La tolerancia que hemos aprendido durante tantos años de violencia, no ha permitido una respuesta violenta a las provocaciones, insultos, señalamientos y deseos deliberados de incendiar el país para tener motivos para seguir gobernando, y el “cuero duro” que ya tenemos, no permite que las vociferaciones incendiarias del “emperador intergaláctico” nos produzcan ningún miedo y mucho menos terror. Hasta ahora se da cabezazos contra las paredes mientras nosotros esperamos que se equivoque protuberantemente contra la Constitución y se dará cuenta de que Colombia no le va a obedecer. Los antioqueños, por ejemplo, sabemos que no estamos obligados a obedecer a quien viole la Constitución para gobernarnos. ¡No está ni tibio! Y de ahí se deriva una ruptura con el Estado colombiano si acaso es incapaz de someter al delincuente Presidente, que tampoco es improbable. Muchas más comunidades de diferentes regiones actuarán con el mismo ímpetu de Antioquia y poco durará en Colombia, el poder dictatorial del pichoncito este.
Descontada pues esa posibilidad de dictadura, al señor, tenemos es que aplicarle la ley, como se viene haciendo, tumbándole Decretos, Resoluciones, proyectos de ley y leyes mal tramitadas, de un lado, y del otro, cerrando filas al lado de nuestras instituciones para consolidar el Estado de Derecho. Está en mora una convocatoria al pueblo de parte de nuestros congresistas para que en la calle exijamos unidos, respeto a la democracia colombiana, con todo y sus imperfecciones, derivadas de la influencia del narcotráfico y de toda clase de organizaciones narco terroristas y delincuenciales, pero, al fin y al cabo, nuestra bendita democracia.