Pues hay rumores, recogidos hoy por la revista Semana, en el sentido de que “varios líderes del Centro Democrático” --que la citada revista se abstiene de identificar--, se irían a apoyar la candidatura de Federico Gutiérrez, ex alcalde de Medellín, un personaje que no es miembro del CD, si la senadora María Fernanda Cabal es elegida candidata presidencial.
Tal anuncio, quiéralo o no Semana, es, en sí, una provocación y una forma descarada de poner una espada de Damocles sobre las bases y directivos del CD, cuyos intereses coinciden con la elección de una o un candidato creíble, cuyo nombre será dado a conocer el próximo 22 de noviembre.
Ante esa revelación, corresponde a la dirección del CD adelantar la respectiva investigación para saber quiénes son, exactamente, los impulsores de ese rumor o los supuestos “líderes” que quieren no sólo el colapso prematuro de la candidatura más popular en las bases del CD, la de María Fernanda Cabal, sino también sembrar el caos a largo plazo dentro del Centro Democrático.
Pues el ataque no se dirige, como algunos pueden creerlo, únicamente contra la senadora Cabal sino contra la posibilidad de que los electores colombianos puedan respaldar, con su movilización y sus votos, un programa de restauración de la autoridad del Estado y de defensa real de la República, y puedan derrotar de una buena vez las pretensiones absurdas y depredadoras del señor Gustavo Petro.
Si es cierto lo que divulga Semana, quedaría confirmado que en el seno del movimiento uribista se han incrustado individuos que tratan de desorganizar ese partido desde dentro para impedir que las ideas de salvación nacional sean defendidas con éxito por la o el candidato del Centro Democrático.
La nota de Semana, sin firma, da como un hecho cierto unas supuestas “divisiones [que] podrían generar fracturas [en el CD] de cara a las elecciones presidenciales”. Nadie puede negar que en ese importante partido hay, como en todas las formaciones políticas del mundo, tendencias, roces y diferencias. Pero de ahí a vislumbrar explosivas “divisiones” en vísperas de una crucial elección presidencial, es hacer pasar una vana conjetura, cargada de malas intenciones, por un hecho cumplido.
Federico Gutiérrez ha insistido varias veces en que no hace parte del Centro Democrático, aunque “respeta” al expresidente Álvaro Uribe. Dice que no milita en partido alguno y que puede trabajar con todos “salvo con los violentos y los corrompidos”. Esta posición es, sin duda, respetable, aunque es insuficiente desde el punto de vista doctrinario. No obstante, ello no disculpa a quienes pretenden convertir a Gutiérrez en un ariete contra la unidad del Centro Democrático. Si el ex alcalde de Medellín deja que unos corrompidos utilicen su nombre de esa manera artera, si calla frente a las insinuaciones que recoge Semana, si no repudia a los supuestos “lideres” felones --que lo podrían traicionar también a él más tarde--, Gutiérrez será visto como alguien que ha dejado de ser sincero.
El acto de quienes forjaron esa amenaza contra el CD es moralmente repugnante. Jurídicamente podría tener consecuencias ya que ese tránsito caprichoso de una candidatura a otra podría configurar un acto de doble militancia. Abran bien los ojos los encubiertos “lideres” pues el péndulo puedes devolverse contra ellos.