Por aquel a quien la justicia solo le sirve si sus fallos le favorecen o la puede poner a su servicio o, de lo contrario, es capaz de incendiarla incinerando a sus máximos exponentes como pasó en la toma a sangre y fuego del Palacio de Justicia.
Por aquel que, disminuyendo la fuerza y la credibilidad de esa justicia, provoca que nos domine la inseguridad y que los criminales se amparen en la impunidad y la ausencia de control efectivo.
Por aquel que fomenta los atentados contra la industria y el comercio, financiando la primera línea criminal que destruye establecimientos públicos y privados, y paralizan la producción industrial mediante bloqueos estratégicos en el país.
Por aquel que desincentiva la inversión al amenazar con la expropiación de los bienes de quienes se han sabido ganar su riqueza mediante el trabajo honesto y denodado.
Por aquel que desestabiliza y empobrece a los constructores, porque las viviendas no podrán venderse, ya que los capitales se encuentran en fuga y muy pronto se acabará la demanda.
Por aquel que dice defender el medio ambiente, pero recibe el apoyo del ELN y FARC sin sonrojarse, sabiendo que son los mayores destructores ecológicos a través de la tala indiscriminada para la siembra de coca, y los desastres que causa la voladura de oleoductos.
Por aquel que nunca habla de desarrollo vial ni de infraestructura, pero exhibe con orgullo el apoyo de quienes utilizan como medio de presión terrorista la voladura de puentes y carreteras.
Por aquel que inculpa a los camioneros del país por el alza en los precios de los alimentos, cuando fueron víctimas directas de la violencia que él fomenta.
Por aquel que tiene como meta indiscutible la expropiación de los dineros pensionales, dejando en ruinas a millones de colombianos que ahorraron toda una vida para poder gozar de un merecido descanso.
Por aquel que critica el sistema educativo, pero se siente orgulloso de ser apoyado por Fecode, causante del fracaso de nuestra educación y de las mayores iniquidades pensionales.
Por aquel que utiliza los niños y adolescentes como carne de cañón en sus manifestaciones, y guarda silencio cuando son asesinados por sus camaradas de las milicias urbanas.
Por aquel que ha usufructuado el terrorismo y el narcotráfico de una manera descarada y vil, y hoy se sirve de su apoyo para intimidar, acorralar y ensombrecer a sus oponentes democráticos.
Por aquel que todo lo ha hecho violando la institucionalidad y desprecia los mandatos constitucionales, pero miente diciendo que fue el constructor de la constitución que nos rige.
Por quien dice atacar la corrupción, pero sus listas están atiborradas de corruptos.
Por quien dice ser la alternativa a los partidos tradicionales, pero se arrodilla ante ellos para conseguir una alianza que lo acerque a la presidencia.
Por aquel oligarca que dice aborrecer a los ricos y pretende entonces empobrecer al país para lograr la igualdad en la pobreza.
Por aquel para quien los resultados electorales solo son aceptables si le favorecen, pero, además, si los puede manipular para ganar con el fraude lo que le niegan las urnas.
¿Habrá necesidad de decir un nombre? Usted, amigo lector, podrá deducir fácilmente de quien se trata. Y a los seguidores del personaje descrito les quiero hacer una recomendación: no se desgasten con amenazas pues no lograrán intimidarme. Los reto más bien a que desvirtúen mis posiciones sin mencionar a Uribe o sin acusarme de “paraco”. Estoy seguro de que sin esos términos quedarán mudos, pues son los únicos argumentos que les acompañan.
Me ratifico entonces: ¡Cualquiera, menos el personaje descrito!