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Luis Guillermo Vélez Álvarez

El tema que me han propuesto para esta conferencia puede resultar un tanto insólito. Carl Menger (1840 – 1921) fue, antes que nada, un teórico de la economía, un científico, un apacible profesor de la Universidad de Viena y en forma alguna un activista o militante político que se hubiese levantado contra un régimen opresor y pudiese, por tanto, ser considerado como paladín de la libertad. 

Menger vivió tranquilamente su larga vida - perturbada al final por el desastre de la Primera Guerra Mundial y la caída de su amado Imperio Austrohúngaro - bajo la protección de la Monarquía de los Habsburgo, llegando, incluso, a ser tutor del único hijo varón del Emperador Francisco José I, el príncipe Rodolfo, a quien acompañó durante dos años en viajes de instrucción por Europa y las Islas Británicas. No, a Menger no le habría lucido en gorro frigio, símbolo de la libertad desde la Revolución Francesa.

Adam Smith, dicho sea de paso, también tuvo la fortuna de ser preceptor de un aristócrata, el duque de Buccleuch, a quien acompañó igualmente en sus viajes educativos por Europa. Tomen nota de mis datos por si saben de algún noble deseoso de aprender economía austríaca.    

El rasgo más importante de la escuela austríaca de economía es su carácter militante en defensa de la libertad, en pro de un gobierno limitado y en contra del socialismo. Esa militancia tiene un fundamento científico ya que, como veremos, las tesis que propugna surgen directamente de las premisas teóricas o de los resultados analíticos. Carl Menger es fundador de esa escuela, el maestro directo o indirecto de los grandes exponentes de esa línea de pensamiento, desde Böhm-Bawerk a Rothbard, a Kirzner, a Huerta de Soto y al muy brillante Ramón Rallo, pasando, claro está, por Mises. De ahí que la contribución de Menger a la causa de la libertad sea inmensa e imperecedera.

Las dos principales obras de Menger, en las que se basa esta charla, son esencialmente teóricas y extremadamente abstractas. Me refiero, evidentemente, a Principios de economía política y El método de las ciencias sociales[2]. Los Principios, que eran la primera parte de una obra de tres de la que las otras dos no vieron la luz, están dedicados a las teorías de valor y los precios, la cuestión más abstracta de la teoría económica; mientras que en El método se abordan cuestiones metodológicas que cuesta trabajo relacionar con las cuestiones eminentemente prácticas relacionadas con la defensa de la libertad en la sociedad moderna.

Ahora bien, de esas obras salen la teoría subjetiva del valor y la noción de orden espontáneo sobre las cuales se asientan las posiciones que en el orden práctico sostiene la escuela austríaca: el gobierno limitado, los mercados libres, la función empresarial, la libertad monetaria y el rechazo al socialismo.

La economía política es la hija dilecta de la filosofía liberal. Por eso no es sorprendente que, desde la definición de riqueza, Adam Smith ponga al individuo en el centro del análisis: la riqueza de una nación son las cosas necesarias y convenientes para la vida que se producen anualmente y según que esa producción guarde una proporción mayor o menor con el número de quienes la consumen, la nación será más o menos rica[3]. 

Esta definición de riqueza contrasta con la visión mercantilista. La riqueza es el flujo anual de producción de la nación en relación con el número sus habitantes. La riqueza de la nación no es el patrimonio de los mercaderes, ni el tesoro del estado, ni sus rentas, como pensaban los mercantilistas. “Conviene que el Príncipe sea rico y sus súbditos pobres” escribió Maquiavelo. A esta concepción se opone Smith. La riqueza de la nación es la riqueza de los individuos que la conforman, no la riqueza de los gobernantes.

Sin embargo, después de poner al individuo en el centro del análisis, Smith, por su incapacidad de resolver la llamada “paradoja del valor”[4], lo deja completamente de lado cuando aborda el problema central de la economía cual es la explicación de la relación de intercambio entre los bienes, la explicación de la formación de los precios. Este fracaso tendrá unas consecuencias desastrosas para la economía porque Smith no encuentra otra salida para explicar la formación de los precios que la suma de los costos, familiar a cualquier tendero de entonces y de hoy.

Evidentemente, para no quedarse en la circularidad de un precio explicando a otro precio, Smith pasa a las categorías distributivas propias de la época, de tal suerte que todo precio será la suma de los salarios, los beneficios y las rentas de los trabajadores, capitalistas y terratenientes que directamente o indirectamente participaron en su producción. Pero como esto no resuelve el problema de la heterogeneidad de los sumandos, la economía clásica se adentra en el “tour de force” de convertirlo todo en cantidades homogéneas de trabajo directo e indirecto en el que fracasan Ricardo, Marx y Mill.

Lo curioso y lo más enojoso de todo este asunto es que el fracaso de la teoría del valor trabajo en la explicación de la relación de intercambio entre los bienes – puesto en evidencia por Böhm-Bawerk en el caso de Marx – estuvo acompañado del éxito de la teoría sociológica de la distribución subyacente, que John Stuart Mill sintetizó en la tesis según la cual las reglas de la producción son de la misma naturaleza que la leyes de la física mientras que las reglas de la distribución están al arbitrio de la voluntad de los hombres[5].

Es en esta teoría de Mill, según la cual la producción se distribuye por reglas arbitrarias al margen del proceso de mercado, donde encuentran fundamento todas tesis sobre la injusta y desigual distribución del ingreso y sobre la necesaria intervención de un estado providente y bien intencionado que corrija la injusticia y la desigualdad.

Menger -conjuntamente con Jevons y Walras, pero de forma independiente – resuelve la paradoja del valor[6] añadiéndole al atributo de la utilidad de los bienes el de la escasez. Así, un bien es todo aquello que posee utilidad y un bien económico es el que es escaso con relación a la necesidad que de él se tiene. Por tanto, la riqueza del sujeto económico son los bienes económicos de que dispone y la riqueza nacional “es la totalidad de las riquezas de los individuos que componen un pueblo o una nación”[7].

Evidentemente no es el propósito de esta charla hacer una exposición minuciosa de la forma en que Menger construye sus teorías del valor y del precio. Sin embargo, es necesario explicitar los problemas teóricos que resuelve y las consecuencias que esas soluciones tienen para el análisis económico y la visión que se tiene de la economía capitalista. Son tres esos problemas, a saber:

·         El problema del tránsito del valor subjetivo a la realidad objetiva del precio.

·         El problema del valor y el precio de los bienes que no son de consumo inmediato y carecen por tanto de utilidad directa.  

·         El problema del valor y el precio de los factores primarios o naturales de producción.

El primer problema se resuelve con la teoría del intercambio y de la formación del precio en competencia y en monopolio, cuestiones que aborda Menger en los capítulos IV y V de los Principios. Este es un problema fundamental pues si no se explica la formación de los precios de todas las cosas y de los intereses, los salarios y las rentas, la teoría del valor subjetivo no pasaría de ser un ejercicio teórico-especulativo sin mayor relevancia. 

El segundo y el tercero con la teoría de la estructura vertical de los bienes y la teoría de la imputación de acuerdo con las cuales el valor y el precio de los bienes de orden superior – materias primas, bienes de capital – depende del valor y el precio de los bienes de orden inferior o bienes de consumo que contribuyen a producir. Así, el valor del horno en el que se asan y de las materias con que se elaboran – harina, huevos, leche, etc. – está determinado por el valor y el precio de los pandequesos que tienen ellos sí una utilidad directa para el consumidor.

El proceso de imputación sigue hasta que se llega a los factores primarios de producción, tierra y trabajo, con relación a los cuales Menger dice lo siguiente:

 “…el valor de la utilización del suelo se halla sujeto a las mismas leyes generales que regulan, por ejemplo, la utilización de las máquinas, herramientas, viviendas, fábricas y de todos los restantes bienes económicos”[8]

“El mínimo existencial (…) se convierte así en el principio a tenor de cual se regula el precio del trabajo más común, mientras que el mayor precio de las restantes prestaciones laborales se explicaría por las inversiones de capital o, respectivamente, por las rentas del talento o cosas similares”[9]. 

Las respuestas dadas a estos problemas por Menger, que sus discípulos irán perfeccionando posteriormente, llevan a la integración dentro de un mismo proceso de mercado la formación de los precios de los bienes de consumo, las materias primas, los bienes de capital y de los ingresos de sus propietarios, de los trabajadores y los dueños de las tierras.  

Los importante es entender que las teorías del valor alternativas – objetiva o del valor trabajo y subjetiva o del valor utilidad – dan lugar diferentes teorías de los precios y de la formación de ingresos de los llamados factores de producción o diferentes teorías de la distribución.

El fracaso de la teoría del valor trabajo en la explicación de las relaciones de intercambio o precios relativos deja sin fundamento alguno la teoría clásica de la distribución[10] tanto en la versión ya mencionada de Mill, en la de Marx y en la de Sraffa y sus discípulos neo-ricardianos en las cuales la “distribución” es un proceso arbitrario que no solo se da al margen de la formación de los precios, sino que lo determina[11].

De acuerdo con Menger y toda la economía austriaca, en el proceso de mercado, no hay “distribución”, solo producción e intercambio. La llamada “distribución del ingreso” surge cuando el estado se apropia mediante la tributación o el espolio de una parte de lo producido por un grupo personas para entregarlo a otras. La “distribución del ingreso” es un proceso político, no económico que no tendría lugar en una sociedad completamente libre.

En su ensayo Investigaciones sobre el método de las ciencias sociales, plantea Menger lo que considera el problema más sorprendente de las ciencias sociales:

 “¿Cómo pueden formarse instituciones que sirven al bien común y que tan importantes son para su desarrollo sin una voluntad común dirigida a su creación?”[12]

Este interrogante no puede sino recordarnos este maravilloso texto de Adam Smith:

“Esta división del trabajo, que tantas ventajas reporta, no es en su origen efecto de la sabiduría humana, que prevé y se propone alcanzar aquella general opulencia que de ella se deriva. Es la consecuencia gradual, necesaria, aunque lenta, de una cierta propensión de la naturaleza humana que no aspira a una utilidad tan grande: la propensión a cambiar, a permutar, cambiar o negociar una cosa por otra”[13]

Nadie se inventó, por así decirlo, la división del trabajo previendo sus enormes beneficios. Es un resultado de la interacción social. Aquí hay un concepto importante, central en el pensamiento de Smith: es la idea según la cual la interacción social produce resultados no esperados ni buscados por ningún agente en particular[14].

Menger distingue entre las instituciones de origen orgánico, es decir, las que son el resultado no intencionado ni planificado de las acciones individuales dispersas, y las instituciones de origen pragmático, es decir, las que son creadas conscientemente con un propósito definido[15]. Este tema es desarrollado también por Wieser, quien distingue entre organizaciones sociales y formaciones históricas[16], y se encuentra presente la obra de todos los grandes autores de la tradición austríaca pues es, nada más ni nada menos, que el fundamento racional de la oposición al socialismo y al intervencionismo estatal. 

A mi modo de ver la presentación más acabada hasta ahora del concepto de “Orden Espontáneo”, es la de Hayek en su gran obra Derecho legislación y libertad[17]. En el capítulo segundo, del primero de los tres libros que la componen, Hayek recurre a la distinción entre los términos griegos Taxis y Cosmos para establecer el contraste, en el cual está basado de su investigación, entre Orden Construido y Orden Espontáneo o, si se prefiere, entre Organización y Organismo. 

“El orden construido, al que nos hemos referido como a un orden exógeno o un arreglo, puede describirse también como una construcción, un orden artificial o, especialmente cuando se trata de un orden social dirigido, como una organización. Por otro lado, el orden que se forma por evolución, al que nos hemos referido como un orden que se autogenera o endógeno, puede describirse como un orden espontáneo. Los griegos clásicos tenían más suerte al disponer de términos diferentes para designar estos dos tipos de órdenes, a saber, Taxis para el orden creado (…) y Cosmos para el orden formado por evolución”[18].

El orden espontáneo – que para Hayek es un concepto análogo al de Sociedad Abierta de Popper[19] o Gran Sociedad de Smith[20] – está bajo la amenaza de todos los reformadores – desde los socialistas utópicos a los progresistas modernos, pasando por Marx y sus discípulos - que no son capaces de concebir un orden que no haya sido creado deliberadamente y que, en particular, ven el funcionamiento mercado como un proceso caótico que genera crisis y desigualdad y que, por tanto, debe ser abolido o radicalmente intervenido para evitar las crisis de sobre producción e implantar la “justicia social”.

La defensa de la libertad y la oposición al socialismo y al intervencionismo no es cuestión de opinión sino un asunto de conocimiento[21] puesto que están basadas, en definitiva, en la comprensión de la noción orden espontáneo y del conocimiento del funcionamiento del orden de mercado, cuyo fundamento último se encuentra en instituciones – división del trabajo, intercambio voluntario, la propiedad, el dinero y el cálculo económico - cuyo origen se pierde en la más remota historia de la humanidad y que han evolucionado a lo largo de los siglos.

Bibliografía.

Hayek, F.A. (1992). Las vicisitudes del liberalismo. Ensayos sobre Economía Austríaca y el ideal de libertad. Obras Completas, Volumen IV. Unión Editorial, Madrid, 1992.

Hayek, F.A. (2006). Derecho, legislación y libertad. Unión Editorial, Madrid, 2006.

Gloria-Palermo, S. (2013). L´école économique autrichenne. Éditions La Décoverte, Paris, 2013.

Menger, Carl (1871, 1996). Principios de economía política. Unión Editorial. Ediciones Folio, Barcelona, 1996.

Menger, Carl (1883, 1884, 1889, 2006) El método de las ciencias sociales. Unión Editorial. Madrid, 2006.

Mill, J.S. (1848, 1978). Principios de economía política. Fondo de Cultura Económica, México, 1978.

Popper, K.R. (2008, 2010). Después da La sociedad abierta. Escritos sociales y políticos. PAIDÓS, Barcelona, 2010.

Rothbard, M.N. (1999) Historia del pensamiento económico Volumen I. El pensamiento económico hasta Adam Smith. Unión Editorial, Madrid, España, 1999.

Smith, A. (1776, 1979). La riqueza de las naciones. Fondo de Cultura Económica, México. 1979.

Smith, A. (1759, 1997) La teoría de los sentimientos morales. Alianza Editorial, Madrid, 1997.

Sraffa, P. (1960,1975). Producción de mercancías por medio de mercancías. Oikos-Tau Ediciones, Barcelona, 1975.

[1] Texto de la conferencia dictada el 30 de septiembre de 2021 por invitación del Instituto Thomas Jefferson y La Sociedad Bastiat de Argentina.

[2] Este es el título, bastante adecuado, bajo el cual Unión Editorial publicó, en su colección Clásicos de la libertad, los tres trabajos de Menger consagrados al método científico, a saber: Investigaciones sobre el método de las ciencias sociales y de la economía en particular (1883), Los errores del historicismo en la economía política alemana (1884) y Elementos de una clasificación de las ciencias económicas (1889).

[3] “El trabajo anual de cada nación es el fondo que en principio la provee de todas las cosas necesarias y convenientes para la para la vida y que anualmente consume el país. Dicho fondo se integra siempre con el producto inmediato del trabajo, o con lo que mediante dicho producto se compra de otras naciones. De acuerdo con ello, como este producto o lo que con él se adquiera, guarda una proporción mayor o menor con el número de quienes la consumen, la nación estará mejor o peor surtida de las cosas necesarias y convenientes para apetecidas”. Smith (1776, 1979) página 3.

[4] “Las cosas que tienen un gran valor en uso tienen comúnmente escaso o ningún valor en cambio, y al contrario, las que tienen un gran valor en cambio no tienen, muchas veces, sino un pequeño valor en uso o ninguno. No hay nada más útil que el agua, pero con ella apenas se puede compra cosa alguna ni recibir nada en cambio. Por el contrario, el diamante apenas tiene valor en uso, pero generalmente se puede adquirir, a cambio de él, una gran cantidad de otros bienes” Smith (1776, 1979) página 30

[5] “Las leyes y las condiciones que rigen la producción de la riqueza participan del carácter de realidades físicas. En ellas no hay nada de arbitrario o facultativo. (…) No sucede lo propio con la distribución de la riqueza. Esta depende sólo de las instituciones humanas. Una vez existen las cosas, la humanidad, individual o colectivamente, puede disponer de ellas como le plazca. Puede ponerlas a disposición de quien le plazca y en las condiciones que se le antojen”. Mill, J.S. (1848, 1978). Página 191.

[6] En honor a la verdad hay que decir que ya Ferdinand Galiani, más de un siglo antes que Menger, Walras y Jevons, había resuelto la célebre paradoja con esta elegante fórmula: “Es evidente que el aire y el agua, muy útiles para la vida humana, no tienen ningún valor porque no escasean. Por otra parte, un saco de arena de las costas de Japón sería una cosa extremadamente rara, pero, a menos que tenga cierta utilidad, carece de valor”. Galiani, Della Moneta, citado por Rothbard en Historia del pensamiento económico Volumen I. El pensamiento económico hasta Adam Smith. Unión Editorial, Madrid, España, 1999. Página 447.

[7] A Menger no le gustaba mucho la noción de “Riqueza Nacional” y la aceptó con reservas. “Cuando los problemas se refieren exclusivamente a la determinación cuantitativa de la llamada riqueza nacional, puede considerase como riqueza nacional la totalidad de las riquezas de los individuos que componen un pueblo o nación. Pero cuando, a parir de la magnitud de la riqueza nacional, se pretende sacar conclusiones sobre el nivel de bienestar de un pueblo, o cuando se trata de aquellos fenómenos que son el resultado del contacto de cada uno de los agentes económicos, la concepción de riqueza nacional, entendida en el sentido literal de la palabra, desembocará forzosamente en frecuentes errores. En todos esos casos deberíamos más bien considerar la riqueza nacional como el conjunto de riquezas de los individuos de un pueblo y deberíamos prestar atención a la diferente medida de estas riquezas individuales”. Menger, C (1871,1997). Página 100-101.

[8] Menger, Carl (1871, 1996). Página 153.

[9] Menger, Carl (1871, 1996). Página 154.

[10] “La ineficiencia de la teoría de los precios, de los salarios, de la renta y de los intereses del capital a ella ligadas, hacía necesaria la reforma de la ciencia económica. La teoría de que la cantidad de trabajo empleada para producir un bien, o sea su coste de producción, regula la relación de intercambio entre los bienes, que tenía que explicar el fenómeno de los precios, se reveló contraria a la experiencia y claramente insuficiente ante un examen más profundo. Muchas cosas, a pesar del trabajo que se emplea en producirlas y los altos costos de producción, alcanzan precios muy bajos y a veces ni siquiera obtienen precio alguno, mientras que a menudo los bienes que nos ofrece la naturaleza a menudo alcanzan precios elevados. Es evidente – sin hablar de otros fenómenos – que la explicación del beneficio neto de la empresa, de la renta neta y del interés neto del capital, es decir, la explicación de muchos fenómenos mediante la teoría mencionada, tropieza con dificultades insuperables, pues se trata de fenómenos que no pueden reducirse a sus costes de trabajo o de producción. Quienes formularon la teoría económica no pudieron menos de pensar acaso que el precio que pagamos por un bien no depende del trabajo o de los costes de su producción, sino que, por el contrario, a precios ventajosos” Esta cita proviene de la introducción a la edición italiana de los Principios de 1889 y está en el Estudio Introductorio de Darío Antiseri a El método de las ciencias sociales, libro que recoge los tres trabajos de Menger sobre la cuestión del método. Ver: Menger, Carl (1883, 1884, 1889, 2006) páginas 17 – 18.

[11] Escribe Sraffa: “El tipo de beneficio, en cuanto es una razón, tiene un significado que es independiente de cualquier precio, y pude ser, por tanto, dado antes de que los precios sean fijados. Es así susceptible de ser determinado desde fuera del sistema de producción, en especial, por el nivel de los tipos monetarios de interés”. Sraffa (1960, 1975). Páginas 55-56.

[12] Menger, Carl (1883, 1884, 1889, 2006) página 222. 

[13] Smith, A. (1776, 1979). Página 16.

[14] Eso remite a la metáfora de la Mano Invisible: “Cuando prefiere la actividad económica de su país a la extranjera, únicamente considera su seguridad, y cuando la dirige de tal forma que su producto represente el mayor valor posible, sólo piensa en su ganancia propia; pero en este como en muchos otros casos, es conducido por una mano invisible a promover un fin que no entraba en sus intenciones. Mas no implica mal alguno para la sociedad que tal fin no entre a formar parte de sus propósitos, pues al perseguir su propio interés, promueve el de la sociedad de una manera más efectiva que si esto entrara en sus designios” Smith, A. (1776, 1979). Página 402

[15] Escribe Menger: “No es necesario observar la extrema afinidad que existe entre el problema del origen de las formaciones sociales que surgen de manera no intencionada y el problema de la formación de aquellos fenómenos económicos a los que acabamos de referirnos. El derecho, el estado, el dinero, los mercados, todas estas formaciones en sus distintas formas fenoménicas y en sus cambios incesantes son, en no pequeña parte, producto espontáneo de la evolución social: los precios de los bienes, el tipo de interés, la renta de la tierra, los salarios y muchos otros fenómenos de la vida social en general y de la económica en particular muestran exactamente la misma peculiaridad, y tampoco su comprensión puede ser pragmática sino más bien análoga a la de las instituciones sociales surgidas de manera no intencionada. De este modo, la solución de los problemas más importantes de las ciencias sociales teóricas, y en particular de la economía teórica, se halla estrechamente relacionada con la cuestión de la comprensión teórica de los orígenes y las transformaciones de las formaciones sociales surgidas de manera no orgánica” Menger, Carl (1883, 1884, 1889, 2006) páginas 222 y 223.  

[16] Gloria-Palermo, S. (2013). Página 69.

[17] A mí no me cabe la menor duda de que esta obra - cuyo subtítulo es: Una Nueva formulación de los principios liberales de la justicia y la economía política – no solo es la más importante obra de Hayek sino también la más importante obra de filosofía política liberal del siglo XX.

[18] Hayek, F.A. (2006). Página 60.

[19] “Por Sociedad Abierta entiendo una forma de vida social y los valores que tradicionalmente se aprecian en esa vida social, como por ejemplo, la libertad, la tolerancia, la justicia, la libre búsqueda del conocimiento por el ciudadano, su derecho a diseminar el saber, la libre elección de los valores y creencia y su búsqueda de la felicidad (…) Quisiera proponer aquí la tesis de que la idea de una sociedad libre y abierta conlleva la exigencia de que el Estado exista al servicio del individuo humano – en aras de sus ciudadanos libres y su libre vida social, es decir, en aras de la sociedad libre – y no al revés. Esto conlleva la exigencia de que debemos hacer que la función del Estado sea servir y proteger la sociedad libre de sus ciudadanos” Popper, K.R. (2008, 2010).   Páginas 309-310.

[20]  “El hombre doctrinario, en cambio, se da ínfulas de muy sabio y está casi siempre tan fascinado con la supuesta belleza de su proyecto político ideal que no soporta la desviación de la más mínima parte del mismo. Pretende aplicarlo por completo y en toda su extensión, sin atender a los poderosos intereses ni a los fuertes prejuicios que pueden oponérsele. Se imagina que puede organizar a los diferentes miembros de una Gran Sociedad con la misma desenvoltura con que dispone las piezas en un tablero de ajedrez.  No percibe que las piezas de ajedrez carecen de ningún otro principio motriz salvo el que les imprime la mano, y que en el vasto tablero de la sociedad humana cada pieza posee un principio motriz propio, totalmente independiente del que la legislación arbitrariamente elija imponerle. Si ambos principios coinciden y actúan en el mismo sentido, el juego de la sociedad humana proseguirá sosegada y armoniosamente y muy probablemente será feliz y próspero. Si son opuestos o distintos, el juego será lastimoso y la sociedad padecerá siempre el máximo grado de desorden” Smith, A. (1759, 1997) Página 418.

[21] “La demostración de que las diferencias entre socialistas y no socialistas radican, en última instancia, en aspectos puramente intelectuales capaces de solución científica y no en diferentes juicios de valor me parece que es una de las conclusiones más importantes de la línea de pensamiento llevada a cabo en este libro” Hayek, F.A. (2006). Página 20.

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