Pero lo que intuía el propio exrector es que lo que subyacía realmente, era la búsqueda con la linterna de Diógenes de un candidato que no fuera otra vez el signado por el expresidente Alvaro Uribe Vélez, como sucedió con Juan Manuel Santos y con Iván Duque, donde César Gaviria ha sido uno de los derrotados.
En todo caso el temor a la manzanilla gavirista y a la capacidad de maniobra politiquera del jefe liberal en decadencia, no dejaba que prendiera fácilmente la candidatura del exrector que, a pesar de su cara de Clark Kent, no lograba dar el salto, cual superhéroe, de salir a luchar por la justicia. Lucha que en buen romance significa recuperar el poder para el establecimiento y las viejas castas aristocráticas, que aún se rehusan a aceptar que su tiempo se ha agotado.
A estas alturas Alejandro Gaviria no sabía bien si era cierto que algunos le veían esas dotes presidenciales, o si la propuesta indecente era el resultado del afán de buscar un outsider o un antipolítico para ganarle la partida al que dijera Uribe, porque a pesar de todo, el motivo de los liberales, de los nuevos liberales con personería reencauchada y de los viejos liberales que tuvieron que tomarse el partido de la U para no sucumbir electoralmente, sigue siendo el inspirador de revanchas, el blanco de todos los que perdieron con y por él: Uribe.
Por eso no resultó raro que el exrector de los Andes recibiera visitas de los cazacandidatos, como Rodrigo Lara, Juan Manuel Galán, Roy Barreras y hasta de Antanas Mockus, que decidió sacarle literalmente el cuerpo a su antiguo socio y émulo Sergio Fajardo, por puros cálculos de matemático, al tiempo que los gaviristas de toda la vida como Humberto de la Calle, hacían votos para que Alejandro Gaviria se incorporara al ejercicio del sancocho de La Esperanza para disputarle el nicho a Fajardo. Candidato que de tibio pasó a disminuido, no solo por el abrazo santista, la retaliación petrista, sino por la evidente persecución que decidió casarle el Fiscal Francisco Barbosa, del que aún no se ha podido saber si le está metiendo mano al debate presidencial o si solo está sacando pecho con teorías traídas de los cabellos.
El caso es que Alejandro Gaviria aceptó el reto y no hay ninguna duda de que el que está brincando en una pata es el expresidente César Gaviria. Salió su candidato al ruedo. Pero no se necesita ser muy sutil para saber que los encargados de celebrarlo eran los gaviristas triple A, los de los medios. Daniel Coronell, a quien Gaviria decidió consentir desde que le otorgó el Noticiero de NTC, Noticias Uno, junto a sus socio, el testaferro del Cartel de Cali, Cesar Villegas, “El Bandi”, muy de la casa gavirista y muy amigote además de los Samper, Ernesto y Daniel, hoy socio de Coronell y de su hijo el humorista, en Los Danieles; todos ellos están de fiesta porque creen que les sonó la flauta y ya comienzan la ofensiva mediática, muertos de la dicha de que Alejandro Gaviria sea el tigre para enfrentar al que diga Uribe.
Pero el ex rector de los Andes tendrá que hacer milagros para que no se lo trague la manigua de los expresidentes Gaviria, Samper y Santos, que van a hacer hasta lo imposible para que el exministro de salud sea el que digan los tres tristes expresidentes, que querrán seguir tragando, y que por cuenta de Uribe y Duque vieron sustancialmente deteriorado su trigo en el trigal. Y qué decir que no se lo trague la manigua de los cultivos ilícitos, los acuerdos de las FARC que nunca cumplieron ni con las víctimas, ni con la entrega de armas y menos con la entrega de rutas de la coca. Y la manigua que ya comienza a devorarlo con la legalización de la marihuana, cosa que no le disgusta al ex rector, ni la de toda esa perorata populista de animalistas, minimalistas, tercersexistas, abortistas y defensistas de todo lo que hoy se considera políticamente correcto en contra de lo que fue en el pasado el actuar correctamente.
Y le va a quedar cuesta arriba subir la encuesta, porque la polarización no es una decisión personal. Desde la extrema izquierda se la van poner a cuadritos con sus memes, con sus trinos y con sus fakes. Y por más que se haga el loco, lo van a obligar a deslindar campos y en ese momento se convertirá en un radical contra los radicales y en un derechista para los extremoizquierdistas. Y por más que quiera dilatar, tendrá que llegar a defender o a controvertir lo que aún no se le ha explicado a quienes ganaron un plebiscito y fueron desfalcados por quienes firmaron unos acuerdos que los colombianos nunca aprobaron.
Seguramente muchos jóvenes que se enfrentan hoy al prohibicionismo de sus padres y de la sociedad en asuntos de marihuana y otras sustancias, le darán su voto de confianza al exrector que además defiende la yerba como algo inofensivo. Pero muchos padres que no quieren que sus hijos opten por lo políticamente correcto, sino por lo que siempre ha sido el actuar correctamente, le darán la espalda a Gaviria y sus Gavirias.