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Carlos Salas Silva                                                                      

Luego de ocho horas de viaje me encuentro muy cerca del Sahara en un Riad en medio del Valle de Dades que ofrece una vista de montañas de colores rojizos en un amanecer con una que otra nube de esas hasta ahora ausentes en toda mi estadía en Marruecos. Los cañones majestuosos me hicieron pensar en el del Chicamocha para luego notar sus particularidades, porque la geografía de acá no la hay en ninguna otra parte. En unos días tomaremos camino a Fez y de ahí de nuevo a Casablanca para darle fin a mi residencia de trabajo a la que fui invitado muy generosamente por Simo y Fihr, propietarios de La Galerie 38, para preparar una exposición por recomendación de Babacar M’Bow.

Gracias a esta oportunidad he podido descubrir un país con el que tenemos muchas similitudes, pero fundamentales diferencias. Para mi decepción noto que, a pesar de la pobreza, que tal vez sea tan terrible acá como en Colombia, no se le asume de la misma manera. He encontrado en Marruecos una manera distinta de ver la pobreza, tanto así que quise preguntarle a Simo sobre ese asunto. Me dijo que para los marroquíes existe la palabra “Alhamdoullillah” que me tradujo como “remercier à Dieu”, pero que tiene un significado más amplio que el dar gracias a Dios. Esto me ha ayudado a comprender la diferencia entre nuestra tendencia a ver víctimas y victimarios que hacen resentidos a unos y avergonzados a otros y que justifica la violencia como la manera de acabar con las diferencias.

Mientras se tenga techo y comida el marroquí sobrelleva con júbilo su condición porque así lo quiere Alá. Inshalah, si Dios quiere, término que conocemos los de mi generación gracias a la canción de Adamo: “Inshalah, Dios lo quiere, Inshalah”, hace parte de esa especie de estoicismo musulmán

Estas reflexiones las intento de poner en el papel mientras escucho a españoles, uruguayos e italianos con sus particulares acentos, mientras un burro rebuzna. Levantó mi vista y veo en la montaña casas cuadradas en las que su color es el mismo del suelo porque en el pasado fueron construidas con la misma tierra y que ahora sus muros son pintados porque son en concreto y bloque. El sol se demora en salir detrás de una alta montaña. Mis hijas se alistan para venir a desayunar en una mesa frente a la pequeña piscina bordeada por una columnata que enmarca el paisaje.

En estos días en Marruecos he sacado algo de tiempo para ocuparme en la escritura de un artículo para el número especial dedicado a David Manzur de la revista de la Universidad de Antioquía que me solicitó Elfi. Mientras rememoraba encuentros con el excepcional artista, me pude enterar de lo que Manzur le soltó a la hija del expresidente Gaviria, María Paz, cuando era homenajeado por Artbo, la feria de arte que es financiada por la Cámara de Comercio de Bogotá. Las palabras de Manzur con las que puso el dedo en la llaga al referirse a una condición tan afianzada en el mundillo del arte, no podían ser más claras:

Con un ‘Gracias por detestar mi obra….” comenzó Manzur su claro y conciso reclamo dirigido no solo a María Paz sino también a toda una actitud pedante de quienes pretenden borrar toda una forma de hacer arte para imponer lo que llaman un arte emergente, termino de tal pobreza que abarca cualquier cosa con tal de que parezca contemporáneo, así sean burdas réplicas de lo que impone un mercado del arte que se ve agotado a punta de excesos.

Le escribí a Manzur lo siguiente acompañado de un corto vídeo de la playa de Casablanca:

Excelente jalón de orejas a la por demás arrogante por malcriada María Paz Gaviria

Solo un valiente enfrenta a ese poder híbrido entre política y arte. Me quito el sombrero.

Manzur me respondió:

Querido Carlos que maravilla de foto o de video en el cual como en tus cuadros las gaviotas parecen signos misteriosos que te dicen píntanos y úsanos en tus cuadros, te felicito por tu exposición, te felicito por que estas allá y no en este Culebrero, por otra parte no creas que yo, a mi vez, me he tenido que encarar porque parece que la familia Gaviria es la dueña de esta feria y olvidan que sus jefes son los miembros de la Cámara de Comercio. El presidente Claros está molesto con la prepotencia de la niña de los Gaviria, familia que siempre ha usado el poder para su propio beneficio. Mientras, sigue en ese bello País dialogando con el mar, las gaviotas y las rocas. Un fuerte abrazo.

Me perdonará el Maestro si cometo una infidencia compartiendo públicamente lo que fue un chat privado. Considero que si a mí me importa poco cuando se trata de si mis privadas conversaciones son compartidas a él le importará menos. Ha sido una vida plena y ejemplar la de Manzur y gestos como el de poner en su sitio a un sistema que censura pontificando no podría ser mejor ejemplo para las nuevas generaciones cuando el poder político y económico intenta arrodillarla con sus dádivas y en muchos casos con su rechazo.

Alhamdoullillah nos indica que no hay lugar para lloriqueos sino para asumir posiciones claras sin dañar a nadie. De Marruecos podemos aprender mucho. Un país con seguridad en donde su rey, que no es un adorno, es querido por el pueblo, y con un camino hacía el progreso, ese que nos están negando tanto los políticos de vieja data como los que ahora se tomaron el poder.

P.S.: Ya en el Sahara me complazco viendo un atardecer en el que cielo y arena se armonizan con la dulzura de sus apagados colores. Contemplo a lo lejos la caravana de dromedarios en dónde vienen mis hijas. El agotamiento me hizo preferir llegar en camioneta hasta el campamento.

Kienyke

Publicado en Columnistas Nacionales

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