No hay sorpresa ninguna. Gaviria lleva meses enteros abonando el terreno. Puso a los medios de comunicación santistas a hablar del asunto para generar cierta expectativa.
Expertos en salud pública, coinciden al afirmar que Gaviria está sobrevalorado. Su paso por el ministerio de Salud estuvo colmado de espectacularidad, pero sin resultados concretos favorables para millones de colombianos.
A poco más de 8 meses de la primera vuelta, las cargas políticas empiezan a ajustarse. Por los lados del socialcomunismo, Petro está consolidado. El uribismo, navega en medio de la bruma, como siempre dando tumbos y sin claridad respecto del mecanismo que será implementado para escoger a su candidato. Y Santos, hábilmente, puso a correr a dos de sus fichas. Sergio Fajardo es la primera y, ahora, Alejandro Gaviria. Su objetivo: comprar un cupo para la segunda vuelta.
El panorama es escalofriante. En una hipotética segunda vuelta entre Petro y alguno de los candidatos de Santos, sería lamentable ver a todo el centro-derecha votando por el aspirante santista para evitar una victoria del neocomunismo.
El tiempo pasa muy rápidamente y las decisiones no se vislumbran. El presidente Uribe ha sido claro: hay que hacer política grande, plantear propuestas plausibles para solucionar los graves problemas que aquejan a la nación. Más importante que la mecánica, es el programa.
Pero lo cierto es que miles de electores uribistas expresan su desconcierto por la falta de información respecto de cuál será el futuro del partido y, por supuesto, cómo se consolidará la coalición con la que se llegará a la primera vuelta.
La inminente llegada de Alejandro Gaviria a la campaña, obliga a desempolvar viejos cuestionamientos y salidas en falso de ese individuo que, como es sabido, es un campeón del nepotismo.
Siendo ministro de Santos, Gaviria intrigó para que su esposa Carolina Soto fuera designada -con un sueldo multimillonario- como codirectora del Banco de la República (¡!).
No le quedará fácil a Gaviria posicionarse como el depurador de las malas costumbres en la política, habida cuenta de su maridaje con el expresidente Juan Manuel Santos uno de los mayores corruptores de la administración pública colombiana.
Gaviria fue uno de los hombres más poderosos del gobierno que, como está perfectamente evidenciado, se eligió y reeligió con dineros sucios de la corrupción de Odebrecht. Fue, así mismo, ministro durante la época oscura en la que el presupuesto nacional se ferió de manera vulgar a través de la nauseabunda figura de la mermelada.
Que nadie se llame a engaños: Alejandro Gaviria no es la figura de la renovación política colombiana. Él es una manifestación académica, ilustrada y radical del santismo. Así que, en consecuencia, corresponde evitar que ese dañino sector, que saqueó y destrozó a Colombia, llegue al poder el año entrante en cabeza del exministro estrella de Juan Manuel Santos.
@IrreverentesCol
https://www.losirreverentes.com/, Bogotá, 26 de agosto de 2021.