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Alfonso Monsalve Solórzano                                                                            

Petro supo qué es que le hagan un paro. Hasta ahora, los había hecho él y sus amigos. En el mal llamado estallido social -en realidad, desde antes- la violencia de la primera línea y de los grupos armados tradicionales expresada en los bloqueos de puertos, carreteras y  calles, la destrucción e incendio de los bienes públicos, las tentativas de homicidio, etc., fueron armas que Petro consideró legítimas para combatir a Duque y crear las condiciones para sacarlo mediante el uso de la fuerza, o, de no ser esto posible,  crear las condiciones para  ganar las elecciones del  2022, objetivo este que finalmente logró.

Una estrategia que todos recordamos fue el rechazo a la reforma tributaria que, a mi parecer, de manera imprudente quisieron tramitar Duque y el ministro Carrasquilla cuando el país apenas respiraba el fin de la pandemia. De hecho, para Petro, en su pasado opositor, toda reforma tributaria era mala.  Ahora, en su presente como gobernante, son buenas: lleva una y ya propuso la segunda.

Por otra parte, en el gobierno de Duque era claro ya que el subsidio a los combustibles en el Fondo de Estabilización del Precio  del Combustible, era fiscalmente insostenible; pero, precisamente por la pandemia, no quiso elevar sus precios por la incidencia que tendría en la economía de la gente en ese momento tan particular y dramático; incluso, gracias al desplome de los precios internacionales debido  a la epidemia mundial del COVID 19, en marzo del 2020 bajó el precio de la gasolina en $1.200,  pero al final de su mandato, en junio de 2022, cuando la economía colombiana iba en plena recuperación,  el entonces presidente decretó un alza a la gasolina y recomendó al gobierno entrante continuar con los incrementos graduales de los combustibles. Pero, Petro, se opuso en ese momento, a esa medida, como lo había hecho siempre, de manera amenazante, como el matón de barrio -parodiando la canción de Rubén Blades- Petro Navajas.

Hasta que le tocó a él. Y ahora saca la disculpa de que en ese entonces no sabía que había un inmenso y creciente déficit fiscal. ¿Qué tal? (https://www.infobae.com/colombia/2024/09/06/gustavo-petro-admite-haber-desconocido-el-deficit-de-combustible-en-campana-no-sabiamos-de-la-deuda-con-ecopetrol/)

El caso es que subió el precio de la gasolina. Entre octubre del 2022 y septiembre del 2024, ésta subió en un 70%.

Pero no se atrevió con el diésel, hasta ahora. Los camioneros denunciaron que el entonces candidato les prometió no alzar ese combustible (ver el artículo citado). Pero no era sólo por la promesa, pues el presidente tiene la costumbre de violarlas casi todas. Es que ese gremio, como él sabe, pues se alió con algunos camioneros en el “estallido social”- en realidad es algo que se sabe desde siempre, como que, por ejemplo, en Chile los camioneros jugaron un papel importante en la crisis que desembocó en el golpe a Allende- tiene la capacidad de paralizar el país, desabastecerlo y generar caos y desorden.

Pues bien, ahora el presidente sufre una dosis de su propia medicina, aunque en versión light, si nos guiamos por los parámetros de las acciones violentas impulsadas por Petro en su pasado opositor. Pero para él, el panorama era supremamente difícil, sumido como está en una crisis de legitimidad causada por la corrupción en la campaña y en el gobierno que preside. El mandatario está perdiendo apoyo popular a pasos agigantados. Aumenta el número de los colombianos que no le cree. Y ahora siente pasos de animal grande cuando el Consejo Nacional Electoral recuperó la capacidad de investigar la campaña petrista. Y cuando la Comisión de Acusaciones de la Cámara tiene unas directivas que el presidente y sus fichas no controlan. Lo del CNE es de suma gravedad para Petro porque todo parece indicar que los directivos de su campaña y él mismo serán objeto de formulación de cargos, y por eso Petro vuelve a la cantinela del “golpe blando”.

En semejante contexto, un paro nacional que desembocara en una crisis inmanejable no le convenía. Por eso, a pesar de su arrogancia, de sus insultos, de la calificación de paro empresarial, del intento de enfrentar a los pequeños con los grandes camioneros, de sus maniobras para desviar la atención, como la investigación del software Pegasus de los israelíes supuestamente comprado por Duque para espiarle a Petro su campaña; a pesar de todo eso, cedió. Los camioneros lo arrodillaron.

Y los colombianos, de paso, confirmamos que el presidente es un ídolo con pies de barro, que no resiste la presión de un contendor fuerte, y nos queda claro que es necesario unirnos para enfrentar su pésimo gobierno y evitar que se perpetúe en el poder.

Y que conste que no comparto para nada el método petrista usado por camioneros de bloquear las carreteras y las calles de las ciudades, violentando los derechos y libertades de los ciudadanos que resultan víctimas de esas estrategias.

Publicado en Columnistas Nacionales

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