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Fernando Álvarez   

Aparentemente la decisión de la Corte Constitucional de revivirle la personería jurídica al Nuevo Liberalismo, es sana y justa. Pero aquí, como en casi todas las decisiones de las altas cortes de los últimos tiempos, hay que buscar dónde está el gato encerrado.

Lo primero que hay que decir es que, aunque sean mentiras algunos hechos, como el del número de muertos que cuentan ahora los nuevos contadores de historias, la Unión Patriótica sí fue víctima de la decisión de una extrema derecha para realizar un extermino en masa. Lo que significa que por razones políticas y de autodefensa, en esa extraña alianza entre militares, ganaderos, empresarios y narcotraficantes, se ejecutaron a muchos de los militantes de esa organización política y ese puede ser un argumento de peso para que la UP no haya alcanzado el umbral que le permitiría haber seguido con su personería vigente, de acuerdo con la normativa para estos efectos.

Es decir que por más datos acomodados, narraciones falsas y exageraciones que se hayan montado sobre el caso de la UP, en las que hasta se ha llegado a afirmar que el propio presidente Virgilio Barco lideró ese extermino masivo, el hecho cierto es que la organización para-guerrillera de la UP sí fue diezmada y su accionar político se disminuyó por efectos de la guerra de la ultraderecha contra ese partido, que valga la pena decirlo, era la expresión de la combinación de todas las formas de lucha de los comunistas. Al margen de que fuera una retaliación porque era contra el brazo político de las FARC, desde lo políticamente correcto, según el Acuerdo de La Habana, es válido restablecerles esa personería.

Pero en el caso del Nuevo Liberalismo, por lo menos alguien está devolviendo favores. El movimiento que lideraba el caudillo liberal Luis Carlos Galán Sarmiento no perdió la personería porque no alcanzó el umbral por efectos de la violencia política, o por ver reducido su número de activistas y de electores como se puede interpretar en el caso de la UP. Cuando Pablo Escobar y Gonzalo Rodríguez Gacha asesinaron al líder del Nuevo Liberalismo, este ya había tomado meses atrás la decisión de disolver su partido y había optado por reingresar al Partido Liberal, desde donde hacía campaña en 1989, al momento de su muerte.

Nada que ver. La señora Gloria Pachón, viuda de Galán, y otros lagartos políticos solicitaron ante el CNE el restablecimiento de la personería jurídica bajo la premisa de que en el Acuerdo Final suscrito entre las Farc-EP y el Gobierno Nacional, se dispuso que "los movimientos políticos que en el pasado tuvieron personería jurídica, pero que en razón de la violencia desaparecieron, tienen derecho al restablecimiento de la misma a efectos de ampliar y profundizar la democracia participativa". Le torcieron el pescuezo al Acuerdo de La Habana, cuyo espíritu, a pesar de lo ilegítimo que puede ser por haberse firmado contra la voluntad del plebiscito, es restaurar derechos políticos a las organizaciones víctimas de la violencia política. Y el movimiento de Galán nunca vivió como partido esta situación. El Nuevo Liberalismo no desapareció por razón de la violencia política, ni nada por el estilo, sino porque Galán lo disolvió para poder llegar a la presidencia por el liberalismo según lo pactó con el expresidente Julio Cesar Turbay Ayala.

El narcotráfico asesinó a Galán porque este se le atravesaba en su negocio al Cartel de Medellín y porque el candidato liberal iba a extraditar a sus jefes por sus actividades ilícitas. Y aquí hay que ser categóricos. Eso nunca fue violencia política. Eso era una acción del crimen organizado contra un aspirante a la presidencia, por razones económicas de un negocio ilegal. La violencia del crimen organizado no se puede convertir en violencia política. Eso fue violencia criminal y jamás fue dirigida contra la extinta organización partidista del candidato. Es necesario diferenciar lo que es violencia política contra una organización de lo que es violencia criminal contra un candidato.

Y aquí también hay que decirlo, es oportunista por parte de los herederos de Galán todo lo que han hecho para hacerse merecedores a beneficios del Estado con el cuento de que son víctimas de la violencia política. Los hijos del mártir liberal han pelechado descaradamente de los dineros públicos y por medio de la fundación que lleva el nombre de su padre han manejado a su albedrío recursos millonarios, al mejor estilo de los politiqueros que tienen por oficio esquilmar al Estado. Juan Manuel Galán, el impúber que catapultó a César Gaviria como portador de las banderas de su padre, no ha podido ser más desatinado en política. Considerar a sus escasos 17 años que podía escoger al heredero de la férrea lucha contra la corrupción política que libraba su padre, puede haber retrasado a Colombia en esa materia por lo menos 30 años.  En todo caso Gaviria, el que le dio casa por cárcel en su palacete llamado "la Catedral" a Pablo Escobar, no era ni de lejos el continuador de legado galanista.

Pero más allá de que esta personería jurídica es a todas luces sacada de la manga y no se explica muy bien cuál es la intención de la familia Galán, es claro que en todo caso nada tiene que ver con la doctrina ética del fundador del Nuevo Liberalismo. Un hombre de talla de estadista y comprometido en la lucha contra la corrupción y por el cambio de costumbres políticas, que poco y nada logró transmitir a sus herederos, a juzgar por las malas prácticas que han utilizado sus hijos en la actividad política, en la que nada tienen que envidiarles a los manzanillos y politiqueros que se han enseñoreado de este ejercicio, contra los cuales Luis Carlos Galán Sarmiento luchó hasta la muerte. El concepto de actividad política con que se han desarrollado estos politiqueros de nuevo tipo, no se guía por los principios de su padre. Ambos hijos, Juan Manuel y Carlos Fernando, son puesteros, manzanillos y politiqueros como el que más.

El uno, a la sombra de Gaviria, ha sido senador y hasta ahora no se le conoce ninguna lucha que le llegue a los tobillos a las gestas de su padre. El otro, a la sombra de Germán Vargas Lleras, que bien hoy podría ser el candidato del Nuevo Liberalismo, porque él si nació políticamente allí, ha compartido con lo peor de la clase política, que haría que su padre se revolcara en la tumba al ver los aliados de su hijo. Ahora son herederos de una marca que les permitirá negociar avales de cara a la próxima campaña para presidencia y congreso. Pero adivinen quiénes van a buscar ser avalados por los hermanos Galán Pachón: pues toda la escoria politiquera que ni siquiera es aceptada en los partidos actuales. O sea que serán del nuevo liberalismo los viejos oportunistas que andan buscando aval al precio que sea. Tremendo negocio tienen en sus manos estos nuevoliberalistas. O es que alguien se imagina que allí van a llegar en masa los líderes democráticos o sociales que no les interesan a los otros partidos

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