Aquella clarinada del populismo para infectar la percepción del mentecato. Las grandes masas desbordando las calles de una adhesión enfermiza, el tiempo se encargó de ir esfumando el apoyo de millones de venezolanos, en la medida que el desencanto les abrió los ojos.
Solo llorosas viudas que volaron desde diversas partes del mundo para ser parte de esta tragicomedia. Alojados como príncipes, bebiendo y hartando los dineros del erario nacional, son los ansiosos querellantes de aquel pasado cuando venir a Venezuela significaba redondear una buena cosecha bancaria. Es una bofetada para la dignidad del planeta que un espécimen de la calaña de Daniel Ortega llegue a tierra de libertadores, siendo el típico representante de la infamia. Un raro espécimen del averno tratando de hacer fluir su bilis de pendenciero.
Una década fue la lápida definitiva. Sus imaginarias epopeyas construidas sobre la base una costosa narrativa, son ahora un fardo consumido por la dinámica de la historia. Su obra produjo el engendro que terminó devorándose el destino de Venezuela. Una obra que se exterioriza en la ruina que significó un modelo que se ha encargado de saquearlo todo. Fue el precursor de cuanta atrocidad se le ocurrió a su entenebrecido sistema de ideas retorcidas.
El secuestro de Venezuela nos llenó de rehenes. Desde el obsceno poder se afianzaron los abusos. Valientemente María Corina Machado, lo llamó dictadura, ante la reticencia de una dirigencia opositora acomodaticia. El tiempo le concedió la razón. Esta malévola experiencia nos trajo la ruina del país, la imposición de la inmoralidad en cada órgano gubernamental.
La pulverización de la libertad hasta hacer insoportable la vida ciudadana. La enviciada acción de sus ejecutorias fue el fuego que lo arrasó todo. La genética del chavismo está compuesta por el ADN de una corrupción sin precedentes. Es increíble cómo una nación con toda potencialidad: hoy esté en una situación desastrosa. Se institucionalizó el hamponato como doctrina del odio de sus almas.
Quién llegó a la escena pública, irrespetando su uniforme al atentar contra un presidente democrático, no podía responder de otra manera que no fuera ir en contra de la honorabilidad. Alguien sin principios apegados a la Constitución era imposible que no respondiera a su sed de venganza. Demasiado veneno en el corazón para haber esperado otra cosa distinta: al hombre que odiaba todo aquello con sello de libertad.
Su segunda muerte es el entierro definitivo. No existe mayor castigo para un megalómano que se creyó la marquesina dorada de la perennidad: que ser olvidado. Ya su imagen es una patética muestra del fastidio. Su historia es la de sátrapa que se encargó de iniciar la destrucción nacional. Uno de los peores represores que recuerde nuestra historia.
@alecambero
Alexcambero_62