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Carlos Salas Silva                                  

“En aquellos días, el Señor se apareció en sueños a Salomón y le dijo: `Pídeme lo que quieras.’ Respondió Salomón: `Da a tu siervo un corazón dócil para gobernar a tu pueblo, para discernir el mal del bien, pues, ¿quién sería capaz de gobernar a este pueblo tan numeroso?’ ”(Reyes)

“Dame un corazón que escuche”, pareciera que fue el pedido de María Corina Machado y que Dios le concedió con alegría. “Ahí está María” es lo que dicen sus compatriotas cuando la ven llegar. La reciben con algo que se acerca a la veneración, un sentimiento tan profundo que conmueve el alma. A la pregunta de si hay algo religiosos en ese encuentro podríamos responder que sí. Y es que la democracia necesita religión. 

“Por qué la democracia necesita religión. Sobre una relación singular de resonancia” es justamente el título del muy recién publicado libro del sociólogo alemán Hartmut Rosa, que nos sorprende con un planteamiento que pareciera ya olvidado, del que, gracias a Claudio Álvarez Terán, he tenido la oportunidad de escuchar un resumen.

La falta de capacidad de escuchar con el corazón en la política puede ser reparada en el ámbito religioso, es la hipótesis que va a desarrollar Rosa en su libro. Este planteamiento, surgido desde la academia alemana, no deja de sorprendernos cuando resuena con tanta claridad en el fenómeno extraordinario que se está produciendo en la Venezuela dominada por una criminal dictadura a la que una mujer ha sabido enfrentar con una valentía y una capacidad de entrega que se sale de los límites de la política tradicional. Pasar del tengo algo para decir al usted tiene algo que decirme, es fundamental para llegar a ese sentimiento de comunión que se acerca a nuestra tradición cristiana. Si Rosa quisiera poner un ejemplo en el mundo real, el de María Corina sería de sobra el más adecuado.

Dice Rosa que la democracia necesita un corazón que escuche de lo contario no funciona. Cuando vemos como María escucha a quienes se le acercan, nuestro sentimiento de empatía se despierta llevándonos a conmovernos intensamente. Es lo que Rosa llama resonancia. El dejarse llamar es uno de los pasos de la resonancia. Algo me llama, inaudito, distinto de lo habitual, lo que es un momento transgresor, como lo explica con claridad Claudio Álvarez. Si siempre me conformo con lo que pienso no puede haber resonancia. 

Otro paso es el del momento de la conexión: escuchar y responder. Reaccionamos ante la llamada, hacemos algo con ella.  Y, lo más importante, nos sentimos vivos. Porque lo que hacen regímenes como el de Maduro es opacar ese sentimiento. No es solo recibir sino hacer algo con lo que recibimos. Es el poder de la resonancia el que podemos constatar maravillosamente con la reacción de millones de venezolanos cuando su anhelo de libertad, tantos años aplastado, se cubre de esperanza gracias a un sentimiento de plenitud vital.

El tercer paso es el momento de la transformación. Me detengo ante lo que me llama y actúo, me transformo. Ya no soy la misma persona. Ver como los venezolanos de hoy, esos que, por millares, hasta en los pueblos más olvidados, salen a saludar a María, no son los mismos que aceptaban con desánimo y frustración los largos años de opresión. Están transformados, en ellos resuena la campana de la libertad en una comunión espiritual maravillosa. Es un estado de ánimo distinto con el que se ve el mundo de manera diferente.

Hay un aspecto importante en el planteamiento de Rosa sobre la resonancia -tema al que ya le dedicó un libro-, el de la imprevisibilidad. Dice que la resonancia se caracteriza por lo imprevisible, donde sucede lo inesperado. Ahí no caben las promesas de politiqueros sino un corazón abierto que escucha como el de María Corina. Para estar capacitados a recibir la llamada se necesita de la voluntad y alejarse de la agresividad y de esa tendencia a preguntarnos ¿qué gano? ¿en qué me puedo beneficiar? Dice Rosa que tenemos que hacernos accesibles y vulnerables. 

Toda la fragilidad de cada venezolano se transforma en la fortaleza espiritual que lo está llevando a ganar todas las batallas, a superar cada una de las trampas del régimen para alcanzar inevitablemente un triunfo tan arrollador en las urnas que no podrá ser desestimado por nadie. La sublevación se ha venido manifestando en cada manifestación del pueblo por todos los rincones del país y es la base para que se haga respetar el resultado de las elecciones. 

Es asombroso como lo planteado teóricamente pueda tener tanta resonancia a miles de kilómetros, en un proceso vivido en Venezuela con unas condiciones de vida y una situación política radicalmente diferentes a las que vive el politólogo alemán.

KienyKe

Publicado en Columnistas Nacionales

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