Facebook

     SiteLock

Última hora
Los paragestores de paz - Miércoles, 20 Noviembre 2024 04:06
Intervención Foro Cd sobre energía - Miércoles, 20 Noviembre 2024 04:04
Petro va por CC y Registraduría - Miércoles, 20 Noviembre 2024 04:02
La idea de “justicia” de Petro - Miércoles, 20 Noviembre 2024 04:01
Gobierno necesita aprender mucho - Miércoles, 20 Noviembre 2024 03:34

Juan David Escobar Valencia

Nunca he sido bueno para aguantarme cosas en la cabeza, además del pelo y las buenas ideas de la gente inteligente que conozco. De las pocas fotos de mi infancia, en solo una tengo sombrero, y seguro fue algún capricho temporal.

Cuando comencé a trabajar como ingeniero civil, hace miles de años, lo más difícil fue acostumbrarme a usar el casco de seguridad, que además de protección, sirve de identificador jerárquico dentro de la obra, porque el color que te asignan no es accidental. Fue en mi primer trabajo en Ecopetrol donde aprendí a la fuerza a usarlo, porque en una refinería las normas de seguridad están por encima de cualquier cosa, pues trabajar en una potencial bomba explosiva así lo requiere. Mi jefe me parecía un fundamentalista del casco, pues lo usaba incluso dentro de la oficina, y yo pensaba para mis adentros: “¿qué será lo que le pasa a este?”, ¿será que espera que ocultando su calvicie nadie lo identificará como calvo? o ¿será que se volvió calvo por usar tanto el casco? Como ven, trabajar a altas temperaturas y con gases de refinación, producen efectos mentales que te llevan a adentrarse en las preguntas filosóficas de la existencia.

Después, cuando trabajé en la construcción, un maestro de obra, los sabios de la profesión, logró convencerme de su uso. Me dijo: “vea ingeniero, el casco debe ponérselo porque cuando usted ingresa a la obra, a sus enemigos, los que están enojados con usted porque los regañó o les hizo repetir algún trabajo que hicieron mal hecho, “accidentalmente” se les puede caer un martillo o un ladrillo”; y si usted queda vivo para buscar al maniflojo que quiso comprobar lo que habían escrito Aristóteles en su “Física” y en su tratado “Sobre el cielo”, posteriormente Filipón, Arquímedes, Leonardo da Vinci, Descartes, Galileo Galilei, hasta la supuesta historia de la manzana de Newton; seguramente ya estará lejos del sitio de experimentación. Todo en la vida es motivación.

Nunca he sido bueno para aguantarme cosas en la cabeza, además del pelo y las buenas ideas de la gente inteligente que conozco. De las pocas fotos de mi infancia, en solo una tengo sombrero, y seguro fue algún capricho temporal. No tengo sombreros ni cachuchas. Tal vez cuando esté calvo como mi antiguo jefe resulte conveniente usarlo, pero no me verán de sombrero, y como nunca me he emborrachado ni he dado serenatas de mariachi, ni de nada, tampoco existe la posibilidad de algún registro gráfico de este tipo.

Pero si vivo más años de los calculados, es posible que algo pudiese caerme del cielo, y no será precisamente el amor de mi vida. La basura que hemos acumulado en el espacio alrededor de la tierra, especialmente en la órbita baja, no deja de aumentar. Para 2022 se estimaban más de 30.000 objetos, entre 100 kg y una tonelada. Hace pocos días, a los astronautas Jasmin Moghbeli y Loral O’Hara durante una caminata espacial de mantenimiento en la Estación Espacial Internacional, se les “cayó” una bolsa con herramientas valoradas en 100.000 dólares, que ha sido catalogada oficialmente como “Basura espacial ID 58229/1998-067WC”, y los cálculos indican que probablemente buscará, como la manzana de Newton, tocar suelo en marzo del año entrante.

https://www.elcolombiano.com/, Medellín, 20 de noviembre de 2023.

Publicado en Columnistas Nacionales

Compartir

Opinión

Nuestras Redes