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Eduardo Mackenzie*  

Las manifestaciones contra el antisemitismo del 12 de noviembre en París y en otras ocho ciudades francesas fueron verdaderamente un gran éxito. Pese a dos o tres detalles negativos de desigual importancia: el presidente Emmanuel Macron no participó en la marcha (dijo que estaría “espiritualmente” en ella). El arzobispo de París y los musulmanes moderados no marcharon, lo que es deplorado por la comunidad judía que necesita todo el respaldo moral y político de Francia tras el horrible pogrom del 7 de octubre en Israel.

El otro punto es que los representantes de la Grande Mezquita de París, que pretenden que hay un muro entre los terroristas islamistas y los musulmanes, no estuvieron en la marcha que denunciaba el antisemitismo. Peor, un imán de esa mezquita, Abdelali Mamoun, negó que los 1 518 incidentes antisemitas (grafitis, insultos, amenazas, violencias) cometidos en Francia y documentados oficialmente (ya hay 571 detenciones) desde el 7 de octubre pasado, fueran ciertos y concluyó que el antisemitismo “es un juego”, lo que desató una ola de críticas. Francia alberga el mayor número de musulmanes de Europa.

El tercer punto es que el cálculo aritmético de los que marcharon el domingo parece incompleto. La prefectura de París habló de 105.000 manifestantes (182.000 en toda Francia), cuando el doble sería una cifra más cercana a la realidad. Hasta hoy los medios no muestran las fotografías aéreas de la manifestación.

La multitud que marchó desde la explanada de los Inválidos hasta la plaza Edmond Rostand fue, en todo caso, inmensa. El ministerio del Interior movilizó 3 000 policías y no registró un solo incidente. Con su marcha tranquila pero combativa los parisinos exhibieron su respaldo al pueblo judío y a Israel y mostraron sus músculos a la quinta columna, al antisemitismo difuso pero asesino que avanza y carcome la sociedad. Del “antisemitismo de atmósfera”, según la vieja definición del ensayista Gilles Kepel, Francia pasó a sufrir horribles atentados islamistas (masacre en 2012 de niños en una escuela judía de Toulouse, matanza de jóvenes en un concierto en Bataclan en 2015, destrucción de la redacción de Charlie Hebdo en 2015, ataque a un supermercado kasher en 2015, matanza de Niza en 2016, ataque en 2020 en un iglesia de Niza que dejó tres muertos, incluida una mujer decapitada, fuera de otros asesinatos de judíos, de sacerdotes, de profesores de colegio, de policías y militares).

En consecuencia, los judíos y la población en general viven en la incertidumbre. Pueden ser atacados física y moralmente. Una “influenceuse” se atrevió a mofarse del bebé judío que fue asesinado y quemado en un horno por las bestias inmundas de Hamás el 7 de octubre pasado. Ella deberá responder ante un juez en los próximos días. En el metro de París unos menores gritaron en coro que estaban “orgullosos de ser nazis”.  En Francia vive la mayor comunidad judía de Europa (medio millón de personas).

Caso aparte es el de Jean-Luc Mélenchon y su partido pro-islamista LFI (la Francia Insumisa) que recibieron, con la manifestación del domingo, una verdadera bofetada. Mélenchon, jefe de la extrema izquierda, había sembrado miedo y confusión la víspera al afirmar que ésta sería “la manifestación de los amigos de los masacradores”. Nada menos. Fabien Roussel, cacique del PCF, fue otro de los que sembró la división e intentó impedir que el partido de derecha RN, de Marine Le Pen (13 millones de electores) y el de Eric Zemmour, formaciones que jamás han defendido tesis antisemitas, desfilaran el domingo. Sin embargo, esos partidos acudieron a la marcha y fueron aplaudidos por los manifestantes. Mientras que tres “dirigentes” ecologistas, socialistas y comunistas, intratables enemigos de Israel, fueron abucheados por los manifestantes. Personalidades de la comunidad judía, como Serge Klarsfeld y Yonatan Arfi, no objetaron la presencia de RN y subrayaron que lo que contaba era “la movilización de los franceses” y que frente al antisemitismo “lo peor para los judíos es sentirse solos”.

La retórica de Mélenchon, virulenta y rabiosa, conforta al islamismo político para obtener de éste, respaldo electoral. La ausencia de jóvenes de izquierda y de inmigrantes afro-musulmanes en la manifestación, comprobó que LFI es parte del problema. Al mismo tiempo, esas posturas agudizaron la crisis interna de esa corriente extremista. Nadie se sorprendió cuando el filósofo Alain Finkielkraut, acusó a LFI de ser un “partido islamista”, definición que fue respaldada por William Attal, hermano de Sarah Halimi, una médica judía jubilada de 65 años, asesinada en París el 4 de abril de 2017 por su vecino musulmán de 27 años, Kobili Traoré (1). Durante una entrevista sobre la manifestación, Attal dijo que el LFI es “el partido más antisemita de Europa”. Finkielkraut remató: “David Guiraud, Louis Boyard, Danièle Obono, Mathilde Panot, ahí están los antisemitas de hoy, bajo la dirección ilustrada de Jean-Luc Mélenchon”.

Para los colombianos esta información no es superflua: Jean-Luc Mélenchon y LFI son los principales apoyos que tiene Gustavo Petro en Francia. El negacionismo de Petro frente a los hechos del 7 de octubre en Israel hace parte de una articulación internacional. Colombia no puede ser indiferente ante los sufrimientos del pueblo judío ni tolerar las atrocidades de Hamás en Israel ni las absurdas actitudes de Petro. Ser partidario de la creación de un Estado palestino que plantee la paz con Israel es una cosa, otra es sostener a Hamás mostrándolo como víctima de Israel y diciendo que los judíos son los nuevos nazis. Y olvidando que Hamás es un ejército terrorista que busca la destrucción de Israel y la exterminación del pueblo judío. 

Las preguntas que circulan hoy en Francia son muchas. ¿Las manifestaciones del 12 de noviembre marcarán un vuelco positivo en la actitud vacilante de las autoridades? ¿Los medios se atreverán a difundir las imágenes completas de lo que ocurrió el 7 de octubre? ¿Explicarán que ese ataque monstruoso justifica la guerra defensiva que hace hoy Israel contra Hamás? ¿Los jueces condenarán con severidad los crímenes y declaraciones antisemitas? ¿El aparato escolar cumplirá con su deber de enseñar la historia de Francia sin censuras y educar a la juventud sobre los valores democráticos y sobre el nefasto antisemitismo que llevó a la exterminación de seis millones de judíos europeos por Hitler durante la segunda guerra mundial?

(1).- La justicia falló doblemente ante la atroz muerte de la doctora Halimi: el tribunal negó el carácter antisemita de ese asesinato y aceptó la tesis de la irresponsabilidad criminal de Kobili Traoré. Este quedó libre. Según el tribunal, el acto homicida se debió a un "estallido delirante agudo", que habría "abolido el discernimiento" del atacante. Esa aberrante decisión judicial desencadenó un gran escándalo en Francia e Israel con protestas y reclamos legales hasta el día de hoy.

 
Publicado en Columnistas Nacionales

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