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Alfonso Monsalve Solórzano

Ahora casi todo mundo es de centro político. O así se quiere presentar. Nadie quiere ser señalado de pertenecer a uno de los extremos -de derecha o de izquierda- y cada uno se esfuerza por poner a sus adversarios en uno de ellos.

Falta ver si es cierto. El problema es que se trata de nociones difusas, no hay manera de delimitarlas estrictamente, como si fueran entes matemáticos. No obstante, voy a intentarlo, porque muchas cosas en el país se están jugando en las próximas elecciones, dejando claro al lector que es una aproximación que no tiene la pretensión de ser verdad única, aunque tiene la ventaja de ser razonablemente aceptable.

Más allá del dato histórico del origen de las denominaciones ‘izquierda’ y ‘derecha’ -relacionadas con los lugares que tomaron los opositores y los partidarios del veto real, respectivamente, en la Asamblea francesa de 1789- se podría decir que una y otra se encuentran definidas frente a los tres valores que la Revolución Francesa estableció como pilares de la nueva sociedad: libertad, igualdad y fraternidad (o solidaridad, como dicen ahora) y, todavía más importante, la jerarquización que se establece entre ellos.

Se puede imaginar una sociedad ordenada por valores de justicia como los predominantes, y subordinados a estos, la igualdad y la fraternidad. En ella, la libertad individual prima sobre los otros dos tipos. También es posible pensar un ordenamiento en el que se privilegia los valores de la igualdad económica, es decir los derechos económicos y sociales sobre las libertades individuales. El tercero, la fraternidad se definiría según los parámetros que cada uno de los dos modelos asuma.

Una sociedad liberal es aquella que se asienta en los valores de la libertad: los derechos y las libertades del individuo, que se recogen como derechos fundamentales en casi todas las constituciones de este tipo: el derecho a la vida, el de la seguridad, el debido proceso, la libertad de opinión, de creencias, de movimiento, la de tener propiedad, de movilización, el de participar en política y elegir y ser elegido, etc. Los llamaremos derechos de primera generación. Son exigibles inmediatamente.

Por supuesto que los derechos sociales y económicos forman parte de estas sociedades, en la medida en que estas produzcan la riqueza necesaria para distribuir, y es obligación de los estados liberales actuales crear las condiciones requeridas para hacerlo. Igual ocurriría con los derechos culturales, muchos de los cuales están todavía en discusión. Son los derechos de segunda generación, Y con el tiempo, han surgido otras, como los derechos de los animales y hasta el de las máquinas que puedan llegar a ser autoconscientes.

El estado liberal existe, entonces, para garantizar tanto la vida y la seguridad, como los otros derechos fundamentales. Frente a los derechos económicos y sociales, y a los que han venido surgiendo después, como los culturales y ambientales hay sensibilidades que expresan las posiciones de derecha e izquierda.

Creo que la primera distinción, y la más clásica, entre derecha e izquierda se da en la posición del papel del estado frente a los derechos económicos y sociales. Hay quienes piensan que este debe ocuparse de garantizar los derechos de primera generación y tener el mínimo de regulaciones posibles frente al derecho a la propiedad y a la distribución. Es la derecha. Quienes piensan que el estado debe intervenir en la distribución son la izquierda, también conocida como social democracia. Entre menos regulaciones y menos papel del estado en la economía, más a la derecha del espectro. Entre más intervención del estado en la distribución, más a la izquierda.

Pero en la evolución de los derechos, también hay diferencias: hay quienes piensan que las reivindicaciones culturales de las colectividades (como las indígenas y negras, en Colombia) y los derechos de identidad como la sexual entre los individuos, no deben ser consideradas como derechos. Están a la derecha del espectro. Quienes creen que sí deben ser reconocidos como tales, se encuentran a la izquierda.

Existen quienes sostienen que el medio ambiente no debe regularse o ser objeto de mínima regulación; ellos se ponen a la derecha; los que piensan lo contrario, a la izquierda. Entre menos reconocimiento, más a la derecha; entre más, más la izquierda.

Hay quienes defienden que los animales son sujetos de derecho y los que no; izquierda y derecha respectivamente,

Así las cosas, hay gente que es de derecha en términos de derechos económicos y sociales, y a la izquierda, en derechos culturales o de los animales, para sólo poner un par de ejemplos. Pero si todos ellos creen en la primacía de la libertad, son demócratas y sus diferencias se zanjan institucionalmente, mediante elecciones periódicas libres y plurales; leyes producidas mediante los mecanismos establecidos para ello por los competentes para hacerlo según las Constituciones y hay una administración de justicia imparcial a la cual todos tienen acceso y que garantiza el debido proceso. En esa sociedad todos caben y las distintas agrupaciones políticas tienen la posibilidad de validar sus programas y doctrinas, que serán evaluadas libremente por los ciudadanos.

En cambio, quienes privilegian la igualdad y la distribución económica, por encima de la libertad, están a la extrema izquierda. Esas personas no tienen lealtad con el sistema democrático de derecho; por el contrario, lo quieren destruir. El resultado es la dictadura, la negación de la libertad y, la historia enseña, el fracaso mismo de los derechos económicos y sociales que dicen defender. Es la lección que va desde La Unión Soviética hasta Venezuela. Es la extrema izquierda.

Quienes, por otro lado, están convencidos que el camino para vencer el proyecto totalitarista de la extrema izquierda es la dictadura que niega todas las libertades y derechos fundamentales, representan la extrema derecha.

 Ambos extremos repugnan a la democracia. En Colombia, frente a las elecciones, la división central no es entre izquierda y derecha, sino entre democracia y dictadura totalitarista.

Y aquí debo introducir una puntualización: el derecho a la seguridad no es de derecha o de izquierda, simplemente es un derecho fundamental. Sin él, los otros no son posibles. Criticar la seguridad como una manera de la derecha para evitar el triunfo de la libertad y la igualdad o la distribución, es una falacia. En las condiciones actuales, Colombia necesita tanto de la seguridad como de niveles de distribución que expresen la solidaridad de la comunidad política -el tercer valor de la Revolución Francesa-con los más vulnerables, porque de lo contrario, serán caldo de cultivo de los extremistas de izquierda. La verdadera opción en este momento en el que el totalitarismo de izquierda es posible, es, entonces, la unidad de los demócratas para la defensa del sistema del estado social de derecho. Y en el proceso de selección del candidato, el que llegue por la mayoría democrática colombiana prosistema a la elección definitiva, deberá encarnar esos dos valores: seguridad y solidaridad. La división entre izquierda y derecha democráticas, en ese momento, resultará irrelevante. Esperemos que la estulticia no ciegue.

Publicado en Columnistas Nacionales

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