctimas. No han entregado toda la información sobre los menores reclutados por ellos, ni sobre las niñas violadas ni sobre todos los abortos practicados. No han revelado toda la información sobre testaferros y caletas. No han aportado datos verdaderamente relevantes sobre la ‘Farcpolítica’.
Su jefe del equipo negociador volvió al monte, ‘Santrich’ se burló de la JEP, de la Corte y de todos los colombianos, el narcotráfico sigue orondo y campante y hay una plomera entre bandos de las Farc que indicaría que todos están dedicados al narco y a las rentas criminales, mientras Maduro brinda refugio disfrazado de apoyos revolucionarios a muchos de los más tenebrosos terroristas.
Mientras tanto, algunos de ellos en su ala política gozan de todos los privilegios que les regalaron sin verificación previa de cumplimiento de todas sus obligaciones. Para vergüenza del Congreso, algunos legislan sin haber respondido por sus crímenes y se han encaramado a un escandaloso púlpito moral desde el cual pontifican desparpajadamente como si fueran mansas hermanitas de la caridad, pretendiendo dar lecciones de ética y de política a los colombianos.
Y me imagino que para su palmarés fue particularmente satisfactorio que lograron, en un momento determinado, tener a Uribe privado de la libertad, mientras ellos, orondos, legislaban en el Capitolio.
El recuento de errores en la negociación de paz y el daño derivado de haberse raponeado la aprobación de los acuerdos mediante un pupitrazo infame en un Congreso que nadaba en ‘mermelada’, contrariando la voluntad del pueblo, son inmensos.
Dentro de ese repertorio del horror las Farc alcanzaron otro triunfo de opinión pública al lograr que muchos de sus crímenes más atroces quedaran en la penumbra, mientras todos los reflectores alumbran a la Fuerza Pública para desprestigiarla, maltratarla y ofenderla.
Es por ello que reviste tanta importancia el extenso documento de cerca de 700 páginas de aporte a la verdad desde la óptica de la Fuerza Pública, liderado por el presidente Duque y el ministro de Defensa, publicado por Planeta y el Fondo de Publicaciones de la Universidad Sergio Arboleda y entregado al presidente de la JEP, al presidente de la Comisión de la Verdad y al director del Centro de Memoria Histórica el viernes pasado en el Museo de Historia Militar.
Los testimonios de las víctimas de la Fuerza Pública presentados en el evento fueron verdaderamente sobrecogedores y dieron cuenta de la crueldad asesina, secuestradora y torturadora de las Farc, sin piedad ni misericordia contra nuestros uniformados, violatoria de todos los preceptos del Derecho Internacional Humanitario, del derecho de la guerra y de los preceptos básicos de la dignidad y la compasión humana. Unos monstruos que gozan de plena impunidad.
Así como el Estado debe garantizar todas las condiciones para que la Comisión de la Verdad pueda cumplir con su tarea, esta comisión y la JEP deben nutrirse de todo el acopio de información recogido en el documento. En particular, la JEP debe proceder con premura a abrir el macrocaso relativo a los crímenes atroces cometidos contra los miembros de la Fuerza Pública, tan ignorados antes, durante y después de la firma del acuerdo Santos/Timochenko.
Baste un dato. La barbarie contra los miembros de la Fuerza Pública, héroes olvidados, fue de tal magnitud que el número de víctimas de los cuerpos uniformados, 403.000, es equivalente al de toda la fuerza pública hoy. Doctor Cifuentes, sin dilación y por el bien de la justicia y de nuestra patria, dispongan ya la apertura del macrocaso y que no se sigan burlando de Colombia.
https://www.eltiempo.com/, Bogotá, 27 de febrero de 2022.