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Pedro Aja Castaño   

Produce una inmensa tristeza pensar que la naturaleza habla mientras el género humano no la escucha. Víctor Hugo

El titular de El Tiempo del martes 11 de octubre nos duele. Dice: “Ucrania es bombardeada con 83 misiles.” Anonadado le musité a mi conciencia: “Salvemos el planeta.” ¡Sí! Gritaría el corazón de cada ser autoconsciente, pero primero tendríamos que salvar nuestra conciencia. ¿Cómo?

Las personas inteligentes diferenciamos el bien del mal y, supuestamente, queremos el bien. Si eso es así, debemos asumir la responsabilidad de lo que pensamos, sentimos, imaginamos, deseamos para los otros, así como quisiéramos que fueran con nosotros. Y ese otro puede ser una persona o el planeta. Si lo hubiéramos hecho, jamás habríamos inventado las armas, porque no habría habido necesidad de ellas, ya que todas las guerras comienzan en la mente. En realidad la guerra física es una proyección de la guerra interna de cada quien.

Por eso hablamos de ecología, pero no la hemos leído, hablado, discutido con la IMAGINACIÓN DE UN CORAZÓN VIVO. Este late para que vivamos, no para que lo analicemos. ¿Y cuál es el corazón de la naturaleza? Su buena intención mecánica, insobornable, para que seamos felices.

La naturaleza nos da su ejemplo para que aprendamos a reconstruir la VERDADERA ECOLOGÍA para que la salvemos de la guerra nuclear.Desde hace tiempos esa guerra comenzó en el alma de cada quien y hay muchos ‘mitos’ o realidades al respecto.

 Si lo hacemos, el ser humano podría vivir en paz, sin dañarse a sí mismo, ni a nadie, porque la naturaleza, como SU HERMANA MAYOR, lo mimaría,  lo cuidaría. Ese fue el encargo que Dios le dejó cuando el ser humanos escogió separarse de la VERDADERA VIDA, que Dios llamó paraíso. Por eso a la naturaleza la llamaos MADRE. Pero creemos que con nuestro paraíso artificial podremos ser felices.  Y nos hemos dado cuenta de que no es posible pero no sabemos por qué.

¿Cómo se salva la conciencia? Hay que salvarla de nuestro falso reflejo. Pensamos que somos malos; nos lo dice la culpa. Pero con nuestros actos sinceros de amor y cuidado con los otros podremos convencernos de que somos buenos con ACTOS,  sinceros y honestos; no con ACTOS DE TEATRO. Irá desapareciendo la culpa que no nos deja vivir en paz. ¿Se necesitan millones de dólares para eso? No.

Porque esos actos no consumirían bienes físicos que cuestan, ya que serían producidos por el manantial de aguas limpias e inagotables  de la buena conciencia. Por eso el mal quiere acabarla, contaminándola con cuentos de imposibilidad y maldad. De ahí que   Jesús nos dijera que el Reino de Dios estaba dentro de nosotros; y si lo descubrimos, entonces estaría en el corazón de la sociedad.

Para hacerlo se necesita CONFIANZA  en nuestra capacidad de hacer el bien; esa es la fe que salva. Porque existe la otra, la que maneja el mundo, la fe del avispado que muere en su propio engaño. Pero para salvar la conciencia, hay primero que limpiarla. ¿Cómo se hace y para qué?

Tenemos que convencernos que nuestra BUENA CONCIENCIA, es nuestro BIEN MAYOR PERSONAL. El de la sociedad es otro. Pero si  AMAMOS ese bien personal insustituible, lo cuidaremos, como se cuida la casa personal y común que puede ser nuestro barrio, ciudad, patria.  Eso nos lo enseña la buena ecología que vemos todos los días en la naturaleza a nuestro servicio.  ¿Se acuerdan del bambuco Las Mirlas? Así decía: “Cantan las mirlas por la mañana, / su alegre canto al rayar el día. / Cantan alegres los ruiseñores. / Cantan alegres los ruiseñores / y se despierta la amada mía.”

Ahora bien,  ¿Cuál es su VERDADERA  amada? Puede ser la esposa o su alma. Y no hay contradicción. Si usted AMA su alma, amará a todo el mundo. Pero no hay que confundir amor con egoísmo. Comencemos.

Busque un horario y espacio en su vida para tratar de comprender lo que le pasa. Practique la escucha profunda. Doy un ejemplo. Si usted está en una situación difícil con alguien, dese cuenta si ambos saben escuchar o no; si es posible corríjase a sí mismo o al otro. Para eso hay que ser curioso y averiguar qué le pasa a la otra persona con un deseo de entenderla. No dé nada por sentado. Se trata de conectarse con el otro para generar CONFIANZA. Ciertos políticos hablan de generar confianza, pero no dicen cómo.

Ahora bien,  como usted va a tener una reunión con su alma; es decir su bien mayor, no descuide su cuidado personal. Cualquier persona es encantadora cuando se arregla.  Es una manera de decirle a su alma que la ama, y declarar una tregua con el falso yo. No hay que olvidar que es nuestro verdadero enemigo. Esos son los verdaderos diálogos de paz.

Aunque en nuestra cultura ya no se acostumbra, trate de tener un libro de notas o diario. El computador no genera intimidad. Necesitamos compenetrarnos con lo que hacemos. El diario es una conversación más ordenada con uno mismo.

Entonces  podrá desarrollar  límites para usted y los otros. Eso se llama disciplina; sin embargo, su disciplina debe ser SABIA, no mecánica. Para ello busque información sobre la intuición que es la voz de su alma. ¿Qué  hace feliz al alma sin dañar a nadie, ni a usted mismo?  

Verá que usted irá entendiendo LA VOZ DEL ALMA  con sus suspiros, silencios, sus palabras de amor diarias que no repite, sus caricias sutiles que le alegran el día. ¿Por qué surge el falso ego? Porque no le damos al alma la verdadera comida y bebida que necesita.  ¿Por qué lo hacemos? Porque nuestra voluntad no ha sido entrenada para disciplinar al falso ego y hacer el bien.

No deje escapar esos momentos fugaces de intuición de algo bueno que le envía el alma para que usted decida si se lo trasmite al falso ego o al verdadero YO, ese amigo inalcanzable que vive dentro de usted y que anhela conocer. Algunos lo llaman EL DIOS DEL AMOR que hace feliz sin dañar a nadie.  Doy un ejemplo: el alma dice: “Salva mi cuerpo.”

Su razón plantea: ¿Lo hago con las armas, con el diálogo, la oración, la diplomacia? El ego que usted conoce da la respuesta. Pero ese ego jamás le pregunta al Jefe Superior qué quiere. De esa forma usted no puede darse cuenta que ese buscador que busca una respuesta, en realidad se busca a sí mismo para aclarar algo. Es el círculo vicioso del Yo con Yo. Pero ese círculo vicioso s puede romper para formar una LINEA RECTA. Esto significa muchas cosas: recta conciencia, recta intención, recto proceder.

Para romperlo desarrolle una memoria de la sensación que le produce su alma cuando le habla;  las circunstancias o las palabras que ocurrieron en ese momento y que le hicieron comprender una verdad real o ficticia Porque el alma habla una sola vez. No repite lecciones. ¿Y la sensación fue buena o mala? Confíe en su discernimiento de que nada que sea malo puede hacerle sentir algo bueno.

Entonces entenderá que toda la vida su alma  le ha estado diciendo que usted debe cuidar su ecología personal para defenderse del ambiente que le ha tocado. Ahora bien, unos dicen que somos hijos de la naturaleza; otros afirman que somos Hijos de Dios. Unos dicen que Dios es el creador de la naturaleza, luego somos hijos ‘adoptados’ por la MADRE NATURALEZA mientras no descubramos quién es nuestro verdadero padre. Así se empieza a salvar el planeta, cuidando nuestra alma de la mentira y el engaño del enemigo.

Después de leer el párrafo  anterior, vuelva al primero,  por favor. De esa manera cierra el círculo infinito de una de las muchas lecciones que usted mismo puede darse a sí mismo. Yo no enseño nada que convenza. Sólo usted puede convencerse a sí mismo, cuando sea su propia alma la que le enseñe la lección de salvar el planeta.

Primera lección. Pregúntese: ¿Qué sentiría yo si arrojaran desperdicios en mi comida? Identifíquese con el alma del río, a ver qué le dice. Dicen que el ser humano, en un principio podía hablar con la naturaleza. Pero de pronto se enfermó con un síndrome extraño. Se volvió ciego, sordo, mudo, insensible, desconsiderado, se le acabó el gusto, la inteligencia, la verdad, debido a la confusión de su alma porque le declaró la guerra a la naturaleza y el otro. Y no sabe que declararle la guerra al alma, es declarársela a la naturaleza. ¿Podrá darse algún  día un verdadero diálogo de paz para que no destruyamos la casa común con la guerra nuclear? Sobrevivirán los edificios, si acaso. ¡Qué estupidez!

 
Publicado en Columnistas Nacionales

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