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Margarita Restrepo    

El cinismo de los antiguos comandantes guerrilleros es insoportable.

Una de las perores formas de revictimización es la burla de los autores de los crímenes a las personas que padecieron sus abusos. Desde que empezó el proceso de La Habana hemos visto a los cabecillas de las Farc negando y maltratando a las niñas que valientemente han denunciado las arbitrariedades de las que fueron objeto por parte de esa organización criminal.(Lea además: Una

El reclutamiento forzado de menores es catalogado como un crimen de lesa humanidad y, en tal virtud, es una conducta que no puede ser cubierta por la amnistía de facto que se pactó en el proceso adelantado por el gobierno de Juan Manuel Santos con la guerrilla comandada por alias Timochenko.

Los casos de menores reclutados por las Farc están perfectamente documentados, tanto por organizaciones humanitarias, ONG y la Fiscalía General de la Nación. Los determinadores de ese delito están ahí, a la vista de todos, muchos de ellos ocupando sendas curules en el Congreso de la República.

Hace poco, un noticiero de televisión publicó los brutales formatos que utilizaban las Farc para registrar, como si se tratara de un inventario, a los niños reclutados forzosamente por sus distintos bloques y cuadrillas. Los cabecillas de esa guerrilla, desde siempre han dicho que no es verdad que sus filas estuvieran integradas por menores de edad. Pero las evidencias demuestran lo contrario. Ellos mismos se encargaron de llevar un listado pormenorizado de los niños que eran arrastrados contra su voluntad hacia sus campamentos.

El cinismo de los antiguos comandantes guerrilleros es insoportable. Julián Gallo, alias Carlos Antonio Lozada, ha llegado al extremo de afirmar que no reclutaban menores para llevarlos a la guerra, sino que su propósito era el de evitar que aquellos sucumbieran ante los vicios.

Hace unos años, otro jefe terrorista, ‘Iván Márquez’, negó el reclutamiento diciendo que la guerrilla prestaba sus campamentos para cuidar a los niños que querían vivir allí voluntariamente, dando a entender que las Farc eran una guardería infantil y no el peligroso grupo terrorista que todos conocimos por el sufrimiento que causó y sigue causando a través de las “disidencias”.

No hay explicación ni justificación posibles. Las cifras son concluyentes y las Farc eran integradas fundamentalmente por menores. Muchos de los desmovilizados de ese grupo ingresaron siendo unos niños. Igualmente, luego de la suscripción del acuerdo, hubo muy pocas desvinculaciones de menores, hecho que nos lleva preguntar qué pasó con los demás. Las autoridades judiciales tienen el deber moral de investigar y contarle al país cuál fue la suerte de miles de niños de los que no se conoce su paradero.

No podemos permitir que se soslaye la gravedad de ese crimen. Colombia es el país del hemisferio occidental con mayor número de casos de reclutamiento forzado de menores. Nuestra legislación penal al respecto no estaba acorde con los estándares internacionales, razón por la que presenté y lideré un proyecto de reforma del código penal que fue recientemente aprobado. Gracias a esa nueva norma, los responsables de ese crimen pagarán hasta 23 años de prisión.

Pero la discusión de fondo debe centrarse en la inaceptable actitud que hemos visto de los cabecillas de las Farc. Esos individuos no pueden continuar burlándose de la sociedad colombiana, que ha sido absolutamente generosa con ellos. Le corresponde entonces a la JEP, tribunal cuya imparcialidad y legitimidad están profundamente cuestionadas, fijar una posición. ¿Sus magistrados van a coadyuvar la desvergüenza de los guerrilleros que continúan pasándose por la faja su compromiso de decir la verdad y de reparar a sus víctimas? Ese es el interrogante que tenemos millones de colombianos, pero sobre todo es la duda que agobia a todos esos niños que fueron esclavizados por la guerrilla y cuyas voces no han sido escuchadas.

* Congresista por Antioquia

https://www.eltiempo.com/, Bogotá, 06 de octubre de 2021.

Publicado en Columnistas Nacionales

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