Me da mucha pena pero quienes justificaban los bloqueos de abril y mayo del año pasado asegurando que se trataba de inofensivas manifestaciones pacíficas y alegres, de una juventud rebelde y una sociedad que despertaba para lograr grandes cambios, terminaron contribuyendo con el peor fenómeno inflacionario en varios años, que ahora se presenta. Así que cuando vaya a una plaza de mercado o a una tienda y se pregunte por qué las cosas están tan caras, recuerde los nombres de los líderes de aquel paro, los trinos de los políticos que los azuzaban y los dirigentes que después de una semana fueron escurriendo el bulto para zafarse de la responsabilidad pero que en realidad originaron buena parte de los desastres.
Lo que hubo en el segundo trimestre de 2021 fue penoso: cobró vidas, sirvió de elemento distractor de la Fuerza Pública para que los corredores por los que pasa el narcotráfico quedaran libres en el suroccidente del país, fue financiado –¡qué duda cabe!– por organizaciones terroristas como el Eln, que todavía le siguen sacando provecho al desorden y quebraron el tejido social y empresarial, causándoles un daño irreparable a miles de pequeños comerciantes y campesinos que siguen pagando los platos rotos de esos meses trágicos.
De manera que es claro que la inflación que ahora tenemos también se debe a los bloqueos.
Si se compara el comportamiento de la inflación anual en las principales economías de América Latina para 2021, se puede constatar que si bien a Colombia no le fue tan mal, la diferencia está esencialmente en los precios de los alimentos que fue muy superior al resto de países y los paros tuvieron una incidencia innegable.
Miren ustedes: durante mayo de 2021 –que fue el mes con la mayor afectación en materia de orden público– se registró una caída de 19,5 por ciento en términos anuales en el transporte de carga por carretera, lo que equivale a 6,1 millones de toneladas que se dejaron de mover.
El Valle, el Cauca y Nariño fueron las regiones que experimentaron la mayor reducción en las cantidades de alimentos en las centrales de abastos y no es ninguna coincidencia que fueran esos mismos los departamentos en los que más bloqueos se presentaron.
Los huevos, las carnes y las hortalizas, cuyos efectos en precios han mostrado ser persistentes, subieron desde entonces y ha sido difícil que bajen porque, entre otras cosas, lo que se destruye en un par de semanas cuesta mucho reconstruirlo en el término de unos meses.
El lío no es que el precio de un alimento aumente y ya. El problema verdadero es que el paro destruyó capacidad productiva y se generó una escasez de la que fue difícil reponerse rápidamente.
En mayo, la producción de caña de azúcar y de azúcar, por ejemplo, presentó caídas, en términos anuales, de 89 por ciento y 90 por ciento, respectivamente, y todo ocurrió en el Valle, donde los ingenios permanecieron bloqueados por causa de las acciones violentas de los manifestantes. ¿Y todavía hay quienes dicen que una cosa no tiene nada que ver con la otra?
El sacrificio de ganado vacuno y la producción de leche a nivel nacional presentaron contracciones, en términos anuales, de 10 por ciento y 17 por ciento. Los bloqueos generaron represamiento en el transporte de carga de ganado, lo que impidió el suministro hacia frigoríficos y una disminución en la oferta de carne de res.
No hay que ser un genio para entender que los daños que los bloqueos generaron sobre las cadenas productivas del sector avícola se mantuvieron durante varios meses después. Pero ahí están los políticos que ahora se quieren lavar las manos, insistiendo en que los paros nada tuvieron que ver con el dato final de la inflación.
¡No nos dejemos meter cuentos! Mantengamos viva la memoria de lo que nos pasó en abril y mayo de 2021 para que, ojalá, nunca lo volvamos a repetir o que, si nos da por esas, sepamos que no hay almuerzos gratis y que cada acción tiene una reacción.
https://www.eltiempo.com/, Bogotá, 10 de enero de 2022.