¿Qué hará ahora, luego de esa destapada racista que protagonizó antier? ¿Qué inventará contra los colombianos de confesión judía que viven en el país y que no comparten su visión lunática de lo que ocurre en Gaza? ¿Va a impulsar otra de esas “reformas” abyectas que trata de imponerle a Colombia por todos los medios para poner en cintura a los judíos colombianos?
¿Le bastará a Petro romper las relaciones con Israel o irá más lejos para satisfacer sus compromisos alucinantes con el islamismo yihadista? Nadie puede descartar que el odio siga causando más y más estragos en la psicología del insólito individuo que ocupa hoy la presidencia de la República de Colombia. Y que, en consecuencia, dará nuevos pasos, esta vez contra los judíos y los amigos de los judíos y de Israel en Colombia.
Lo de Petro ayer no fue sólo una explosión de odio contra Benjamín Netanyahu, ni contra el gobierno israelí, ni contra la guerra entre Israel y Hamas en Gaza.
Fue una pestilente alegación de antijudaísmo. Hace 208 días, 240 personas cayeron en poder de Hamas porque eran judías. Parece que de ellos solo quedan 129 sufriendo lo indecible en los túneles de Gaza. Nadie sabe cuántos están vivos. Sabe el mundo que algunos han sido asesinados, que otros fueron violados, torturados y mutilados.
Petro no pidió que fueran liberados. Petro no ha condenado siquiera el masivo pogrom del 7 de octubre de 2023 que asesinó a 1 400 inocentes, con una saña y una bestialidad que el mundo no había visto desde el fin de la dictadura de Hitler. Por el contrario, desde ese día Petro redobló sus insultos contra el gobierno israelí. Ayer fue más lejos. Confirmó que Colombia romperá relaciones diplomáticas con Israel porque, según él, Israel tiene un gobierno y un pueblo “genocida”. Petro le niega a Israel el derecho a defenderse y a buscar la destrucción de Hamas, el verdadero verdugo del pueblo palestino.
El presidente colombiano recita la retórica infernal de Hamás, organización terrorista que pretende construir un Estado palestino que vaya “del lago Tiberiades hasta el mar Mediterráneo”, luego de borrar del mapa a Israel.
Petro sabe que Netanyahu fue elegido por los ciudadanos de ese país. En consecuencia, los electores de Netanyahu son, para Petro, genocidas, así como los demás ciudadanos israelíes que, aunque no sean de la corriente del primer ministro, apoyan el combate contra Hamas y sus patrocinadores: Irán, Qatar, Hezbollah.
“El presidente de Colombia prometió premiar a los asesinos y violadores de Hamás - y hoy cumplió su promesa”, respondió Israel Katz, el ministro de Relaciones Exteriores israelí. “La historia recordará que Gustavo Petro decidió ponerse del lado de los monstruos más despreciables conocidos por la humanidad que quemaron bebés, asesinaron niños, violaron mujeres y secuestraron a civiles inocentes”, agregó.
El mismo 1 de mayo, Hamás aplaudió y describió como una “victoria” la decisión de Petro de romper las relaciones con Israel: “Apreciamos enormemente la posición del presidente colombiano Gustavo Petro (...) que consideramos una victoria por los sacrificios de nuestro pueblo y su justa causa”, declaró la dirección de Hamás en un comunicado.
Petro gritó en la plaza de Bolívar: el gobierno de Netanyahu quiere “exterminar un pueblo entero ante nuestros ojos”. Dijo que el pueblo israelí trata de “volver a las épocas del genocidio”, de querer “exterminar” al pueblo palestino.
¿Si los judíos son los nuevos nazis qué hará Petro con los colombianos de religión judía? ¿Les ordenará llevar una estrella amarilla en sus solapas? ¿Cerrará sus oficinas y comercios? ¿Los invitará a que huyan de Colombia?
La prensa y los políticos solo ven en esa terrible proclama el tema de la “crisis diplomática”. Creen ingenuamente que Petro no irá más lejos. Se equivocan. La ruptura de relaciones hace parte, obviamente, del plan de Petro para desmantelar las Fuerzas Armadas de Colombia. Pues la suspensión de la ayuda técnica israelí, sobre todo en materia de defensa, seguridad, fuerza aérea, electrónica y salud pública son muy importantes para Colombia. Son los rubros que, precisamente, Petro ya está destruyendo.
El problema es saber quién es realmente Gustavo Petro. Él es, en todo caso, el primer jefe de Estado que despliega en la Plaza de Bolívar la bandera de un movimiento terrorista, que hace desfilar en la capital extrañas milicias sin insignias que aparentemente sólo reciben órdenes de él. Son efectivos entrenados que disimulan su armamento bajo sus chalecos y que llegan a la capital en camiones y se pasean por las calles y se toman los parques y los campus universitarios para acampar allí como una fuerza de choque. Y todo en las barbas de los alcaldes y de las fuerzas del orden paralizadas. Muy extraño que discursos contra los judíos e Israel, tan vergonzosos para Colombia, sean lanzados en contextos de previa movilización de fuerzas paramilitares en la capital de la República. Y que las autoridades observen eso sin verlo realmente, hipnotizados como están por la palabra “minga”, sinónimo de reunión entre amigos.
¿Quién es realmente Gustavo Petro? ¿Hasta dónde lo llevará su antisemitismo?