El cobarde atentado la noche del viernes pasado en Cali, cerca de Puerto Rellena –que fue epicentro de las violentas protestas de abril y mayo del año pasado–, contra miembros del Esmad de la Policía Nacional por parte del Eln, por fortuna no cobró vidas, como era la macabra intención de los terroristas, que horas después reconocieron su autoría. Sí dejó heridos a 13 policías y a un civil, quienes se recuperan satisfactoriamente.
Lo primero que hay que decir es que Cali no está sola. Tiene, en principio, y esa es una fuerza poderosa, a una sociedad y un empresariado que se han sobrepuesto y han rechazado la violencia. Este es, así mismo, un sentimiento generalizado en el país, ya cansado de muertos, masacres y ataques terroristas, especialmente por este grupo, el mismo que el 17 de enero de 2019 causó dolor y luto, con la explosión de un carro bomba en la Escuela de Cadetes General Santander, que asesinó a 22 cadetes.
También, por supuesto, están en Cali la institucionalidad civil y militar, quienes se han hecho presentes, con el ministro de Defensa, Diego Molano, a la cabeza, no solo para manifestar su solidaridad con la ciudadanía y la capital del Valle del Cauca, sino para tomar acciones, como llevar más pie de fuerza y equipos investigativos. Además de ofertas de recompensa, la más alta de 1.000 millones por alias el Rolo, un cabecilla sanguinario, experto en este tipo de atentados, y 350 millones por los autores materiales del hecho. Es de esperar, claro está, que haya prontos resultados.
Esta ciudad es una de las que más sacrificios han puesto en los últimos tiempos en la lucha contra grupos violentos y del narcotráfico. Y en el paro nacional tuvo que vivir días muy difíciles. Pero Cali sabe salir adelante. Ya el año pasado, según el secretario de Seguridad y de Justicia de la ciudad, coronel (r) Carlos Soler, bajaron los homicidios en un 23 % en comparación con 2019, que es el año ‘normal’, antes de los confinamientos. Los hurtos cayeron en 14 % en diez modalidades. Así que ataques como el del viernes solo deben ser motivo de unidad y fortaleza social.
Pero no es solo la Sultana de Valle la que debe estar alerta y ponerse en pie ante desafíos como los que plantean los terroristas. Es el país, porque, según fuentes de inteligencia, a pesar de ser el Eln una organización policéfala, en realidad sin directriz jerárquica, el comando central en Cuba habría comisionado desde el 2020 al ‘Rolo’ para crear frentes de guerra urbanos en varias ciudades.
Luego de los fracasados acercamientos para abrir un diálogo con esta guerrilla, el ataque en uno de los principales centros urbanos es un mal presagio de la amenaza que se cierne sobre el proceso electoral, lo cual recuerda que ya en otras coyunturas similares este grupo pretendió causar desestabilización y minar la democracia.
Así que el atentado en Cali tiene que ser una voz de alerta nacional para una reacción en conjunto entre el Gobierno, las Fuerzas Armadas y la sociedad toda. Impedir el avance de los violentos adquiere de nuevo su carácter prioritario en el propósito permanente de construir una nación en paz y con futuro.
https://www.eltiempo.com/, Bogotá, 10 de enero de 2022.