Argentina es hoy el único país que ha sido capaz de regresar a la pobreza de una década anterior gracias a esta corrupta dirigencia. Y aquí el empobrecimiento es ante todo ofensa deliberada, pues mientras la miseria se ha apoderado de la vida social argentina, el grupo de gorilas populistas, como presencia legalizada del crimen organizado, ha mostrado sin pudicia alguna su vulgar enriquecimiento. Los ataques malévolos a la cultura se han venido escalonando con la dolorosa quiebra de alguna de las más importantes editoriales, con la intervención oficial de cualquier institución de pensamiento libre. Y una vez más se hace presente aquel dilema entre civilización o barbarie que enunció Bartolomé Mitre.
El peronismo es precisamente la demoníaca estrategia de aplastar al pobre para, bajo una nueva forma de totalitarismo, “redimirlo”, buscando en realidad borrar la Democracia, acabar con las libertades, tal, como lo sigo repitiendo se está dando hoy en el caso de nuestro regresismo cultural. Pero aquí me detengo señalando que lo que acaba de suceder en Argentina, viene a romper con los dogmas de nuestra religiosa izquierda populista, según los cuales el populismo era invencible. Borges, ese soberbio solitario, fue siempre para el populismo una piedra en el zapato y, si ayer lo persiguieron con la furia del ignorante, hoy lo continúan haciendo bajo el odio acumulado de todo frustrado social.
La pandemia le ha jugado una mala pasada a nuestra oposición, pues al sacarla de las sombras donde se escondían y mostrarlos tal como son, la pantalla de t.v. nos ha permitido descubrir, no a unos dignos “representantes del pueblo”, sino a una caterva de vulgares y “vulgaras”, repitiendo histéricamente la misma monserga: los bárbaros(as) y su carnaval de incitación a la violencia.
Con el señuelo de recuperar los derechos de “el Pueblo”, el nacionalsocialismo justificó la persecución contra los judíos y las élites, contra los católicos, contra la gran clase media histórica, de donde surgieron los mayores representantes de las conquistas del espíritu humano; políticas de demagogia criminal, que es lo que se está haciendo en Colombia desde hace algunos años y a través de la educación pública y privada, de los fanatismos políticos infiltrados a través de los llamados estudios culturales.
Por eso cuando digo que la guerra cultural desatada en Colombia por la llamada “izquierda caviar” está de nuevo en marcha, es porque lo que el populismo buscaría culminar, si se diera su triunfo electoral en 1922, consistiría en destruir para siempre los legados de la Democracia, contando para ello -no lo olviden-, con la bobería de cierta clase política que hasta el momento ha sido incapaz de darse cuenta de lo que supondría el triunfo de estos bárbaros, ya que vivimos en lo que Jean-Francois Revel llama acertadamente una “democracia boba”.
PD. Mi apoyo total a Sergio Ramírez y mi condena a la dictadura de Ortega.