En Italia el vil asesinato de Aldo Moro a manos de las Brigadas Rojas, mostró los grados de extrema inhumanidad a que puede llegar el terrorismo de izquierda, con tal de justificar su rencor hacia una “burguesía capitalista”, a la cual paradójicamente pertenecen y a la cual volverán a acomodarse. Tony Negri hoy, sin duda un importante pensador, pagó muchos años de cárcel por este asesinato. La relectura de sus entonces textos “revolucionarios” produce esa tristeza que nos causa el hecho de que un profesor universitario hubiera justificado tan espantoso asesinato.
El atentado atribuido a terroristas de extrema derecha, que causó la muerte a setenta y seis personas en la Estación de Bolonia, llevó a una necesaria reflexión sobre los significados del terrorismo cuando cualquier fin justifica sin escrúpulos el recurrir a cualquier clase de medios para ello.
Ya el terror, sea de ETA, yihadista, salafista, fariano, eleno, puso contra la pared a quienes continúan creyendo que el recurso a la violencia extrema puede llevar a una sociedad más justa. El terrorismo tiene de espantoso que quienes lo manipulan a la sombra pueden estar en estos momentos casando a la hija mayor o en una reunión de antiguos bachilleres. Un engañado adolescente, a quien le estalla una bomba antes de colocarla, es algo que sacude nuestra entereza moral y nos lleva a preguntarnos sobre el por qué en Colombia nuestras clases ilustradas de izquierda, hasta el mismo Centro , han eludido irresponsablemente objetivar esta afrenta contra una sociedad civilizada, y que es un interrogante cuya respuesta se hace ineludible, como esa verdad, además, que hoy los responsables directos de tanta crueldad tratan de disfrazar con sus indigenismos, con sus “artes de resiliencia” con su jeringonza.
La pregunta es: ¿por qué matar a un policía? La falacia es sobrecogedora cuando proviene de teóricos, de fanáticos, de asesinos a sueldo, tal como lo muestran los terroristas de la yihad o del ELN, o de las disidencias farianas. Convertir a un policía en símbolo de la “represión burguesa”, es una aberración propia de personajes sin conciencia, para los cuales la muerte de los otros es un simple cálculo que para nada tiene en cuenta la vida específica de un ser humano, de quien sólo es un modesto servidor del orden.
¿Pero dónde está la ley y la justicia que hagan la necesaria distinción? Pier Paolo Pasolini fue un gran escritor, un gran cineasta y un espíritu libre capaz de enfrentar públicamente a los terroristas, a los cómodos intelectuales de la extrema izquierda, a pesar de que fue gay, a los colectivos gay, a los estudiantes radicales con quienes a través de su columna periodística sostuvo duros enfrentamientos, demostrándoles su fanatismo de ocasión, pues la juventud es una etapa transitoria de la vida mientras se entra en una madurez biológica sin poesía ni amor a la vida. Su defensa de los policías y su enfrentamiento contra los estudiantes, se resumen en un bellísimo y siempre vigente poema que recuerda. “ .. y ustedes amigos (Aunque de parte de la Razón) eran los ricos, mientras los policías (que estaban de parte equivocada) eran los pobres”. El poema remite al origen humilde de estos policías: “Cuando ayer pelearon con los policías, yo simpatizaba con los policías” ¿A qué se dedican hoy aquel y este estudiantado italiano, capaz de justificar el asesinato de un policía? ¿A cuántos policías han asesinado y siguen semanalmente matando en Colombia sin que nuestra Justicie se pronuncie al respecto? ¿Por qué no se revisa en la JEP el caso de las distintas operaciones Pistola por parte de las FARC, el ELN, las Autodefensas, con el nombre directo de los responsables? Ensañarse con quien se considera un inferior, es propio de cobardes. Y, nos lo recuerda Avishai Margalit “una sociedad decente es aquella en la que cada persona recibe el honor debido por parte de sus instituciones”.