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José Alvear Sanín   

La cosecha de candidatos presidenciales es de varias docenas. Quizá sería mejor hablar de precandidatos a candidotes, porque la gran mayoría de las distinguidas personas que se han lanzado no reúne las condiciones de reconocimiento nacional y trayectoria suficiente. Todos ellos, además, carecen de partido, financiación, equipo y programa, que son los prerrequisitos de una verdadera campaña.

Conscientes de su debilidad, ninguno proyecta lo más esencial: ¡Ganas de ganar!

Como las elecciones se vienen encima--porque estamos a cuatro meses de las parlamentarias y a seis de las presidenciales--, grupos de ciudadanos preocupados, gremios, centros de pensamiento y revistas, organizan foros y paliques con aspirantes al solio de Bolívar. Los organizadores escogen algunos nombres, para que media docena de personas intercambien opiniones, que precisamente por la desmesura de la ambición a nadie convencen.

Quien haya seguido, por ejemplo, el reciente coloquio de Semana, no puede ocultar su desánimo. Allí, algunos invitados coincidieron en la expresión de su opinión personal en el sentido de que Petro no va a ser presidente. Alguno recordó que fue un alcalde pésimo; otro hasta se atrevió a decir que ese señor es una mala persona y que haría daño al país… ¡y un tercero dijo que si él no quedaba de segundo, votaría luego por Petro…!

La sensación que ese foro deja es que todos los participantes son buena gente, con alguna experiencia ocasional en puestos públicos, pero que ninguno es líder, estadista o jefe político.

Para dirigir cualquier país, especialmente uno aquejado por todos los males —como es ahora el nuestro— se requiere líder, estadista y jefe político. Petro, en cambio, que tampoco es líder, estadista ni jefe, sí tiene ganas, enormes ganas, financiación inagotable, equipos mediáticos, muchas “bodegas”, lamentables e influyentes apoyos internacionales, y un proyecto político coherente pero atroz, que él sabe disimular con un lenguaje melifluo, ambiguo, ladino, sinuoso, hipócrita, falaz y todo lo que usted quiera…

Pero en vez de enfrentarlo y recordarle al país sus antecedentes, su castro-chavismo, su mendacidad incontenible, su alcaldía depredadora y costosa y su innegable capacidad de convertir a Colombia en una segunda Venezuela, en los medios masivos y las reuniones a las que asiste invitado por dirigentes pusilánimes, se le trata con exquisita cortesía y respeto.

Los pueblos son desmemoriados, y entre olvido, temor y culpable cortesía, el personaje se crece hasta la alarmante cota preelectoral que le han permitido alcanzar.

Ahora bien, si las fuerzas democráticas siguen atomizadas, la reacción empanicada después de las parlamentarias puede ser tardía e insuficiente, o no darse. No olvidemos que, ese día muchos responderán más bien a la pregunta tradicional: ¿Quiénes vamos ganando?

Con franqueza debo decir que, con una o dos excepciones, las docenas de candidatos se han madurado biches. En general son profesionales honestos, bien preparados, amables, flexibles y transaccionales. Si en lugar de aspirar a imposibles se unieran, podrían formar un gabinete ministerial de lujo para un verdadero candidato líder, estadista y jefe.

¿No será posible, a última hora y al borde del precipicio, el entendimiento patriótico de las fuerzas democráticas, para que surja un verdadero candidato nacional, apoyado por tantos señores que primero deben ser ministros, antes de soñar con cimas inalcanzables?

Bien sé que lo que acabo de anotar equivale a la creación de un nuevo Frente Nacional, y aunque tampoco ignoro los abismos que separan las formaciones democráticas y sus jefes, si este no se da a partir de diciembre, el pronóstico para Colombia es reservado…

xxxxx

La necesaria intervención de EPM no puede seguir siendo aplazada. Hay que terminar con la esa dministración alocada y a golpes sobre la marcha, de Pinturita, porque es imperativo evitar el cambio de contratista, que no solo retarda y encarece la obra, sino que puede atraer la mayor coima en la historia nacional.

Publicado en Columnistas Nacionales

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