Petro, quien renunció hace años a la última gota que le quedaba de decencia, eructó en su arenga en Turbaco, Bolívar, que los colombianos no deberían conmoverse ante el sufrimiento propinado por las hordas rusas al pueblo ucraniano y su gobierno elegido democráticamente por haber escogido el camino de la libertad y de la independencia nacional, sino que deben más bien limitarse a escuchar la aburridora bazofia retórica del candidato castro-chavista.
Al asumir esa actitud y al avalar la bocanada de vulgaridad de su brazo derecho Gustavo Bolívar, quien se burló de la matanza de soldados y civiles en Kiev, Petro volvió a confirmar que su estrafalario movimiento no tiene nada de “humano” sino que su nombre real es “petrismo bestial”.
Petro estima que no hay que ayudar a Ucrania, que incluso la solidaridad moral está prohibida. Eso es lo que, precisamente, exige Putin a las naciones del mundo: que no critiquen su agresión injustificada a Ucrania pues podrían sufrir represalias “jamás vistas” (¿la bomba nuclear?).
Petro, cínico vendepatria, incluso acusó al gobierno colombiano de “participar diplomáticamente en guerras”, por haber éste rechazado el ataque ruso a Ucrania.
Petro delira al decir que no fue Putin sino Europa quien decidió avanzar hacia “su tercera guerra europea”. Petro se inventó el cuento de que Colombia va a enviar militares para defender a Ucrania, lo que fue inmediatamente desmentido por el presidente Duque.
Y en su extraviada carrera se enredó en los cables y dijo que Colombia no debería “ir ahora a matar jóvenes colombianos en los campos de Ucrania”. ¿Matar jóvenes colombianos en Ucrania? Son frases de borracho.
Petro no perdió tampoco esta triste coyuntura internacional para decirle a los electores que no voten por él. En eso él es un pequeño imitador de Putin. Este quiere reconstruir el imperio ruso y lo que hace es aumentar la discordia entre Moscú y los países que habían caído en la esfera soviética, y entre Rusia y el resto del mundo. Rusia perdió la estima de los ucranianos en 2014 cuando se apoderó por la fuerza de Crimea y de una parte de la región del Donbass. Durante varias generaciones los ucranianos detestarán aún más a Rusia por la sangrienta invasión actual. Putin quería el desmantelamiento de la Alianza Atlántica y lo que hizo fue reforzarla: Suecia y Finlandia (que sabe bien lo que cuesta la doctrina rusa de la “soberanía limitada”) piden ahora ingresar a la OTAN. Y los otros países del ex sistema soviético que lograron liberarse tras la implosión de la URSS (Polonia, Rumania, Hungría, Chequia y los países bálticos), ahora en la Unión Europea, están recibiendo tropas y armas pesadas de la OTAN para mejor defender sus fronteras. Putin quería mejorar la declinante economía rusa y lo que logró con su agresión a Ucrania es una tanda impresionante de sanciones comerciales, financieras y diplomáticas que empobrecerán a Rusia a largo plazo.
Nadie en Europa quiere volver a la época infame de Stalin y Brezhnev con unos países bajo el yugo soviético, con otros con “soberanía limitada” y con otros países con partidos comunistas enormes (Italia y Francia) financiados y dirigidos por Moscú. Hoy el comunismo europeo son grupitos venenosos que pesan 1% o 2% en elecciones. Putin ha despertado a mucha gente y está obligando a Europa y Estados Unidos a salir del estado de muerte cerebral en que se encontraban en materia de defensa estratégica.
En cuanto a Petro, ya sabemos los colombianos lo que debemos hacer: abatirlo, derribarlo en las urnas, difundiendo la consigna de no abstenerse y votar por las coaliciones y candidatos que no hayan estado jamás en alianzas, negocios y aventuras con ese individuo.