La incapacidad de sacrificarse y abstenerse de tomar caminos fáciles y supuestamente gratuitos, incluso sabiendo que conducirán al abismo mañana, es como los músculos que al no usarse se atrofian, tanto que cuando las circunstancias exigen su intervención no pueden hacerlo en la magnitud ni oportunidad requeridas.
Ahora que Europa empieza a ver las consecuencias actuales y futuras que enfrentará por la atroz invasión rusa a Ucrania, reconocemos que la ausencia de dificultades o la tendencia a ignorarlas es un “sabroso”, pero anestésico veneno. Después de dos guerras en el siglo pasado, los europeos de postguerra olvidaron qué son el hambre y el sacrificio.
Nadie está en contra de mejorar y facilitar las condiciones de vida, pero cuando por ingenuidad o facilismo olvidamos que siempre hay perversos dispuestos a cumplir sus deseos por cualquier medio y preferimos “negociar” con ellos; cuando olvidamos que la vida tiene altas y bajas, que los problemas no mueren totalmente, sino que hibernan y regresan cuando se está fuera de forma y vulnerable; cuando aplazamos los sacrificios por la falsa creencia de que considerar escenarios adversos es ser “pesimista” y tener planes de contingencia, ahorros y disponibilidad para el uso legal de la fuerza es ser “desconfiado y guerrerista”, entonces estamos realmente en el mayor de los riesgos.
La clase política alemana y europea desde hace décadas, escogida por votantes flojos e irresponsables, se vendió ante un autócrata y asesino reconocido como Putin, al que le aceptaron puestos bien remunerados en empresas rusas, con tal de tener votos y gas barato. Apenas ahora creen que la independencia energética de Rusia es una obligación y que la Otan es una necesidad.
Cuando por facilismo elegimos gobernantes cobardes que evitan el esfuerzo de arrancar la maleza y prefieren motilarla cuando está alta, luego pagamos con intereses de usura deudas abultadas que pudieron evitarse si hubiéramos aceptado un sacrificio constante, pero menor en el largo plazo. Así como el pusilánime de Chamberlain, que confundía paz con apaciguamiento, pensó que Hitler era solo una molestia y prefirió creerle sus promesas a enfrentarlo, o así como Juan Manuel Santos, que, institucionalizando un sistema de impunidad extorsiva en contra de la decisión popular, entregó el país a un cartel narcoterrorista que ahora tiene hasta candidato presidencial.
Pero la fobia al sacrificio y a no transar con la maldad no es solo un mal europeo. La diplomacia colombiana parece ignorar la sangre de campesinos y soldados de este país que ha corrido y sigue corriendo por tolerar la narcodictadura venezolana y cubana, y el mundo no entiende el costo que le significará tolerar y depender de la dictadura del Partido Comunista Chino con tal de tener electrodomésticos baratos.
https://www.elcolombiano.com/, Medellín, 18 de abril de 2022.