Mucho me temo que hasta ahora hemos visto una pequeña parte de la operación criminal. Seguramente, en estas semanas que nos separan de la primera vuelta, tendremos oportunidad de conocer nuevos y más escalofriantes detalles.
Las explicaciones de Gustavo Petro, por supuesto que son insatisfactorias. Es difícil agarrarlo diciendo una verdad. No podemos olvidar los novelones que ha armado cuando es agarrado en una de sus trampas. El misterioso “cáncer” que le curaron mágicamente en Cuba por medio de un legrado, o las artimañas que lanzó cuando quiso esconder que estaba en Italia de vacaciones con su numerosa familia. Y ni qué decir del cuentazo con el que ha pretendido zafarse del horrible escándalo de las bolsas colmadas con fajos de dinero en efectivo, que según él eran billeticos viejos de $5 mil pesos. Que Petro mienta no tiene porqué alterar nuestros nervios. Lo que sí es motivo de crispación es que haya gente que sinceramente crea o quiera creer las fantasías de ese individuo que hace mucho tiempo, por cuenta de sus evidentes problemas psiquiátricos, perdió la capacidad de distinguir entre la realidad y la fantasía.
Lo de la cárcel no es anecdótico. Es supremamente grave y nos permite visualizar el tamaño del aparato criminal que tiene Gustavo Petro y, sobre todo, de lo que está dispuesto a hacer para ganar las elecciones venideras. No le bastó sellar alianzas con la traficante de secuestrados alias ‘Teodora Bolívar’, ni recibir el apoyo de la banda terrorista Farc, o el endoso de los votos de Roy y Benedetti. Aquello es, por sí mismo, increíble. Pero termina siendo una nimiedad si se compara con el horripilante pacto que celebró a nombre suyo su hermano Juan Fernando con los criminales más peligrosos de Colombia.
Me pregunto, dónde está la justicia. ¿Acaso Gustavo Petro tiene licencia para delinquir? ¿Los jueces naturales de él van a permitir que continúe feriando el Estado social de Derecho con el hampa organizada? Soy enemiga de la judicialización de la política. Creo que el debate democrático debe adelantarse en el campo de las ideas y no en los tribunales, pero lo que han venido haciendo Gustavo Petro y sus lugartenientes trascendió el ámbito de la confrontación programática para adentrarse en las horribles aguas de lo criminal. En política no todo vale y menos que se pretenda pignorarle la dignidad de la presidencia de la República a delincuentes de cuello blanco como los hermanos Moreno Rojas, aliados de vieja data de Petro y responsables del gran saqueo que sufrió la capital colombiana. En 1994, Ernesto Samper se alió con el narcotráfico para ganar la presidencia. Han pasado 28 años y ahora tenemos al candidato de la extrema izquierda haciendo pactos electoreros con las mafias políticas más peligrosas que persisten en nuestra adolorida patria.
Colombia merece un mejor destino. Apoyamos a Fico Gutiérrez porque es un hombre honorable, con un programa político sensato y, lo más importante, porque él es prenda de garantía de que nuestra democracia no le será endosada a la criminalidad con la que Gustavo Petro es feliz haciendo coaliciones.