Además de dolorosa, la conmemoración de esta semana por el carro bomba que pusieron las Farc en el Club El Nogal hace 19 años, y que dejó 36 víctimas y 198 heridos, revivió mi convicción de lo mal planteada, desde sus cimientos, que está la defensa de las víctimas por quienes, con total buena fe, no lo dudo, asumieron su vocería.
Además de los abrazos de rigor entre víctimas y victimarios, quedó flotando en el ambiente la peligrosa conclusión de que en el acto terrorista de El Nogal, víctimas y victimarios son equivalentes. Como hermanitos. ¿En qué? En el hecho insólito de que ambos quedaron igualados en su condición de víctimas del Estado, partiendo de la base de que el Gobierno Nacional había convertido el club, con base en unos encuentros con militares activos, diplomáticos y hasta negociadores de los ‘paras’, en una especie de cuartel general de la guerra. Y que de allí se deriva, como quien dice, el derecho de las Farc a implementar un carro bomba con el propósito de acabar “con la mayor cantidad de políticos, militares y diplomáticos” (y civiles, claro) que hubiera en la sede en el momento de la explosión. El juicio de responsabilidad que se deriva de que las víctimas y los perpetradores del atentado terrorista estuvieran en el mismo grado de riesgo es una peligrosa falacia que termina, en últimas, convalidando el acto terrorista.
Si los civiles no podemos convivir con los militares en un club social, en un restaurante, en una vivienda multifamiliar, o transitando por una carretera o en un festival callejero, se establece una falsa simetría entre víctima y victimario. Pero el perpetrador jamás, jamás, podrá ser igual a la víctima.
Por eso, el problema de lo ocurrido en El Nogal no se resuelve con que nos abracemos, siempre que sea el Estado el que se encargue de todos los costos de esta reparación que las Farc han sido incapaces de garantizar. El espectáculo de El Nogal estuvo marcado por un falso progresismo y por un exhibicionismo que perfecciona el diabólico poder intimidante del terrorismo. Sobre ese brutal atentado no puede aceptarse, de ninguna manera, que este se dio porque en El Nogal se reunían u hospedaban estamentos del Estado. Si eso es así, ganó el terrorismo. Porque además de sus efectos sangrientos y las víctimas que dejó regadas, el terrorismo nos acorraló, ya que el orden legítimo, como parece, fue el verdadero responsable. Ahora resulta que los militares son un peligro no para los criminales, sino para la sociedad civil. Y de ahí que pueda endilgársele la responsabilidad económica de sus víctimas al Estado colombiano. Es decir, las Farc pusieron un carro bomba, mataron a 36 personas, hirieron a 198, y los llamados a reparar a sus víctimas somos el resto de los colombianos.
Pero a estos falsos cimientos de la defensa de las víctimas de El Nogal, y siento ser tan cruda en esta afirmación, se suma el espectáculo de lo que vimos en dicha conmemoración. Timochenko, como uno de sus invitados principales, para no decir “homenajeado”, tomó la palabra; y sin haber pagado un solo día de sanción sobre sus condenas a 480 años de prisión por homicidios, secuestros, reclutamiento de menores y actos terroristas, hizo las siguientes afirmaciones que publicó el programa ‘La Noche’ de RCN: preguntado sobre su obligación de reparar económicamente a las víctimas, Timochenko respondió cínicamente: “¿Dígame, en qué punto del acuerdo de paz está eso? ¿En el 3.1, en el 3.8, en el 4.5? No he leído eso en ninguna de las 320 páginas del acuerdo. Sería un hecho inédito que a un grupo subversivo que está peleando con el Estado se le dé la potestad de reparar económicamente a las víctimas”. Luego la reparación no les compete a las Farc, sino al Estado, que, según afirma Timochenko, “se está haciendo el pendejo”.
Ya es muy evidente que los colombianos tendremos que pagar con nuestros impuestos los actos terroristas de las Farc. Los compromisos adquiridos por el gobierno Santos están mimetizados entre los incisos. Ni Timochenko sabe o quiere saber dónde están, ni nadie, entre negociadores, Gobierno, cortes, JEP, los encuentra.
Y en este doloroso aniversario de los 19 años del carro bomba en el Club El Nogal, tendremos que tragarnos un embuste, como si fuera verdad: que víctimas y victimarios somos iguales, que la autoridad del Estado es la verdadera culpable de esta barbarie. Y que el día en que las víctimas de las Farc les saquen su tajada de compensación a las arcas públicas, estaremos listos para borrar con el codo la sangre que allí se derramó. Y a empezar un nuevo capítulo en la vida nacional, reconciliadas la sociedad civil y las Farc, gracias a que a los colombianos nos pusieron a reparar nuestra culpa por todo el desastre.
Entre tanto... Covid: ¡estás que te vas, y te vas, y te vas, y no te has ido!
https://www.eltiempo.com/, Bogotá, 12 de febrero de 2022.