La coyuntura actual exige de los ciudadanos, que, con criterio cívico desprovisto de pasiones, evaluemos con el mayor rigor las opciones electorales que se nos presentan a Senado y Cámara, y elijamos a personas pulcras y honorables, que tengan capacidad, ciencia, virtud y sabiduría para ser depositarios de la confianza ciudadana.
Sobrecoge ver en las calles de las principales ciudades del país, la proliferación de costosas y ostentosas vallas publicitarias fijas y rodantes, promocionando candidaturas de personas que descaradamente aspiran a su reelección, en su mayoría, políticos oscuros, ineptos e indecorosos, con insuperables limitaciones profesionales y académicas, que sin rubor alguno, fletaron su ética, burlaron la democracia, vendieron su independencia y se postraron ante el querer del remedo de presidente que fue Juan Manuel Santos, quién solo consiguió lo que abusivamente compró o rentó con los recursos del erario.
Que nadie olvide, que Santos entronizó la más descarada corrupción, revirtió la tasa de crecimiento de la nación, duplicó el déficit fiscal, encareció los impuestos y desbordó el gasto y el endeudamiento. Además, desterró la inversión extranjera, entregó la independencia energética de la nación, no tuvo valor para impugnar una sentencia viciada de nulidad de la Corte Internacional de Justicia que mutiló y desmembró el Archipiélago de San Andrés, y lo peor, violentó el orden democrático a cambio de una barnizada medalla del cada día más desprestigiado Comité Noruego del Nobel.
Nunca antes la indelicadeza, el abuso y la corrupción, había alcanzado niveles tan altos como en el gobierno Santos.
Respeto profundamente el disenso y la pluralidad propia de la democracia, pero desprecio a los corifeos de Santos, que por miserables dádivas, estímulos y halagos, antepusieron sus intereses a los de la democracia y cínicamente burlaron la voluntad mayoritaria de la nación, la misma Constitución Nacional y el Estado Social de Derecho, a cambio de premiar y gratificar a un puñado de criminales cansados de delinquir, que más que paz, lo que querían y aún siguen queriendo, es poder, privilegios y una vejez tranquila con solvencia económica por cuenta de los colombianos.
No se entendería como personas honestas y sensatas, votaran por algunos candidatos a Senado y Cámara de Cambio Radical, del llamado Partido de la U, del regresivo y retardatario Polo Democrático hoy solapado en la mal llamada Colombia Humana o Pacto Histórico y del desteñido y mancillado Partido Liberal, que avalaron obsecuentemente los perversos Acuerdos de La Habana que entronizaron las más cínica y desvergonzada impunidad y que tan solo han servido para estimular la violencia, la criminalidad y la anarquía, y para hacer de Colombia un vergel de cultivos ilícitos y una cadena de factorías de narcóticos.
Las crecientes disidencias de las Farc, demuestran la fractura de una banda criminal, carente de principios y valores, tan solo interesada en obtener poder mediante la criminalidad y en perpetuarlo mediante el narcotráfico.
No es tiempo de votar por partidos, insignias, ni colores; es tiempo de votar por el respeto, el orden y la institucionalidad, y en contra, del comunismo, el terrorismo y la impunidad. Es tiempo por votar por Colombia y su perfectible futuro democrático.
A Colombia le llegó la hora de definir su futuro, y las opciones son solo dos; la de seguir rectificando el camino y vivificar la democracia o, la de entregarnos a la voluntad Castro Chavista del disparatado e inepto Gustavo Petro y a la de un puñado de criminales sin ideas ni ideales que llegaron al Congreso en premio a sus fechorías.
El 14 de marzo tendremos que decidir, entre salvar una democracia burlada y vejada o, abrazar el populismo comunista. Mi voto será por la salvación de la democracia, el fortalecimiento de las instituciones y por la consolidación de un Estado Social de Derecho en el que reine la educación, el respeto, el orden y la justicia.
Mi voto cívico, jurídico y académico será por Gabriel Velasco Ocampo al Senado y por Christian Garcés Aljure a la Cámara; líderes íntegros, capaces, laboriosos y visionarios que representan una nueva generación dispuesta a desterrar la corrupción y la ineptitud que caracteriza a la inmensa mayoría de la clase política colombiana, sin dejar de reconocer, la conveniencia de volver a elegir al Senado a Paloma Valencia Laserna y a María Fernanda Cabal Molina.
Pero sea cual fuere la preferencia de mis lectores, por favor, esta vez, voten, y no olviden lo que pasó en Chile, donde el 55% de los electores no votaron y hoy con amargura y arrepentimiento se lamentan de no haberlo hecho.
Lo mejores días de Colombia están por venir. Dios salve a Colombia y su democracia.
*Rafael Rodríguez-Jaraba. Abogado Esp. Mg. Consultor Jurídico. Asesor Corporativo. Litigante. Conjuez. Árbitro Nacional e Internacional. Catedrático Universitario. Miembro de la Academia Colombiana de Jurisprudencia.