El domingo dejó varios perdedores. Fajardo y la Coalición de la Esperanza. Sacaron apenas 885 mil votos cuando en la consulta interpartidista habían alcanzado 2.158.575. De milagro salvaron el umbral que les permite acceder a la reposición de gastos. Los partidos políticos: los verdes fracturados y los demás derrotados junto con Fico. Uribe y el Centro Democrático que ni siquiera tuvieron candidato propio en primera vuelta. Duque, corresponsable de esa debacle del CD, con bajísima favorabilidad y una ciudadanía que castigó cualquier asomo de continuidad. El Presidente, por cierto, sigue viviendo en otro mundo: se atrevió a sostener que si pudiera presentarse “está seguro de que sería reelecto”. La plaza pública: Petro y Fico las llenaron pero en las urnas sus resultados fueron decepcionantes. Y, aunque haya sido el más votado, el mismo Petro, que anunció triunfo en primera y estuvo diez puntos por debajo de lograrlo y que hubiera preferido mil veces enfrentar a Fico.
Hernández es el único ganador. Varios factores jugaron a su favor: uno, su consistente y focalizado discurso anticorrupción en una sociedad harta de los corruptos; dos, su negativa a hacer alianzas con unos partidos políticos desgastados y desprestigiados. Hernández es un verdadero outsider; tres, ubicarse por fuera de la polarización entre Petro y Uribe (la estrategia de la izquierda de “uribizar” a Fico fue exitosa). Hernández es el "centro"; cuarto, encarnar "el cambio”. Petro lleva más de 20 años en la política y Gutiérrez, aunque nuevo en lo nacional, quedó identificado con los partidos tradicionales; finalmente, como las encuestas mostraban que Hernández era mucho más competitivo para enfrentar a Petro en segunda vuelta, se le deslizaron votantes que, por encima de todo, son antipetristas.
De cara a la segunda vuelta, el escenario de Petro es complicado. Fracasó su táctica del todo vale, de convertir su campaña en una cloaca y sumar lo que fuera (narcos, violentos, paracos, corruptos) para ganar en primera. Hernández le arrebató la bandera del cambio y lo dejó sin discurso. La estrategia de atizar la polarización para enfrentar "al de Uribe" se quedó sin sustento. Rodolfo es cualquiera cosa menos uribista. Y el santandereano maneja las redes tan bien o mejor que él.
Una semana después de la primera vuelta, la estrategia de la izquierda es evidente: intentar, contra la evidencia, “uribizar" a Hernández y acusarlo de corrupto y misógino. Y, por encima de todo, promover el voto en blanco.
Petro sabe que la inmensa mayoría de los votantes de Fico Gutiérrez (23,9%), John Milton Rodríguez (1,3%) y Enrique Gómez (0,2%) son antipetristas y se inclinan naturalmente por el Ingeniero. También lo es al menos una fracción de los que votaron por Fajardo. Sumados al 28,2% de Hernández, le darían una amplia victoria.
Para Petro conseguir esos votos es imposible. La estrategia, por tanto, es que no voten por Rodolfo. Cada voto en blanco es uno menos para su competidor y uno menos que él necesita para alcanzar la mayoría. El voto en blanco baja la vara de votos totales que se necesitan para alcanzar el 50% más uno con que se gana.
A Rodolfo le bastaría con no equivocarse para ser presidente. Pero esta semana metió la pata varias veces. A pesar de su edad, parece tener un temperamento impulsivo. Y maltrató innecesariamente a los uribistas y a los cristianos.
Esos errores se reflejan ya en las encuestas. Aumenta mucho el número de ciudadanos que no saben cómo votar y los que votarían en blanco. La estrategia de la izquierda está funcionando. Rodolfo debe corregir y los demás no podemos olvidar el objetivo: que tengamos nuevas elecciones en cuatro años, preservar la democracia y las libertades, y evitar la implantación de políticas socialistas que aumenten la inflación y y el desempleo y ahonden la pobreza. Petro es saltar al abismo.