Al parecer, el diputado no sabe quién es en realidad Gustavo Petro, como tampoco conoce, su oscuro pasado y su activa militancia en el grupo criminal M-19 que secuestró a 577 personas, entre ellas, a Hugo Ferreira Neira, exministro de agricultura, para extrajudicialmente Juzgarlo, así como a Álvaro Gómez Hurtado, excandidato a la presidencia de la República, para apremiar con su secuestro la convocatoria de una asamblea constituyente.
El señor Rasmus Hansson debería saber que, la mayoría de los secuestros perpetrados por la banda criminal M-19 tenían fines extorsivos, como fue, el de Camila Michelsen, quien estuvo en cauterio 643 días y tan solo fue liberada cuando su familia pago por su rescate cerca de 500 mil dólares. El señor Rasmus Hansson también debería saber que, si alguien es precursor de la abominable práctica del secuestro en Colombia, es el grupo criminal M-19.
Dentro de los crímenes atroces de la banda a la que Petro pertenecía y al parecer, sigue perteneciendo, se cuenta el secuestro y tortura de José Raquel Mercado, notable líder sindical y presidente de la CTC -Confederación de Trabajadores de Colombia-, a quien finalmente fusilaron, y su cuerpo vejado, fue abandonado en bolsas de basura en el parque El Salitre de Bogotá.
Al parecer, el desorientado señor Hansson, no sabe que, en 1980, el mismo grupo criminal, hizo toma de la Embajada de la República Dominicana en Bogotá, secuestrando a 16 embajadores que se encontraban allí reunidos, y, para liberarlos y poner fin a la ocupación, exigieron 50 millones de dólares y la excarcelación de 300 criminales.
Tampoco sabe el señor Rasmus Hansson que, estos facinerosos robaron del Cantón Norte del Ejército de Colombia en Bogotá, 4.076 armas para aumentar su arsenal bélico y arreciar su sanguinaria horda criminal.
Pero lo más grave y que al parecer el ingenuo señor Rasmus Hansson ignora, fue la sangrienta toma del Palacio de Justicia a manos del M-19, que, auspiciada por el Cartel de Medellín, pretendió tomarse el poder, así como el máximo templo de la justicia colombiana para destruir los expedientes de los narcotraficantes que en ese momento iban a ser extraditados.
De seguro que el desinformado señor Hansson no sabe que, los colombianos vivimos 3 días y noches de pesadilla, espanto y terror, en que fueron vilmente asesinados cerca de 100 ciudadanos, entre ellos, los Magistrados más virtuosos y esclarecidos que recuerde la nación, así como soldados de la patria, trabajadores de la rama judicial, abogados litigantes y visitantes ocasionales.
De tener dudas el señor Hansson sobre la ocurrencia de esta masacre, bien puede consultar el Informe de la Comisión de la Verdad, en el que sobre el cruento asalto al Palacio de Justicia literalmente se dice: “entre 1984 y 1985 miembros de la dirección del M-19 se reunieron en Medellín con Pablo Escobar, recibieron dineros de ese cartel y realizaron acciones criminales conjuntas…".
Lo anterior explica que, lo ocurrido no fue un hecho político, episódico o incidental; fue la consumación de un acto criminal de lesa humanidad, concebido, premeditado y articulado por un puñado de mentes perturbadas, embotadas por anacrónicas ideas comunistas y fletadas por el narcotráfico para consumar la más repugnante y execrable barbarie.
Si bien Petro no participó en la comisión de todos estos delitos y crímenes de lesa humanidad, sí en muchos de ellos, y nunca ha dejado de evocarlos con desvergonzado orgullo y satisfacción, y, además, jamás ha demostrado el menor asomo de arrepentimiento o enmienda. Al contrario, hasta en el acto de su posesión como presidente, los celebró y en particular, exaltó otro delito cometido por su banda criminal, como fue el robo de la espada de Bolívar en el Museo que lleva el nombre del libertador.
Contrario a lo que el señor Rasmus Hansson pueda imaginar y el Comité Noruego del Nobel pueda creer, Gustavo Petro antes que un pacifista serio, ponderado y democrático, es un comunista regresivo y un mitómano incorregible, que hoy con enorme dificultad se mantiene en el poder, dadas sus patológicas mentiras, monumentales falacias, descomunales engaños, obtusas ocurrencias y disparatadas invenciones.
Es difícil imaginar una persona más mentirosa, engañosa y falsa que Gustavo Petro. En lo único que Petro es sincero, es en el odio, el rencor y el resentimiento que profesa por la democracia, la misma democracia que le ha perdonado todas sus fechorías y en la que fue electo, y ahora, intenta destruir.
Si bien es evidente en el mundo civilizado, la decadencia y poca credibilidad que hoy tiene el otrora afamado Comité Nobel de Oslo, no se entendería que incurriera en el yerro de considerar el nombre de Petro como candidato al Premio Nobel de Paz, máxime, habiendo cometido en el año 2016, el exabrupto de habérselo regalado a Juan Manuel Santos, quien, quebrantando el orden constitucional y burlando la voluntad democrática y mayoritaria de la nación colombiana, impuso una paz con impunidad, la que como bien está probado, aumentó la delincuencia, empoderó la criminalidad, acrecentó la corrupción y triplicó los cultivos ilícitos y el narcotráfico.
Como académico tengo la certeza que la sociedad colombiana en general, tiene un conocimiento y una noción mucho más educada, informada y objetiva de los países nórdicos entre ellos Noruega y Suecia, que la que ellos tienen de Colombia. Lo anterior lo demuestra, la disparatada ocurrencia del señor Rasmus Hansson, Diputado del Partido Verde de Noruega, al postular a Petro al Nobel de Paz, así como el inmerecido otorgamiento de este galardón a Juan Manuel Santos, el que antes que producir orgullo, enardece a la gran mayoría de los colombianos.
El Comité Noruego del Nobel debe saber que, tanto la distinción regalada a Santos, como la absurda postulación de Petro, solo rechazo, repudio y condena mayoritaria han producido en la sociedad colombiana.
A su vez, Noruega debería revisar con atención y rigor su política exterior, y no seguir como país garante o acompañante en los mal llamados procesos de paz, los que, por perdonar delitos de lesa humanidad, premiar la villanía, gratificar el crimen y estimular la barbarie, quebrantan el Estatuto de Roma que administra la Corte Penal Internacional.
Señor Rasmus Hansson, si algo merece Petro, es el repudio internacional por ser cómplice de las dictaduras de Cuba y Venezuela; por apoyar al grupo terrorista Hamás; por pretender destruir la democracia y la economía colombiana; por premiar criminales; por proteger narcotraficantes; y, por intentar cercenar los derechos de libertad de conciencia, pensamiento y expresión.
Señor Rasmus Hansson, con respeto le sugiero, póngase a estudiar.
*Rafael Rodríguez-Jaraba. Abogado Esp. Mg. Litigante. Consultor Jurídico. Asesor Corporativo. Conjuez. Árbitro Nacional e Internacional en Derecho. Profesor de Derecho Económico, Comercial y Financiero. Miembro de la Academia Colombiana de Jurisprudencia.