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Alexander Cambero                              

Que una administración utilice recursos tan pueriles como la de impedir que María Corina Machado o Edmundo González puedan almorzar en un restaurante refleja una conducta disfuncional originada quizás en hogares asolados. Colocar dispositivos en las vías para que pinchen las llantas denota personalidades con instintos criminales. De allí hasta caer en una agresión física solo existe un paso, sobre todo cuando cunde la desesperación ante el inminente revés electoral.

La frustración es demasiado grande para aquellos que andan extremadamente nerviosos. Son trastornos obsesivo–compulsivos. Es decir, pensamientos disparatados que llevan a la práctica inducida por el fanatismo político. Meter presos a los colaboradores inventando una serie de hechos vinculados a la fábula malintencionada. Detener al empresario Ricardo Albacete por el simple hecho de invitar a María Corina Machado a comer a su casa acusándolo de conspiración es algo inaudito, digno de un estudio psiquiátrico. Aprehender a un noble caballo por haber sido utilizado por la lideresa nacional indica que la salud mental oficial está en severos desequilibrios. Un gobernador fronterizo que manda a romper el asfalto de la carretera para impedir que María Corina llegase a San Cristóbal. Un colega suyo que recomienda a que la esperen con golpes de atreverse a visitar el estado Trujillo. Cortes eléctricos y cierre de rutas y hasta la desfachatez de hacer preso al canoero que la transportó por el río Apure. Apoderarse de las tarimas y el sonido que utilizan para los gigantescos actos públicos implica evidentes perturbaciones psíquicas. Ni hablar de la clausura de hoteles y pequeños negocios por el simple de prestar un servicio a quienes legítimamente están representando una opción distinta a la pesadilla que vivimos. Todo ese cuadro configura un esquema que demuestra que estamos siendo gobernados por seres desequilibrados que actúan con absoluta locura. En esa irracionalidad existe mucho trauma infantil. Aprendieron a odiar a todo aquel que progresa. Rechazan lo que signifique porvenir. Son profundamente infelices al carecer de amor al prójimo. Son los antivalores al frente de la administración pública. Han robado descaradamente como buscando la aceptación que no lograron por esfuerzo propio.     

Quienes administran al estado venezolano son los peores. En sus carreras fueron de los últimos en su clase. Como no tiene equilibrio emocional, piensan que sus ideas son únicas. Son esencialmente mediocres y la mayor expresión es su bufa obra gerencial. Odiar con acendrado espíritu aberrado es su leitmotiv. Por ello el adversario es un opositor al cual tienen que arrasar al precio del cómo sea. Es una cultura básica que se aproxima peligrosamente a la venganza. Su estructura va desde Miraflores hasta el último rincón en donde exista una membresía revolucionaria. Son un archipiélago de corruptelas y abusos por doquier. Se arrincona al contrario hasta buscar humillarlo. Es su método maquiavélico de sometimiento. Destruir al oponente para que reine la impudicia. Es sencillamente su ideología maligna que medra en sus fétidas cabezas.

Necesitamos regresar a un país normal. Que cada ejecutoria no sea un sobresalto. En donde poder respirar en paz no tenga que ser algo fantástico. Una Venezuela en donde quepamos todos. Que no sea un crimen pensar distinto. Votando por Edmundo González lo podremos lograr. Será el inicio del progreso para una nación que buscará salir del abismo en donde la condujo el socialismo.

@alecambero

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