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John Marulanda*      

El escenario es complejo. Mientras la guerra ruso-ucraniana continúa en primer plano, la Cuba de los Castro cumple 60 años con un 90% de pobreza, un sueldo mensual mínimo de U$ 9 dólares y una economía pauperizada, Rusia advierte sobre el envío de activos nucleares si Finlandia y Suecia deciden unirse a la OTAN. “Y en ese caso ya no se podrá hablar de un Báltico sin armas nucleares” aclaró el vicepresidente del Consejo de Seguridad de Rusia, Dimitri Medvedev.

En ambos extremos del globo la situación pinta crítica pues mientras en la isla prisión, recordada por la crisis de los misiles de 1962, la gente sobrevive con un mínimo calórico, en el báltico las amenazas rusas no son de jugar. Así lo aclaró el actual director de la CIA, William Burns:"(…) nadie puede tomarse a la ligera la amenaza que supone que pueda recurrir al uso de armas nucleares tácticas o de baja potencia", afirmó el máximo responsable de la agencia de espionaje, en un discurso en una universidad de Atlanta.

Para el analista Andrés Oppenheimer, los dos próximos países que potencialmente podrían caer en manos de la izquierda extrema son Colombia en marzo y Brasil en octubre, cuando se celebren las elecciones presidenciales. El interés geoestratégico y de supervivencia de La Habana y de Moscú, ambos involucrados profundamente en Venezuela, está en estos momentos en Colombia en donde la campaña pre electoral está en uno de sus momentos más álgidos, especialmente por la embarrada del candidato de la extrema izquierda, Petro, quien sin ningún empacho juró que: “Ante notario y en documento público, bajo gravedad de juramento (…) no habrá ningún acto de expropiación contra ningún bien los colombianos en mi gobierno”. Frente este impromptu petrista, la senadora María Fernanda Cabal saltó a las redes con un “Chávez dijo lo mismo”, sembrando una muy merecida duda ante las promesas falsarias del extremista.

Con una población de 50 millones de ciudadanos, de los cuales más de 20 millones mal contados son católicos cristianos, el país registra a la fecha 33 masacres por cuenta de los Grupos Armados Organizados, una situación en la cual la mayoría de ciudadanos expresa su repudio y rechazo, siempre con la cocaína como excusa del actual conflicto. Para algunos estudiosos del sesentero conflicto interno, la causa y raíz de las guerras civiles de Colombia, siempre ha sido la Constitución y no me cabe duda que Petro, como lo aclara uno de sus ex compañeros, no busca la reelección sino la insurrección de acuerdo con su evidente egolatría: morirá Sansón y todos los filisteos, dirá luego de su fracaso electoral que se huele en el ambiente. Y la culpa será de la malinterpretación de los postulados burgueses de la Constitución del 91. O de los electores que equivocarán sus votos. Y aunque los colombianos podríamos dar una sorpresa como la del plebiscito del 2016 cuando inesperadamente le dijimos NO a los acuerdos espurios de la Habana, estamos en los prolegómenos de otra guerra civil según estos académicos.

Para Oppenheimer, las posibilidades de Petro de llegar a la Casa de Nariño son pocas, comparadas con la izquierda de Lula quien avanza en su candidatura apoyado en el supuesto descrédito político de Bolsonaro. Colombia en cinco semanas y Brasil a fin del año, corren el riesgo inminente de convertirse en satélites de gobiernos comunistas productores de bienes de consumo, como China que ha logrado sacar de la extrema pobreza a unos 99 millones de personas en los últimos 8 años, según los cantos de Jinpíng. Aunque se está dando la calculada casualidad que el nuevo imperio chino tiene un pie en toda la región, retando la supremacía económica y tecnológica de Washington, el polo que nos debe guiar a los latinoamericanos.

En este entramado post pandemia, alistarnos para votar por el mejor candidato es parte fundamental de nuestra obligación ciudadana.

Publicado en Columnistas Nacionales

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