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Armando Barona Mesa

Sobre borrachos hay casos: el viejo Noé que bebía y bebía y borracho se la cobraba a sus hijos. Recientes: Boris Yeltsin bailaba borracho, mientras llegaba Putin. En el Ecuador el borrachito se llamaba Abdalá Bucaram. Gozaba de lo lindo en las tribunas mientras el país se deshacía.

Y habrá muchos más casos, ninguno bueno. Dios cuida de sus borrachitos, dice la lengua popular. Pero no, el borrachito se derrumba solo. Y si llegare a ser presidente, puede derrumbar al país.

Por más que quieran disimular, Petro ha dado muestras de borrachera muchas veces. Nos faltaba que gobernara trastabillando, los ojos medio abiertos, la voz cascada y tomando medidas sobre la marcha como aumentar aranceles sin percatarse de que eso hace subir las materias primas y encarece la producción en espirales de humo. Esto mientras se aplica ‘una copa más’, como en la vieja canción. Esa ciertamente no es una nimiedad.

Nada es bueno de la perspectiva de que llegase a ganar el exguerrillero. A su lado se han alineado personajes como Gustavo Bolívar y Piedad Córdoba cuyas andanzas en detalle hoy conocemos. Se le midió con Chávez a hacer la revolución colombiana. Hizo una arenga, hoy conocida, en la que como Teodora levanta con verbo encrespado la apología de la lucha populista. Eso se fue frustrando, porque la señora mostró más su apego al dinero y montó con el señor Saab y el propio Maduro una empresa de apoderamiento de unos dineros grandes que por allí andaban.

¡Qué perspectiva! Que quienes han dado muestras de no tener escrúpulos, se le midan hoy rampantemente a la toma del poder y confíen en la amnesia de los colombianos. Que no se recuerde la mirada lúbrica de Petro levantando y contando fajos muy gruesos entregados en clandestinidad y grabados como arma futura del cómplice, señor Montes. Y por favor, las chatarras que importaron como carros de aseo para Bogotá.

Que el señor Petro solamente ande en ferragamos y luciendo relojes de precios colosales, es realmente lo de menos. También es que viaje cada seis meses a los mejores hoteles de Europa, donde tiene estudiando a su familia. Pero no es sano que muestre sus ansias de dinero y poder, después de lo que le han hecho a Uribe en un tinglado de infamia. Esa no es ni puede ser una política sana. Tampoco puede ser honrado que bajo verbo altanero se incite a un despertar de odio de clases que rompa la armonía dentro de la cual debe vivir Colombia. Todo sea, dicen y practican acordes en la lucha por el poder, los marxistas. Y lo plantean a muerte.

En realidad yo no estoy metido en la brega política ni tengo más aspiración que la de asistir al progreso sano de la democracia y la República. Y siempre digo la verdad en mis escritos y en las faenas de la vida. Pero vivo sí con cierta desazón en esta polarización que se han inventado.

Hay antiguos amigos que se resienten y pasan al odio. Pues a ellos les digo que no hay ni habrá correspondencia de mi parte. No puedo odiar a nadie ni desvela mi noche ese sentimiento desgraciado que esclaviza.

Opino sí, porque ya a los luengos años de mi vida conozco la historia y mucha parte de ella la he vivido. Y conozco al hombre en sus virtudes y debilidades.

No repudio las coaliciones que buscan que no se pierdan los votos sino que se sumen. La gran mayoría de esos candidatos son buenos; pero creo que es sano y necesario que por todos se apoye al que tenga más opción del triunfo. Y que gane el mejor en pro de Colombia.

Sigue en Twitter @BaronaMesa

https://www.elpais.com.co/, Cali, 17 de febrero de 2022.

Publicado en Columnistas Nacionales

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