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Néstor H. Martínez  

Su historia es fascinante por tratarse del más valioso tesoro sumergido, desde la Colonia.

Afinales del 2015 se hallaron los restos del galeón San José en aguas territoriales de Colombia, cerca de Cartagena. La historia del San José y de su colapso es fascinante. Fue impactado por los ingleses el viernes 8 de junio de 1708, cuando zarpaba para Cádiz, cargado de doscientas toneladas de oro, plata y joyas. Desde entonces, el San José se convirtió en una leyenda, en una obsesión de los cazafortunas y en un objetivo de todos los gobiernos, por tratarse del más valioso tesoro sumergido, desde los tiempos de la Colonia.

En el gobierno del presidente Barco, por ejemplo, se tuvieron noticias de que en una cajilla de seguridad bancaria se depositaba información precisa del San José. Las autoridades consideraron inviables las alternativas legales para abrirla, propuestas por el asesor presidencial Humberto de la Calle, y nunca pudo establecerse si la historieta era fidedigna.

En el 2015 apareció en escena el arqueólogo cubano Roger Dolley, quien dedicó muchos años al estudio del San José, en el Archivo de Indias y en el de Simancas. Concluyó que podía establecerse el lugar donde yacía el pecio, a partir de una península identificada por los náufragos españoles, cuyo nombre no aparecía en documentos de la época, hasta que milagrosamente se encontró en un mapa de la Biblioteca del Congreso de Estados Unidos.

Con base en estos documentos y gracias a la determinación de la ministra Mariana Garcés, el 28 de noviembre de 2015 se obtuvo evidencia del naufragio en aguas cercanas a Barú. Ese sábado el Gobierno me solicitó que, como miembro de la Comisión de Especies Náufragas, visitara un apartamento en la zona del Castillo, frente a la bahía de Cartagena, para acceder a las pruebas obtenidas. Allí encontré a Roger Dolley, acompañado de su esposa, nacida en Pereira, y de investigadores extranjeros, uno de los cuales había participado en el rescate del Titanic. Al abrir las imágenes en un computador, surgieron fotos muy nítidas. Al preguntarle a Dolley por qué podía confirmarse que se trataba del San José, me mostró que los cañones de bronce tenían el escudo de la corona española, prueba inequívoca del hallazgo.

Los presentes aplaudieron de júbilo. Y lloraron. Seguro intuían el enredo diplomático y jurídico que vendría. Aunque una corte gringa sentenció en 2011 que el galeón es colombiano, España sostiene que se trata de un “patrimonio común subacuático”, pese a que Colombia no forma parte de las convenciones que aluden al concepto. Además, sobre la cooperación técnica para recuperarlo, el ministro de Cultura español, Miguel Iceta, me manifestó el pasado mes de octubre no tener información e, inclusive, me compartió que en una conversación reciente con nuestra ministra de Cultura no habían tocado el asunto.

En el 2018 se abrió una licitación para una asociación público-privada (APP) que pretendía rescatar el galeón y abrir un gran museo en Cartagena, que se pagaría con la comercialización de algunas de las piezas a bordo del San José, autorizada por la Ley 1675/13. El plazo para presentar ofertas competitivas venció hace años, sin que se presentara algún interesado. Ahora la APP parece inviable, porque el Consejo Nacional de Patrimonio Cultural determinó que todo el pecio es patrimonio cultural de la nación y no puede comercializarse.

Lo del San José ha sido solo enredos jurídicos desde un comienzo. Ojalá lo que se decida evite más pleitos. Mientras tanto, el galeón estará expuesto a su vandalización, no conoceremos en años esta joya histórica y seguirán en veremos más de 10.000 millones de dólares, según su valoración. Algo más del diez por ciento de nuestra deuda pública externa.

Taponazo. Hace varias semanas fue imputado Fabián Sanabria por presunto abuso sexual a uno de sus estudiantes. Mientras, la Universidad Nacional guarda silencio. ¿Hasta cuándo?

https://www.eltiempo.com/, Bogotá, 22 de enero de 2022.

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