A partir de esta premisa, lo que se da entonces como primer paso, es una lucha de clases, tan tenaz que solo se logra con la eliminación de la llamada clase burguesa. Adobada esta postura con un discurso que tiene su fundamento en que los males de la sociedad se deben al capitalismo y que este debe ser aniquilado. Según esta premisa, la armonía y la paz social sólo serán posibles en una sociedad comunista, sin clases sociales.
Esta filosofía suena muy compasiva, pero que encuentra sus inconvenientes cuando los medios de producción de bienes, el aparato productivo, deben pasar a manos del estado y desaparece el libre mercado, el emprendimiento individual y la iniciativa privada. Porque el comunismo básicamente trata, que satisfacer las necesidades individuales deberá estar subordinada y por debajo de la necesidades de los demás. De allí que deba eliminarse la propiedad privada sobre los medios de producción de bienes.
Este discurso ha logrado posicionar la palabra “capitalismo” como un engendro del mal. Cuando es todo lo contrario, el libre mercado y el capital son congénitos al ser humano.
Vladimir Lenin (1870-1924) siempre planeo como estrategia, que la implantación del comunismo en Alemania reforzaría sus proclamas y sería la semilla que se irrigaría por toda Europa. Igual lo ideó Fidel Castro, que sembrar el comunismo en Colombia es tan estratégico como lo era para Lenin en la Alemania. La táctica era empezar con Ecuador, Bolivia, Nicaragua pero sobre todo con Venezuela, que a través de los sentimientos desproporcionados acerca del pensamiento de Simón Bolívar, Hugo Chávez había empezado a implantar en un “sancocho ideológico” los derroteros de esa doctrina que hoy muestra al mundo sus nefastos logros, y que tendría que hacerse a través de su riqueza petrolera, lo que permitiría su fácil exportación. Y que la semilla en Colombia ya estaba sembrada con los movimientos subversivos y con el fundamental apoyo financiero de la bonanza cocalera.
Según se desprende de manera camuflada del acuerdo de La Habana, sólo con la destrucción del estado capitalista es posible alcanzar una paz verdadera. Se podría preguntar si las Farc quiere una paz como la de Marx.
En todo caso Álvaro Uribe Vélez es el muro de contención, la muralla que no permite la entrada del comunismo en Colombia. Y ha sido tan porfiado e incomodo para el surgir de este propósito, que se podría pensar que la principal maniobra para la implementación de la paz como la quiere las Farc es con la necesaria aniquilación de Uribe Vélez.
@GabrielTorices
https://www.losirreverentes.com/, Bogotá, 20 de enero de 2022.