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José Obdulio Gaviria                                                                          

Colombia enfrentará en las elecciones presidenciales de  2026 la polarización—término inherente a la política— entre izquierda y derecha. Es la confrontación histórica natural.  Alejandro Gaviria, en entrevista en BLU, dice que no, que el Norte debe ser el Centro político, y que él y Fajardo son sus exponentes.

¡No, Alejandro! El centro político, que tu consideras una posición autónoma, no es, en realidad, más que una versión atenuada de la izquierda o la derecha; es decir, un azul o rojo pálido. El centro es una asociación de políticos indefinidos que sostiene que los extremos son inherentemente erróneos y que la verdad reside en el equilibrio. Sus miembros descalifican la firmeza y optan  por la tibieza. Son el club de los cómodos, reacios a defender soluciones difíciles, comparables a los Chamberlain y Poncio Pilatos que en el mundo han sido.

Los autodenominados “ninis” aconsejan que “ni muy a la izquierda, ni muy a la derecha; el centro es lo sensato”, pero no tienen escrúpulos en ser turiferarios de la izquierda, como lo fue Alejandro y lo han sido sus colegas centristas con Petro y el Pacto Histórico.

El centro ha sido una izquierda mansa -sin tener que ver con la engorrosa Primera línea- cuyo trabajo principal ha sido desacreditar la política de la Seguridad Democrática del presidente Uribe. Las posturas “centristas” e “imparciales” sabotearon la fumigación de cultivos ilícitos, los bombardeos a campamentos guerrilleros, la interdicción aérea con apoyo de EE. UU. y el uso de la fuerza para rescatar secuestrados. Fueron los “ninis” quienes inventaron la consigna “¡Acuerdo Humanitario, ya!” e impidieron durante años el rescate de Ingrid Betancourt y sus compañeros. El centro siempre fue amigo de la izquierda “petrosantista” y un adversario encubierto del ejercicio firme de la autoridad al que llamaba autoritarismo.

En los grandes conflictos políticos y económicos, el justo medio no ha sido la solución, ni lo ha sido postergar la confrontación. El centro ha allanado el camino a las ideas más destructivas del Socialismo del Siglo XXI, promovidas por los partidos del Foro de Sao Paulo. De hecho, el centro niega la existencia del “petrosantismo” y el “petrosantoschavismo”, molesto por reconocerse como el factor “santos” de esa ecuación. Alejandro, en un exceso de sinceridad, nos esbozó el perfil del estadista de su gusto: Boric, a quien rechaza el  62% de los chilenos, el artífice, según Financial Times, del estancamiento económico, el aumento de la delincuencia y la corrupción.

La moderación no es la clave; es una excusa para la inacción o, peor, para ocultar complicidades con la izquierda más radical. Un ejemplo claro fue el Plebiscito por la Paz de 2016, cuando el centro movilizó a millones a votar “Sí” en favor de un acuerdo impulsado por Iván Márquez, Santos y Petro.

Pretender “encontrar un equilibrio entre ambos lados” es, a menudo, una trampa; no todas las posiciones merecen igual peso. Especialmente si una corriente combate el crimen con decisión y la otra promueve negociaciones y apoya gestiones de senadores amigos de las FARC para que ofrezcan “paz total” e impunidad a los peores criminales a fin de que calumnien a los mejores colombianos.

El centro ondea banderas para agradar a todos sin resolver nada. Uribe desafió esta tibieza y redujo a la guerrilla y el narcotráfico a su mínima expresión; sin embargo, el “petrosantismo”, con su discurso de “sensatez” centrista, nos devolvió a las condiciones de violencia de 2002. En momentos de crisis, la moderación favorece a los poderosos: el “Sí” en el Plebiscito favoreció a las FARC, permitiendo que sus líderes se instalaran en el Congreso, mientras figuras como “Calarcá” heredaban el mando.

En las campañas, los “ninis” progresistas suelen encabezar las primeras encuestas; es lo habitual. Sin embargo, al cabo de meses, su apoyo cae por debajo del margen de error y terminan aceptando promesas de ministerio.

Pero en 2026 el escenario puede cambiar: el “petrosantismo”, hoy en el poder, tiene  muy pocas posibilidades de triunfo electoral. Por eso es  probable que la extrema izquierda nomine a un “compañero de viaje” que les lave la imagen; alguien capaz de engañar a una derecha desprevenida con su discurso woke o “inclusivo”. Y ahí es donde entra un nombre que les puede parecer extraño, Juan Daniel Oviedo. Otros dicen que Roy, otros que Amaya y, en fin…

La izquierda sabe mucho cuando de engañar se trata.

May 26, 2025

Publicado en Columnistas Nacionales

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