El pasado domingo, alias ‘Simona’ y su séquito, ingresaron a la Catedral Primada de Colombia, símbolo por excelencia del catolicismo en el país. Si bien el espectáculo que protagonizaron no tardó sino minutos gracias a la reacción enérgica de los feligreses que se enfrentaron a ellos y los obligaron a abandonar el lugar, y que celebro su firmeza para no permitir tan repudiable hecho, fue la muestra de que quienes están con los comunistas se creen con el derecho de no respetar nada ni a nadie, y que, de llegar al poder, podrían “expropiarnos” hasta el derecho constitucional de vivir nuestra fe. Son tan incoherentes que dicen defender sus “derechos”, pero eso sí a costa de violentar los de los demás.
Transgredir la ceremonia sagrada de la misa traspasó cualquier límite. Gracias a Dios fueron muchas las voces de rechazo, incluso de líderes de otros credos y de no creyentes. Pero tengo que decir que la posición de la Arquidiócesis de Bogotá en su comunicado fue tibia ante la gravedad de los hechos; pareciera que solo quieren pasar la página y minimizar lo sucedido. Por ello, es bueno recordar episodios tristes de persecución vividos por la Iglesia Católica en países como Cuba, donde en el año 1.960, y por más de cinco décadas, quedó acorralada y casi silenciada, y los feligreses, encarcelados o fusilados por profesar su fe. Además, espacios religiosos en medios de comunicación fueron clausurados y prohibidos. En el caso de Venezuela, el gobierno también ha hostigado a los grupos religiosos que se han atrevido a criticarlo. Tan grave es, que incluso obispos fueron censurados durante el régimen de Hugo Chávez. Recuerden que los comunistas le temen a la religión porque saben que feligreses y obispos, sacerdotes, religiosos, pastores cristianos y líderes de otros credos sólo se arrodillan ante Dios, ante la sagrada Eucaristía y no ante un gobierno.
Ahora bien, aquí me pregunto, ¿dónde está la voz de rechazo de esos líderes de izquierda que tanto se ufanaron con la visita de Gustavo Petro al Santo Padre?, ¿acaso esta agresión directa contra la fe católica no era merecedora de su voz de protesta?, ¿es esto la antesala de lo que pasará si llegan al poder?, ¿dónde están los que patrocinaron con tanto ahínco a los vándalos de la primera línea, esos mismos que violentaron este templo sagrado para los católicos?... Cada quien sacará sus propias conclusiones.
Las cosas hay que decirlas como son. De la izquierda populista y su séquito no se puede esperar nada bueno. Colombia no puede olvidar el vandalismo, la destrucción y el caos que nos azotó por casi dos meses por cuenta de los jovencitos del corazón de la alcaldesa Claudia López, esos mismos a los que el senador Gustavo Bolívar dotó con cascos, gafas y mascarillas para enfrentarse al Esmad de la Policía mientras destruían todo a su paso. Esos mismos a los que Petro instaba a mantenerse en las calles protestando a sabiendas de que, por ejemplo, instalaban guayas para degollar policías, incineraban los CAI, incluso con uniformados dentro, o peor aún, que los atacaban con ácido, bombas molotov y hasta cohetes artesanales. Eso no se puede olvidar.
Pero el escenario no puede ser peor. No solo corremos el inminente riesgo de vivir gobernados por un presidente comunista que aplaude el vandalismo y el irrespeto por las Instituciones, sino que ahora vemos más cerca la posibilidad de que también seamos perseguidos por profesar nuestra fe, como sucedió con la irrupción a la Catedral Primada, o vernos abocados a algo similar a lo ocurrido en Chile en el año 2020, cuando vándalos quemaron la Iglesia de la Asunción y saquearon e incineraron las figuras sagradas de la Iglesia San Francisco de Borja en las calles, ambos hechos celebrados por la extrema izquierda de ese país.
Esto no es de poca monta. Por eso es imperativo que la Policía Nacional y la Fiscalía sienten un precedente y den prontamente con la identidad de alias ‘Simona’, así como de todas las personas que estaban con ella para que respondan ante la justicia por sus actuaciones. Estos graves hechos están tipificados en el Código Penal bajo los delitos de violación a la libertad religiosa, que contempla una pena privativa de la libertad de 16 a 36 meses de prisión, e impedimento o perturbación de ceremonia religiosa, por el cual estarían obligados a pagar una multa.
Los colombianos no permitiremos que un grupo de violentos nos impidan vivir nuestra fe y mucho menos que pisoteen e irrespeten nuestras más íntimas creencias religiosas, eso jamás. Por ello aprovechemos la oportunidad que nos brinda la democracia este mes de mayo para que, con nuestro voto, elijamos a un presidente que sea garantía de respeto a la libertad de pensamiento y de opinión, a la libertad de culto y de objeción de conciencia, libertades esenciales de todo ser humano.
@CharoGuerra