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Gabriel Rodríguez*  

Lo que más me gusta, y por supuesto al grueso de la población colombiana es la claridad meridiana de la Cabal para enunciar sus planteamientos, porque hace parecer, y en efecto así lo es, que gobernar es cosa sencilla, y que la política tradicional, consuetudinaria, de liberales, conservadores, o lo que Alvaro Gómez llamaba el Régimen se usa para beneficio propio, en la estrategia de “pescar en río revuelto”, y hacer creer que gobernar es algo muy complejo y difícil de realizar.

Gusta la Cabal porque nos señala que uno no gasta lo que no tiene, y que lo que se va a gastar tiene que  hacerse de manera  eficiente, de allí su propuesta de minimizar el Estado, reducirlo a su mínima expresión.

El Estado sólo debe existir para regular y controlar las reglas de juego ente los ciudadanos, sin perder jamás su sentido de protegerlos, desde el más grande al más chiquito, del más poderoso al más humilde, de allí el gran arraigo que ha tenido porque sus propuestas no son genéricas sino puntuales: cada región tiene sus propias y únicas soluciones, muy particulares, porque somos un país de regiones, y que el éxito está en complementarlas entre sí porque cada una tiene sus propias virtudes que al unirlas e integrarlas realizarán la gran virtud que puede ser Colombia.

Pero lo que más cala de su discurso es la claridad de estas propuestas, enunciadas con cifras exactas, con estrategias precisas y no genéricas, con instrumentos de financiación definidos, es decir tienen el soporte de un presupuesto y que su ejecución no sale del sombrero de un mago, sino con base a los ingresos recaudados por la política fiscal y los generados por la producción de la industria privada y mixta y las pocas estatales.

Y gusta mucho porque el pueblo está hastiado de los discursos veinte julieros de casi todos los demás candidatos como si al enunciar sus propuestas estas se fueran a realizar por el simple hecho de pronunciarla. Es quizás un defecto del idioma español, que hace pensar que al hacer una ley o una propuesta está se ejecuta sola como por arte de magia, con el solo hecho de pronunciarla.

Ya no más de lo mismo, el país necesita hechos concretos que se pueden lograr con presupuestos muy claros y defendidos y utilizados con eficacia.

El Estado no puede estar gastando en el presupuesto del año 22, en burocracia por ejemplo 220 billones de los apenas 350 que dispone anualmente para gasto e inversión social, es decir el 63% se gasta en pagar una nómina que además es paquidérmica. Es necesarísimo disminuir su tamaño, la gente se cansó que lo que paga de su bolsillo se gaste pagando funcionarios que no solamente no se necesitan sino que son ineficientes.

@GabrielTorices

https://www.losirreverentes.com/, Bogotá, 20 de octubre de 2021.

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