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Carlos Salas Silva                                                                                             

Lo que hace un mequetrefe es mequetrefear, permítanme el verbo acudiendo a un neologismo dramáticamente lúdico que tal vez sea el único aporte a la galaxia de nuestro indigno mequetrefe que no solo hace gala de su manera de mequetrefear acá, en la provinciana Colombia, sino que no pierde oportunidad para desplegar sus habilidades mequetrefudas viajando sin parar, tanto así que el día menos pensado ya habrá cumplido cien visitas al exterior como promotor excelso de la mequetrefeada como lo pudimos presenciar en su reciente visita a la posesión de Noboa -del que había puesto en duda la legitimidad de su elección sin ninguna prueba- para risa de algunos, vergüenza ajena de otros y desgracia de un país y una región que ya tenía suficiente y de sobra con el mamarracho venezolano del que nadie entiende como se mantiene en el poder teniendo una recompensa millonaria por su cabeza como en el lejano y salvaje oeste.

Nuestro mequetrefe pasó por Ecuador, luego de un largo, costoso e improductivo viaje a China y el Vaticano, en donde, como siempre, hizo gala de sus capacidades mequetréficas con su falsa y ridícula solemnidad mostrándose competente en su incompetencia la que, con su habitual desparpajo, no deja casi nada a la imaginación; personaje de comedia que habla y habla y no dice nada; que aparenta liderazgo sin asumir la responsabilidad de sus decisiones; que se pretende sabiondo y no sabe un carajo; que utiliza tecnicismo de los que no conoce su significado; que mete la cucharada como si fuese todo un experto escribiendo trinos interminables en estados alterados de consciencia.

Mequetréfica y mefistofélica es en esencia su actuación en el teatro del mundo en el que la audiencia ríe con esa triste risa de quienes son testigos de las horribles consecuencias resultantes cuando lo burlesco se sale del teatro al mundo real. Esa combinación lo hace aún más superficial, torpe con pretensiones y a la vez oscuro, perverso y malicioso. Qué mezcla más siniestra la del mequetréfico-mefistofélico que no pone peros al pactar nuestro destino con el diablo de la vanidad.

(Una definición de mequetréfico-mefistofélico solicitada a la IA: Dícese del individuo que mezcla la insignificancia parlante con la astucia maliciosa. Finge torpeza para disfrazar cálculo. Es el bufón que negocia el poder mientras todos ríen. La expresión mequetréfico-mefistofélico puede ser un arma sutil para desenmascarar falsas autoridades, cargos decorativos o perfiles inflados. Sirve tanto en tono humorístico como en sátira seria)

No tan solo mequetrefludo nuestro despreciable mequetrefe, torpe parlanchín que creyéndose interesante no deja de ser un pelafustán zopenco botarate tarambanudo bufón que se pavonea, sino también mequetrefudo que, además de lo anterior, estorba con su presencia y sus opiniones. Puro humo ocultando su ignorancia.

Más que petimetre, presumido y vanidoso que se pasea como si fuera refinado, que finge saber lo que no sabe, es mequetrefe en toda la acepción de la palabra porque actúa con falsa autoridad, se mete donde no lo llaman, opina con ínfulas y se hace el importante en China y en Cafarnaúm.

Pobrecito mequetrefe que fue humillado, en presencia del mundo entero, por una mujer presidente de uno de los países de la CELAC, la que ahora preside para honra de su mequetrefuda gloria. Dina Boluarte lo miró de pies a cabeza como lo que es, un despreciable bicho, dejándole la mano extendida. Con el repudio de la única mandataria que asistió a la juramentación de Noboa, dejó en claro que mequetrefear tiene su precio y más si quien mequetrefea es el ilegitimo presidente de un país amigo.

Entre mequetrefes y mamarrachos se entienden. Hacen parte de una fauna que ha venido pululando en América Latina desde la independencia, la que incluye otros de la misma calaña que nuestro mequetrefe como Castro, Chávez, Ortega, Correa, Lula, Maduro, Evo, Santos y otros más que han desfigurado la política. Por suerte las cosas están cambiando por acá y no habrá cabida en el fut

Publicado en Columnistas Nacionales

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