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Thierry Ways          

Colombia debe estar en guardia frente a posible injerencia electoral de ‘bodegas’ internacionales.

Decir a estas alturas que en las redes sociales predomina una atmósfera tóxica no es ninguna novedad. Es como decir que en el infierno se respira un inconfundible olor a azufre. Pero una cosa es la toxicidad de la atmósfera y otra cosa, embotellarla con fines específicos; del mismo modo que el azufre, aplicado en las proporciones correctas, deja de ser un simple contaminante y se convierte en un ingrediente de la pólvora.

Solo que esta pólvora no es de naturaleza química. Sino virtual o digital. No tiene como finalidad destruir edificios o propulsar proyectiles, sino reventar y dividir a la sociedad. Sembrar desconfianza y desazón. Confundir. Y nadie maneja mejor esa peligrosa sustancia que el ‘bodeguero’ gobierno del Kremlin.

Gracias a investigaciones de agencias de inteligencia y de la prensa internacional, hoy sabemos que en 2016 hubo una campaña organizada y promovida desde Rusia para incidir en el clima electoral de los Estados Unidos. Qué tanto pueda decirse que Trump les debe la victoria a los rusos es materia de debate. Pero no cabe duda de que Moscú cuenta con la capacidad de apuntar hacia una sociedad al otro lado del planeta y usar las redes sociales como un arma que contagia discordia entre sus ciudadanos.

Se hace a través de ‘granjas de troles’ o, como las llamamos acá, ‘bodegas’: batallones de cibernautas enchufados a la red cuya misión es reproducir memes o mensajes favorables para sus clientes o perjudiciales para sus enemigos. Es una operación de engaño, como las de las guerras: el bodeguero aparenta ser una persona común y corriente, pero en realidad es un adolescente con algo de castellano, trinando a sueldo lo que le ordenen sus superiores desde un sótano en Nigeria o San Petersburgo.

En otras ocasiones simplemente se esparce información falsa o contradictoria, con el objeto de exacerbar la polarización existente. Una variante posmoderna de la antigua táctica marxista de ‘agudizar las contradicciones del sistema’.

Estas son insidiosas armas psicológicas que, desplegadas en tiempos de alta tensión social, pueden influir en la opinión pública de forma mucho más efectiva que los medios de comunicación masiva tradicionales. Y permiten hacerlo a distancia, subrepticiamente, sin ensuciarse las manos.

No sabemos qué tanto interés tenga Moscú en llevar a cabo operaciones de este tipo en Colombia, pero hay indicios inquietantes. Hace rato nuestros servicios de inteligencia alertan sobre la cercanía de Rusia con el régimen de Nicolás Maduro, a quien bastante le agradaría incidir en nuestras elecciones. La Unidad Investigativa de este diario halló que “dicho nexo no solo es robusto y con alcance en diferentes terrenos, sino que bien puede serles funcional a poderosos actores externos si tienen la intención de ejercer algún tipo de influencia sobre las elecciones (DE) este año”. Como si fuera poco, Rusia no es solo aliada de Venezuela, sino también de Cuba y Nicaragua: la trinidad siniestra de la antidemocracia en el Caribe.

Lo más grave es que, como dice el analista digital Diego Santos, nuestro país no está preparado para desafíos de este tipo. “Esta nueva Guerra Fría (...) no girará en torno a amenazas de combate de tropas, sino a enfrentamientos cibernéticos. En ese juego, Colombia presenta una vulnerabilidad enorme”.

Por el momento no hay nada oficial, solo sombras y rumores. Pero, considerando los intereses geopolíticos de Rusia en nuestra región, la evidencia acumulada sobre las bodegas del Kremlin, el antecedente de 2016 y el delicado momento que atraviesa Colombia, sería ilógico no precavernos contra un posible intento de injerencia electoral. De parte de Rusia o de cualquiera. No vaya a ser que un país extranjero nos ponga a bailar un desacompasado chachachá.

https://www.eltiempo.com/, Bogotá, 12 de febrero de 2022.

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