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Luis Guillermo Vélez Álvarez                                                                      

Al tiempo que se defiende del montaje urdido en su contra – deshaciendo en cada audiencia del juicio el tejido de mentiras que sustenta la acusación y evidenciando la falta de garantías con una juez descaradamente hostil y una fiscal abiertamente vinculada con una de las supuestas víctimas - todas las semanas, en incansable tournée, el Presidente Uribe recorre los barrios de Medellín, buscando movilizar la ciudadanía de cara a las elecciones de 2026; orienta foros programáticos con los precandidatos presidenciales de su partido y dicta conferencias de gran hondura intelectual en las mejores universidades del País, con extraordinaria aceptación entre los jóvenes estudiantes.

Con su elección, hace cincuenta y un años, como concejal del municipio de Salgar, patria chica de sus mayores, Uribe empezó la larga tournée de su vida política, que lo llevaría a la Presidencia de la República, en dos oportunidades, pasando por el Senado, la Gobernación de Antioquia, la Alcaldía de Medellín y, también, el Concejo, en el período 1984-1986, dejando su marca con un acuerdo que otorgó beneficios tributarios al sector cooperativo y el que creó a Metrosalud.

Es larga la lista de ilustres ciudadanos que han pasado por las curules del Concejo de Medellín a lo largo de existencia: finos intelectuales como Dionisio Arango Ferrer, Abel Naranjo Villegas y Luis López de Mesa; destacados empresarios como Oscar Duperly, Eduardo Uribe Botero, Genaro Pérez y Gonzalo Restrepo Jaramillo y dirigentes políticos de proyección nacional como los presidentes Carlos Eugenio Restrepo, Mariano Ospina Pérez y Álvaro Uribe Vélez.

Cuando Uribe llegó al poder en 2002, las Farc - contando con ingentes recursos del narcotráfico y 30.000 hombres en armas - habían expulsado de sus municipios a 241 alcaldes y estaban pasando de la guerra de guerrillas a la guerra de posiciones, tomándose una capital de departamento y cercando las principales ciudades del País. Era imposible salir de Bogotá, Cali o Medellín sin correr el riesgo de ser secuestrado o, a la menor resistencia, asesinado por los criminales que infestaban las carreteras y caminos de Colombia. Tal era entonces la capacidad militar de las Farc que, el 7 de agosto de 2002, con el propósito de asesinarlo el día de su posesión, lanzaron contra el Palacio de Nariño un masivo ataque de morteros que dejo 21 muertos y decenas de heridos.

La Seguridad Democrática frustró el proyecto de las Farc de tomarse el poder por la vía armada y esa es la razón profunda del odio que contra Uribe experimenta su principal acusador, el senador Iván Cepeda, hijo de un personaje que dio su nombre a uno de los frentes más sanguinarios de las Farc. Aparte de las motivaciones emocionales que pueda tener el senador Cepeda, es claro para la extrema izquierda que el mayor obstáculo a su perpetuación en el poder es la presencia de Uribe en la palestra política liderando la oposición a Petro y liderando al Centro Democrático y a todas las fuerzas de la libertad y la democracia en las elecciones de 2026.

10 de marzo de 2025

Publicado en Columnistas Nacionales

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