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Ariel Peña               

Ante el fracaso de las reformas del gobierno colombiano que busca imitar al chavismo, envileciendo a las masas para volverlas más dúctiles al régimen, ahora las retomará presentándolas nuevamente al Congreso, con otros insumos, pues al malograrse las  marchas petristas que fueron infinitamente inferiores a las de la oposición, dado que las centrales sindicales gobierneras perdieron su capacidad de convocatoria al dejarse llevar por las ilusiones reformistas y burocráticas; sin embargo sectores afectos y seguidores del  gobierno pretenden  otro “estallido social”, presionando al parlamento y a la justicia, para hacer efectivos los caprichos dogmáticos del Pacto Histórico, lo que no tendrá nada de protesta social, sino otra vez la acción vandálica de grupos de milicianos, similares a los colectivos chavistas, que mediante la violencia buscaran aterrorizar a la población para “radicalizar la revolución”, al mejor estilo de Nicolás Maduro en Venezuela.

Desde el 2015  en Venezuela Nicolás Maduro, anunció  la radicalización de  la revolución frente a las protestas de la ciudadanía,  y claro que lo consiguió, puesto que llevó a su país a tener más de  7 millones de refugiados en las naciones vecinas  con una catástrofe humanitaria pocas veces vista en  Latinoamérica; lo que demuestra que la miseria de la población es la condición necesaria para consolidar la dictadura comunista, a lo que se agrega la represión y la tortura; de manera que en Colombia cuando el presidente Petro ataca a la prensa libre, al empresariado y busca dividir al sindicalismo, está siguiendo el recetario  del socialismo del siglo XXl y  del Foro de Sao  Paulo.

Ante la admiración que ha tenido el presidente colombiano por el fallecido Hugo Chávez y su sequito, habrá que preguntar: ¿De cuál potencia mundial de la vida habla? Con el agregado de que no se le conoce una condena de la invasión Rusa a Ucrania, que lleva más de 16 meses, de tal suerte que no cabe la menor duda acerca de la admiración de Petro por el desaparecido Imperio Soviético, algo que lo demostró sin ningún atenuante en su visita a Alemania, en donde deploró la caída del muro de Berlín, demostrándose que indiscutiblemente el mandatario colombiano se encuentra en el lugar equivocado de la historia.

La vergonzosa practica marxista que mediante la dictadura somete a los pueblos, es el objetivo estratégico del comunismo totalitario para esclavizar a una nación que  de ninguna manera se puede llamar del proletariado, sino en contra de este, algo que se ha  demostrado a través de los tiempos cuando un pueblo  cae bajo la férula  del leninismo en donde el poder del estado se usa de represión, que es la manera más infame de perpetuar la dictadura, como sucede en Cuba, Venezuela y Nicaragua.

Es evidente que la secta  del marxismo leninismo con sus diferentes remoquetes,  no es democrática,  pues simplemente usa de  medio lo que denominan como   “democracia burguesa”, para conquistar el poder en el estado y mediante un proceso de mentiras y coacción,  ganar espacios hasta alcanzar el bloque de poder hegemónico comunista, que es ni más ni menos  la consolidación de la  dictadura, que se ejerce de manera bestial  principalmente en contra de la población más pobre que difícilmente puede salir de un país,  y tiene que aguantar por varias generaciones el yugo comunista.

Así que radicalizar la revolución en la jerga comunista, significa, ni más ni menos que  el desarrollo de  una política hambreadora, como  ya lo estamos viendo en Colombia con el decrecimiento económico  del mes de abril, que fue  según el Dane del 0,78%, algo que no se veía desde los inicios de la pandemia del  Covid 19; en atención a lo  cual se empieza a observar que a futuro las condiciones económicas y sociales de los colombianos se irán agravando, a no ser que  el presidente de la republica entienda que no se puede insistir en los fracasos que han  sufrido los hermanos venezolanos, al tener que soportar a una tiranía que basada en la dogmática marxista leninista, busca irracionalmente,  adaptar algo que no tiene ni vigencia ni defensa y que indiscutiblemente debería estar relegado al basurero de la historia, así se vista de diferentes maneras para engañar.

El gobierno colombiano debe entender la colosal frustración  que ha generado el comunismo en diferentes partes de la tierra, sin importar  el discurso que promueva, visto que  ese adefesio simplemente es una falsedad generalizada para satisfacer la voracidad burocrática de una nomenclatura que se considera  predestinada, para someter a sus intereses protervos a la ciudadanía, en donde la mentada radicalización de la revolución, lleva al pueblo a la enajenación y el embrutecimiento.

 En los dos últimos siglos no cabe la menor duda que el principal enemigo de los pobres, es el marxismo en su aplicación práctica,  debido a lo cual  los hace perder completamente la dignidad, puesto que  necesita usarlos de aparejo para satisfacer las veleidades, caprichos y apetitos de las élites comunistas, a las que no les interesa para nada las aflicciones de los grupos más vulnerables, debido a  que lo único que les interesa es  degradarlos al máximo y  así fortalecer enormemente su plan estratégico que inexorablemente conduce a la esclavitud política.

 
Publicado en Columnistas Nacionales

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