Tarea que debió estar puesta en manos de quienes representan la tradición de las leyes, como defensa de las libertades democráticas y los derechos individuales. Ya que en este caso estamos hablando de una emboscada del totalitarismo contra la democracia, utilizando astutamente la figura de Uribe como el gran chivo expiatorio que necesitan condenar severamente para dar rienda suelta a sus rencores personales, ante quien no ha dejado de señalar sus crímenes, y, aprovechando esta coyuntura, tal como lo estamos viendo, despachar bajo cuerda y con un tiro de gracia, como les gusta, cualquier tipo de pensamiento libre que se oponga a los intereses maduristas, putinianos, que es lo que están tratando de lograr invirtiendo en este juicio todo el billete del mundo.
¿No está detrás de Cepeda el inolvidable Colectivo de Abogados, tan hábilmente decisivos con Enrique Santiago en elaborar ese monstruoso “Acuerdo de Paz”? ¿No estará presente también la “desinteresada” colaboración del abogado de los pobres Baltazar Garzón? La defensa de los principios democráticos es lo que está en juego, no he dejado de repetirlo, mientras los grupos económicos que todavía podemos calificar en Colombia como clase dirigente, guardan una peligrosa neutralidad ahora que ya el chavismo está mostrando sus colmillos.
Lola López Mondéjar, en un texto que debería ser de obligatoria lectura, “La estultofilia o la pasión por la ignorancia. El síndrome del pensamiento cero”, nos ilustra sobre la situación que aqueja a una sociedad como la nuestra, al borde del precipicio, asaltada por nuevas formas de ignorancia, con el cerebro de sus jóvenes colonizado por las plataformas, el Whatsapp, Instagram, Facebook, y que en estos dos días sin sus plataformas han quedado en el aire; Ninis que ya no saben ni hablar ni escribir y son llevados bajo actos reflejos a una mudez manipulable políticamente. Porque si Marx analizó la alienación y después se habló del hombre unidimensional; hoy esta estultofilia conduce a una pasividad cómplice, a la abulia, finalmente a la imbecilidad. Malraux, a quien tanto le debemos lo decía alertándonos: “Si no queremos olvidarnos de Satán, habrá que pensar que ha venido también con la camisa planchada y un título de máster bajo el brazo”. ¿Cómo una mujer o un hombre educados pueden ponerse de parte del Mal, del Tirano, abdicando de su propio criterio?
Porque ante lo que consideran ya una condena inminente, se frota las manos esa energúmena muchedumbre de revolucionarios de cafetería que no fueron capaces de llevar hasta las últimas consecuencias su discurso político, unos grupúsculos que nada aportaron ni a la ciencia ni a la vida familiar, una resaca social que será capaz de levantar el brazo con el puño apretado y cerrar los ojos con tal de que se castigue con la guillotina a quien paranoicamente consideran el único culpable, pero de su frustración humana. La hecatombe de Alemania –permítanme que regrese una y otra vez al ejemplo-, al caer en manos del llamado nacionalsocialismo, contó como cómplices directos, tal como lo atestiguan Thomas Man y Karl Krauss, con una justicia que se arrodilló ante el terrorismo, unos grandes industriales y banqueros que se sometieron hasta ser humillados vergonzosamente, una prensa que se degradó y unos Partidos Políticos que en medio de su indolencia permitieron que el país cayera en manos de un sangriento totalitarismo. ¿No fue este el mismo caso de Venezuela? La libertad y la civilización amenazadas no necesitan de abogados, necesitan de pensadores preclaros de estas conquistas del espíritu a través de siglos de lucha contra la opresión de la ignorancia. Pero como decía Lacan: “Si lo que quieren es un amo, ya lo tendrán”