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Alexander Cambero                                                             

No le demos tantas vueltas al asunto. El gobierno de Nicolás Maduro ha pretendido desconocer la voluntad popular tratando de quedarse en el poder de manera irregular. El resultado de los comicios del 28 de julio fue una absoluta felpa para la manirrota administración revolucionaria. Perdió abrumadoramente a lo largo y ancho del país. Ese hecho irrebatible es conocido por el mundo entero. La diferencia es tan grande que no existe la menor probabilidad de ser rebatida de manera honesta.

Cualquier análisis sensato concluirá que Edmundo González Urrutia logró una de las victorias más resonantes en la historia electoral latinoamericana. Este capítulo tiene que ser estudiado por las academias y centros de investigación de las ciencias sociales. Se derrota a una maquinaria del estado profundamente abusiva. La performance democrática liquidó a casi toda la conjunción de gobernaciones, alcaldías y órganos del poder político. Una estructura monolítica que terminó haciendo aguas como un barco agujereado. Sus múltiples abusos y mecanismos de coacción fueron derribadas por una conciencia que se impuso más allá de las presiones. Fue la desobediencia civil que en millones de demostraciones hizo caso omiso al chantaje. La estructura orgánica del proceso terminó vuelto añico. A los centros de votación llevaron a muchos ciudadanos que se vengaron en las urnas. Lograron esquivar los obstáculos para realizar lo que dictaba su corazón.   

La cúpula militar férreamente atada al caudillo sucumbió ante la rebelión silenciosa de sus bases asqueadas ante tanta corrupción. Igualmente, perdieron el narcotráfico y un grupo de países que se amparan en los abusos y en el terrorismo como leitmotiv de sus acciones.   

Edmundo González, sin recursos económicos ni propaganda en ninguna parte, pudo quebrar toda esa estructura. Un candidato desconocido pudo en dos meses transformarse en la esperanza de un pueblo. Para ello contó con el indiscutible liderazgo de María Corina Machado. Ella se hizo el pueblo mismo a través de inmensas manifestaciones de encendido patriotismo. Su valentía contagió a las almas apesadumbradas para indicarles que teníamos la fuerza para poder vencer a la oscuridad con la reciedumbre de la verdad. Esa mujer tatuada con la grandeza venezolana llegó hasta el último rincón para proclamar la libertad. Su nombre quedará marcado eternamente cuando se repase la historia.

La tiranía se llena de subterfugios para tratar de secuestrar a la verdad. Ha iniciado una feroz persecución en la búsqueda de amedrentarnos. Quiere confundirnos y desactivarnos. Que dejemos de luchar y nos resignemos a tener que aceptar su fraude. Es la treta de las dictaduras feroces. No se respetan los derechos humanos ni tampoco al debido proceso. Se acorrala hasta llevar a quienes no están de acuerdo con ellos hasta cárceles en donde se practica las peores aberraciones humanas. Un sistema temerario que no sabe lo que significa el respeto.

Afortunadamente, el planeta ha comprendido el horror que vivimos los venezolanos. Estamos enfrentando al germen maligno que alimentó un modelo primitivo que jamás evolucionó. Son los enemigos de la democracia, quienes actúan resueltamente para decapitarla.

Es necesario el concurso del mundo libre. Venezuela es el epicentro de una estrategia ideológica de grupos violentos que se alimenta de nuestros recursos para tratar de hacer la batalla universal.

@alecambero

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