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Alfonso Monsalve Solórzano

Petro dijo que lo que ocurre con Ucrania no nos importa. Textualmente afirmó en Turbaco: “¡Qué Ucrania, ni qué ocho cuartos! Tenemos que dedicarnos es aquí a Colombia, cómo nos salvamos nosotros mismos", acusando al gobierno y al “uribismo” de querer enviar tropas a combatir a favor de ese país contra la invasión rusa.

En un tuit, afirmó, además, que: Europa está “ahorcada por la economía fósil a punto de caer en su tercera guerra europea. Una guerra por el gas. América latina en paz puede aprovechar para crecer”.

Imposible tergiversar más la realidad para crear un relato que no sólo oculte lo que está ocurriendo allí, sino que lo distorsione y disfrace y, en un “acto de magia”, haga desaparecer las potenciales consecuencias que se tiene sobre Colombia, más todavía, en una decisiva contienda electoral.

Hay que ser una persona indolente para señalar que se debe aprovechar el sufrimiento de los ucranianos para “crecer”, como hace notar Salud Hernández en su columna de ayer en Semana. Pero, no es sólo eso, de esta manera evita referirse dos características cruciales de la invasión rusa:

Su causa no es una guerra por el gas, como si Europa centro–occidental y Rusia estuviesen disputándose ese recurso energético. De hecho, Rusia ha querido aprovechar la dependencia de aquella en este campo, como arma para chantajearla con el fin de que acceda a los propósitos expansionistas del nuevo zar, Vladimir Putin, quien no se resigna a pasar la página de la derrota de la Unión Soviética, que significó el fin del imperio cuyo corazón era el Kremlin y que busca recuperar a toda costa. Ucrania ya había sido cercenada en Crimea y ahora va por la totalidad de Ucrania, en una espiral que pone en la mina los antiguos miembros del Pacto de Varsovia, como Polonia, los países bálticos, Hungría, etc.

La posición de Petro también soslaya, al meter a todos en el mismo costal, que el gobierno ruso está cometiendo crímenes de lesa humanidad, como todo el mundo ha visto en las imágenes en las que blancos civiles, como edificios de vivienda, han sido atrozmente atacados por sus misiles.

No es entonces, una guerra entre dos perversos iguales. En ella hay un agresor que viola la soberanía de un país, motivado por una causa imperial, y que no tiene límite moral ni político en su forma de combatir.

Pero, Petro, quiere hacer creer a los colombianos que ese conflicto no nos compete. Nada más falso. Si bien, Colombia está a miles de kilómetros de Rusia, con grandes océanos de por medio y que, además, no tiene ni el poderío militar o económico para librar directamente una guerra en nuestro país, si puede incidir decisivamente en nuestro futuro próximo y crear condiciones para desestabilizarlo indirectamente, en su intento por crear una brecha en el entorno geoestratégico de los Estados Unidos en nuestro continente.

Piensen ustedes que sus aliados incondicionales, en América latina son Venezuela, Nicaragua y Cuba. La primera está armada hasta los dientes con armas rusas que apuntan hacia nosotros y apoya y se apoya, a ambos lados de la frontera, en grupos armados colombianos para destruir nuestro estado de derecho, y, de paso, mantener el flujo del dinero criminal de narcotráfico. No es descartable que las fuerzas armadas venezolanas con la asesoría de militares rusos y por instigación de estos, cometan actos de provocación contra nuestro estado para mostrarle a Estados Unidos su vulnerabilidad en esta zona del mundo.

Lo que sí es seguro es que los rusos, en esta época electoral están usando, como hicieron en Estados Unidos, su reconocida capacidad de guerra cibernética para sabotear, con la participación de sus aliados, las instituciones colombianas y desinformar masivamente a nuestros ciudadanos con el fin de torcer las elecciones en las que se está jugando el destino de nuestra nación, a favor del candidato que les es afín.

Pero eso no es todo. Las acciones terroristas en Colombia se han incrementado en esta época electoral, hasta niveles preocupantes en la parte oriental del país, justo al lado de Venezuela y en otros lugares, como el norte del Cauca y el bajo Cauca antioqueño, donde el dinero del narcotráfico de esas organizaciones financia el terrorismo. Se han fortalecido tanto que, Incluso, han llegado a decretar un paro armado a nivel nacional, que no ha sido exitoso, pero sí les ha permitido mostrar su creciente capacidad de intimidación, precisamente en este periodo electoral.

Por otro lado, no parece casual que Nicaragua haya iniciado recientemente una escalada contra Colombia, apoyada por Rusia, que la está dotando de armamentos sofisticados para hacer valer por la fuerza su pretensión de quitarle a Colombia gran parte de su mar histórico. Y no es un secreto que Cuba es el santuario de la dirección del ELN, aliado de Venezuela, a pesar de los repetidos crímenes de guerra y de lesa humanidad que este comete en nuestro suelo.

De manera que lo de Petro no es más que una calculada estrategia para desprestigiar al gobierno y a los partidos democráticos colombianos, presentándolos como adalides del “imperio”, mientras se guarda cuidadosamente quiénes son sus verdaderos aliados. A nadie escapa hacia donde apuntan sus preferencias y afinidades ideológicas.

Es una más de sus estrategias con las que esconde sus verdaderas intenciones, porque para él todo vale para llegar al poder: es pro grupos armados y organizaciones violentas, mientras se muestra como pacifista; destructor del medio ambiente que mantiene la coca como insumo de la cocaína, intentando aparece como ecologista; promotor del aborto cero mientras avala el genocidio de fetos de seis meses; aparente feminista que pone por encima las conveniencias de sus aliados, de lo peor de la clase política tradicional, a las representantes de las mujeres en su propia coalición; ateo que cree en Dios para conquistar electorado creyente (París bien vale una misa); y amigo de Rusia, Venezuela, Cuba y Nicaragua y miembro del Foro de Sao Paulo, que aparece como “neutral” en el alinderamiento internacional. ¡Claro que nos importa lo que ocurre en Ucrania!

Publicado en Columnistas Nacionales

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