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Indalecio Dangond   

Eran tal vez las 4 de la madrugada de aquel 12 de mayo de 1980, cuando en el hospital de Villanueva (La Guajira) nació un niño que llevaría el nombre y apellido de su abuelo Silvestre Dangond.

Sus años de niñez y adolescencia los vivió entre Urumita y Valledupar. En 1998, a la edad de 18 años, decidió irse a vivir con sus padres a Bogotá. Recuerdo que a los dos meses de haber comenzado sus estudios universitarios se presentó en mi oficina del Ministerio de Agricultura a decirme que lo de él era la música vallenata. Traté de persuadirlo, pero a la semana siguiente lo estaba acompañando junto con Felipe Peláez y Carlos Bryan a los estudios de grabación de Alfonso Abril, donde realizó un demo para mostrar su talento a las casas disqueras del país.

Las dos canciones fueron presentadas a Sony Music, Codiscos e Iván Villazon, quien para esa época estrenaba su sello discográfico Valduparí Récord. El gerente de artistas y repertorios de la Sony, Gabriel Muñoz, se dio cuenta del gran talento de Silvestre y a la semana siguiente ya tenía firmado el contrato de exclusividad por tres álbumes. Recuerdo que le sugirieron que se fuera a Valledupar y escuchara el acordeón de un muchacho de la dinastía López, llamado Román. Sin pensarlo dos veces, viajó a Valledupar, y fue allí donde también encontró a la persona que le manejaría su carrera artística. En estos 21 años de carrera profesional, Carlos Bloom no sólo ha sido su manager, sino que también ha sido su mejor amigo y consejero.

A comienzos del año 2000, llegan de Valledupar a Bogotá Silvestre, Bloom y Román con las canciones escogidas y con ganas de comerse los estudios de la Sony. El presupuesto de la disquera estaba apretado y tuvo que grabar su disco con músicos prestados de Beto Zabaleta y Jorge Celedón. El disco duró dos años esperando turno para salir al mercado y solo hasta el año 2002 los colombianos pudieron escuchar la voz y el talento de quien partiría en dos la historia de la música vallenata.

En el año 2002, por motivos ajenos a su voluntad, Silvestre tuvo que separarse de Román y unirse con Juancho de la Espriella, un tremendo acordeonero con quien logró obtener muchos récords en ventas y taquilla durante los diez años que estuvieron juntos. Recuerdo que en el año 2006, en un concierto en España, los organizadores del evento no podían creer que un artista vallenato llenara la Plaza Mayor de Madrid.

En el año 2012, hubo varias reorganizaciones en los grupos vallenatos y Silvestre decidió oxigenar su estilo vallenato con Rolando Ochoa y posteriormente con Lucas Dangond, dos extraordinarios talentos de la música vallenata con quienes logró conquistar el mercado de los Estados Unidos, Suramérica y Europa. Como no hay quinto malo, su nuevo coequipero, Rubén Lanao Jr., resultó un pollito con mucha espuela.

Claramente, esta cronología de 21 años de vida artística de Silvestre, con 5 acordeoneros, 13 discos y una fanaticada de 6,4 millones de seguidores, es fruto del sacrificio, la constancia, el talento y la pasión. El poeta inglés T. S. Eliot decía que “solo aquellos que arriesgan ir demasiado lejos pueden encontrar lo lejos que pueden llegar”.

https://www.elespectador.com/, Bogotá, 06 de diciembre de 2021.

Publicado en Columnistas Nacionales

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