No me ha sido fácil aceptar la situación en la que se encuentra mi país. Las cosas deberían ser de otra forma, pensaba mientras repasaba lo ocurrido en los últimos meses de contienda electoral. Hoy puedo decir que ya superé la etapa de negación comenzando a enfocar la mirada hacía lo positivo que se hace visible cuando la mente se abre. Para ello es necesario querer creer; el escepticismo le cierra los ojos al pensamiento impidiendo ver la salida.
¿En qué quiero creer? En un buen futuro al que tiene derecho cada uno de los colombianos. Según veo, ya son millones los que ven con entusiasmo la posibilidad de iniciar un camino de prosperidad y sana convivencia yendo de la mano de un señor que se ha mostrado afectuoso, simpático, dicharachero y hasta deslenguado, muy cercano a su gente.
"Me gusta la gente sencilla aunque yo soy complicado" cantaba Facundo Cabral con esa manera tan cordial de expresarse, la misma del señor ingeniero.
Quiero creer en que el país no va a caer en las garras del narcosocialismo que lo tiene en la mira desde hace largo tiempo.
Quiero creer que no me tocará ver a mis compatriotas cruzando la frontera en busca de saciar el hambre de sus hijos.
Pero esas desgracias y muchas otras no van a pasar porque el señor ingeniero Rodolfo no se va a prestar a las sucias jugadas de quienes ya se han tomado buena parte de nuestra América. Esto, que no va a pasar de ninguna manera, me da la confianza necesaria para que el optimismo encuentre un lugar en mi corazón.
También quiero creer que el Espíritu Santo iluminará a este personaje imposible de odiar. Con sus setenta y siete años se aparece como un Trump a la criolla, ese otro iluminado que no deja de sorprender al mundo, tan distinto a la encumbrada casta política de la que los estadounidenses están hastiados como nosotros de todo lo que huele a Santos y a la aristocracia criolla.
Ya me estoy animando y comienzo a querer creer en muchas otras cosas como en que el señor ingeniero Rodolfo Hernández va a poner en su lugar a aquellos que se sirven de la política para cometer sus delitos. Reducir el congreso y quitarles todas las prebendas que hacen tan detestable ese oficio que debería ser tan sagrado como el de un médico, una enfermera, un profesor, un cura, un psicólogo, un filósofo, o como el mío, pero, claro está ejercidos con dignidad y compromiso.
Y por qué no creer en que la pobreza desaparecerá del todo si este señor ingeniero Rodolfo Hernández Suarez emprende una cruzada para que nos unamos a su causa convirtiéndola en una misión tanto colectiva como personal.
Hay tantas cosas en las que quiero creer... que las mejores mentes, por ejemplo, sean puestas en los cargos más importantes y quienes tienen espíritu de servicio estén en puestos bien remunerados en cada una de las funciones del estado. Según dicen por ahí que así fue como el señor ingeniero Rodolfo Hernández Suarez, nacido el 26 de marzo de 1945, gobernó su ciudad Bucaramanga.
Cómo no querer creer que el 19 de junio iremos entusiastas a las urnas cuando tenemos algo en que creer y que en la noche festejaremos los resultados de la suma de nuestros votos porque no permitiremos que se los roben.